COMBATES POR LA HISTORIA (Santiago de Pablo)




El reciente anuncio de 'cese definitivo de su actividad armada' por parte de ETA ha dado lugar a múltiples reacciones. Si, en general, ha predominado el optimismo -consecuencia de la sensación, avalada por indicios fiables, de que esta vez va en serio-, no ha faltado tampoco la lógica preocupación por lo mucho que aún queda por conseguir. Una de las cuestiones que han pasado a primer plano ha sido la necesidad de escribir la historia de ETA, una vez que -esperemos que pronto- la organización terrorista sea definitivamente historia. Se trata de una cuestión esencial porque, más allá del fin de ETA, largamente esperado, la verdadera normalidad democrática sólo puede conseguirse sobre la base de una historiografía que no iguale a víctimas y a verdugos. Es cierto que, en contra de lo que se ha afirmado, no se trata de elaborar el relato de la evolución y del fin de ETA, no sólo porque la historia es mucho más que relato -es narración, pero también explicación-, sino sobre todo porque no habrá, ni debe haberlo, un relato homogéneo, sino acercamientos historiográficos diversos a una realidad compleja.

Como en cualquier acontecimiento, el valor de cada una de esas historias dependerá en primer lugar del método científico utilizado, de su dependencia de fuentes fiables, analizadas con exactitud, así como de una escritura lo más ajustada posible a la realidad. Aunque la objetividad absoluta es irrealizable, sí hay mejores o peores libros de historia, según procuran seguir esas reglas básicas de la investigación, al tiempo que tratan de evitar que las ideas preconcebidas del autor provoquen un tratamiento sesgado de la realidad. Pero, al mismo tiempo, como en toda profesión, el historiador tiene también una ética profesional que, al hablar de determinados temas, le obliga a tratarlos con una mirada moral, distinguiendo a los asesinos -y a quienes durante años han jaleado sus crímenes- de los asesinados, de los amenazados y de sus familias.

En este sentido, en el trabajo historiográfico es tan importante lo que se cuenta -y cómo se cuenta- como lo que se omite. Por ello, cada una de esas historias tendrá que contar no sólo la decisión de ETA de cesar definitivamente en el uso de la violencia en 2011 sino las muchas oportunidades que tuvieron en las décadas anteriores para tomar esta decisión y por qué no lo hicieron. Habrá que explicar cómo es posible que un grupo político que apoyaba una violencia cruel haya tenido el soporte electoral que llegó a alcanzar, aunque luego fuera bajando poco a poco, hasta volver a subir sólo cuando algunos se dieron cuenta de que la violencia no era útil, sin entrar todavía a que fuese éticamente condenable.

Habrá que contar que ETA no tenía nada que ver con un conflicto multisecular entre Euskal Herria y España, sino que fue fruto, en una coyuntura determinada, de decisiones de agentes humanos concretos, a los que objetivamente habrá que llamar terroristas, según la definición acuñada por las ciencias sociales. Habrá que explicar que si ETA desapareció fue en parte porque algunos -a costa quizás de perder sus señas de identidad- le pusieron una pista de aterrizaje que sustituyó a la que había sido insuficiente en el proceso de Lizarra de 1998. También porque la propia ETA se convenció por fin -34 años después de las conversaciones de Txiberta de 1977- de que lo político podía ser más útil que lo militar. Pero junto a esto no podrá olvidarse que el final de ETA fue consecuencia de la presión de los movimientos por la paz que, desde finales de la década de 1980, empezaron a disputar la calle a sus simpatizantes; de la eficacia de la lucha policial, incrementada en los últimos años; de la cooperación internacional, cada vez más enérgica; de una serie de medidas legislativas, judiciales y políticas -en su momento discutidas y discutibles- que se han mostrado más eficaces de lo que muchos pensaron y que fueron avaladas por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Aunque no sea cierto que «las víctimas de ETA escribirán la historia», habrá que hablar sobre todo de las víctimas de ETA, con sus nombres y apellidos; de su sufrimiento, de sus familias, del silencio al que se han visto sometidos durante años, de cómo -a diferencia de otros procesos semejantes- no se han producido casos de venganza personal; de cómo las instituciones y la sociedad han cambiado su actitud ante ellas a lo largo del tiempo. Habrá que hablar -por qué no- del GAL y del Batallón Vasco Español, señalando la diferencia numérica y temporal entre sus asesinatos, tan condenables como cualquiera, y los de ETA. Habrá que explicar que en algunos casos -los que estén demostrados por fuentes fiables, como se hace en cualquier investigación histórica- las fuerzas de seguridad cometieron excesos en su lucha contra el terrorismo. Habrá que explicar que el sufrimiento de la madre de un preso es comprensible, pero que su hijo sufría condena por un delito probado, tras un juicio con garantías. Habrá que explicar que hubo otros muertos, pero que no se parecen en nada el caso del terrorista al que le explota una bomba que iba a colocar, o el del que muere, pistola en mano, en un tiroteo con la policía, con el de un inocente asesinado fríamente por pensar de manera distinta.

Habrá que hablar de muchas cosas, que básicamente se reducen a una: a que ETA no imponga su versión de los hechos, recogida por ejemplo en su último comunicado, donde el papel de héroe y el de villano se intercambian. Una versión, que hasta ahora ha sido de consumo interno, pero que no debe imponerse al conjunto de la sociedad.

En definitiva, que lo ganado en los últimos años no se pierda en aras de una reconciliación que, si no se basa en la petición de perdón de los victimarios a las víctimas, en la reparación y en el reconocimiento de la realidad de los hechos, no sería un buen cimiento para integrar en la cultura democrática a quienes hasta ahora se han negado aceptarla.

Santiago de Pablo
Catedrático de Historia Contemporánea de la UPV-EHU

FUENTE; DIARIO VASCO 28 OCTUBRE 2011

"SOIS HISTORIA, SOIS LEYENDA..."


Cuatro supervivientes relatan, en el 75 aniversario de la creación de las Brigadas Internacionales, su derrota en la Guerra Civil y la revancha en la II Guerra Mundial




Tenían menos de 20 años cuando dejaron su país y su familia para venir a jugarse la vida en España, a defender un Gobierno que no era el suyo pero cuyos ideales compartían: la República. En su día, llegaron a ser 35.000 -entre ellos, escritores como George Orwell y políticos como Willy Brandt-, procedentes de 55 países. Cerca de 9.000 murieron o cayeron prisioneros. Hoy quedan pocos vivos, pero cuatro de ellos han venido a España para participar en las jornadas-homenaje que ha organizado la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales en el 75 aniversario de su creación por decreto, firmado por el entonces presidente de la República, Francisco Largo Caballero. EL PAÍS ha hablado con ellos, supervivientes de la Guerra Civil, de la segunda Guerra Mundial y del paso del tiempo.

Yo tenía 17 años y pensé que tenía que hacer algo. No quería quedarme parado mientras veía al fascismo ganar en España. El día que cumplí los 18 me fui. No le dije nada a mi madre, porque nunca me hubiese dejado, y tuve muchos remordimientos por lo mal que lo pasó, aunque después decía que estaba muy orgullosa y me convertí en su favorito. Y éramoc ocho hermanos", relata David Lomon, británico, a un mes de cumplir los 93 años. "Pero no me arrepiento de haber venido a defender a aquel Gobierno democráticamente elegido. Lo volvería a hacer mil veces".

Lomon vino pensando que ganarían. "Éramos los buenos", dice con una sonrisa. No tardó en darse cuenta de que no iba a ser tan fácil. "Cuando llegué a España no conocía la magnitud del apoyo que los italianos y alemanes estaban dando a Franco. No esperaba eso. Tampoco esperaba que estaríamos tan solos. A los republicanos no les apoyaba nadie, solo voluntarios".

A Lomon le indignó oír que "comunistas y anarquistas estaban combatiendo entre ellos durante la guerra", pero cuando realmente se dio cuenta de la debilidad de su bando fue durante el breve entrenamiento que realizó antes de incoporarse al frente. "Fue terrible. De armas, teníamos las sobras de los rusos y de la I Guerra Mundial. Se atascaban. Eran muy delicadas. No les sentaba bien ni el calor, ni el frío". No ha olvidado el día que le pusieron delante la ametralladora Maxim. "Nunca había visto un arma hasta entonces".

Lo mejor de su paso por España fue conocer a los republicanos, cuenta. "Me fascinó ver a gente tan pobre y a la vez tan orgullosa". Se echó una novia española durante la guerra, pero duró poco. "Recuerdo que un día, la invité al cine, ¡y se plantó allí con toda su familia!", ríe a carcajadas.

No llegó a participar en grandes combates - "solo escaramuzas"- pero estuvo a punto de morir. Una bomba le dejó inconsciente durante no sabe cuánto tiempo. Cuando se despertó estaba en un campo de prisioneros. "Me habían capturado los italianos. Casi todos éramos extranjeros. De hecho, mientras estuve allí, la Gestapo vino a ver qué alemanes apoyaban a los españoles. Fue algo espantoso. Cuando te meten en un sitio así es como si te apartaran del mundo. Salí libre en un intercambio de prisioneros: me cambiaron por algún italiano".

Durante la entrevista, enseña orgulloso el pasaporte español que ha obtenido gracias a la ley de memoria histórica, que concedió la nacionalidad española a los brigadistas internacionales. Perder la guerra en España fue "un golpe muy duro", pero asegura que le sirvió de "inspiración" para, al regresar al Reino Unido, ingresar en el Ejército, "para luchar después contra Hitler. Esa guerra sí la ganamos".

El estonio Erik Ellmann, de 92 años, parecía incómodo con los aplausos que recibió en el homenaje. "No los merezco. Yo era un niño. Tenía 19 años y solo participé en el final de la guerra. Hice lo mejor que pude con el arma que me dieron: una de 1896", dijo.

Hijo de un matrimonio pobre, Ellman recuerda que el Gobierno de su país "hizo una ley por la que castigaba a 10 años de trabajos forzosos a quienes ayudaran a los españoles". Decidió arriesgarse. "Mis ideales y los de mis padres eran los mismos que los de la República". Estuvo en la batalla del Ebro y guarda un enorme remordimiento. "Íbamos de avanzadilla y teníamos que avisar si veíamos avanzar a los franquistas. Nos fuimos a descansar y avanzaron. No sabemos qué pasó con los que venían detrás de nosotros".

Los hermanos José Eduardo y Vicente Almudéver Mateu, de 92 y 94 años respectivamente, nacidos en Francia pero de padres españoles, tampoco han olvidado. "¡Fuimos al frente sin balas!", asegura José. "A cinco kilómetros había una columna del PCE y me dieron cinco. Después el coronel nos dio otras cinco. ¡Diez balas para una guerra!". El 25 de mayo de 1938, cayó herido en combate. "Al darme el alta, me mandaron a casa, pero volví. Terminé en el puerto de Alicante. Fue terrible lo que pasó allí".

En aquel puerto, 20.000 republicanos, ya perdedores de la Guerra Civil, esperaban en abril de 1939, la llegada de unos barcos extranjeros que nunca llegaron para huir de Franco. Cuando al entrar las tropas italianas quedó claro que no había escapatoria, muchos optaron por suicidarse. "Recuerdo a una mujer embarazada, echada en el suelo, y a un hombre que se afeitaba con una navaja a su lado. Oí un grito terrible. Cuando volví a mirar, el hombre se había degollado y la mujer lo había visto todo", recuerda José, quien salió de aquel puerto directo al campo de concentración de Los Almendros tras haber tirado al mar su carné de la Brigada.

Vicente estuvo en el frente de Guadalajara y en la batalla del Jarama. También en Madrid. "Pese a haber perdido, de lo que más orgulloso estoy en mi vida es de haber luchado en la Guerra Civil con la República", asegura. Como sus compañeros, también luchó después en la segunda Guerra Mundial.

José Carrillo, hijo del exdirigente del PCE, Santiago Carrillo, y actual rector de la Universidad Complutense de Madrid, donde se acaba de levantar un monumento a los brigadistas, afirma: "No recuerdo un ejemplo de solidaridad internacional como la participación de los 35.000 brigadistas que vinieron a España a defender la legalidad de la República, y el de los propios españoles, que intentaron devolver el favor en la II Guerra Mundial incorporándose a la resistencia contra los nazis. Son un ejemplo, no un invento de Stalin, como dice el nostálgico que ha presentado una denuncia contra el monumento y que me acusa de hacer política. La ciudad universitaria fue testigo. Aquí combatieron muchos brigadistas y en los edificios más antiguos todavía se pueden ver agujeros de bala".

Pese a la denuncia, el monumento se inauguró el sábado. Son dos grandes placas de acero en las que se lee una frase de Dolores Ibárruri: "Sois la historia, sois la leyenda. Sois el Ejército heroico de la solidaridad y de la universalidad de la democracia".



FUENTE: EL PAÍS (Natalia Junquera), 24 OCTUBRE 2011

20 OCTUBRE 2011: FIN DE ETA



* Reportaje de Luis R. Aizpeolea: ETA DECIDIÓ SU FIN EN JULIO (EL PAÍS, 2011-10-23)

* El FINAL del TERRORISMO de ETA

* ESPECIAL Suplemento Domingo (2011-10-23)

* ESPECIAL Suplemento Domingo en PDF (2011-10-23)

* Reportaje de J. Sáinz: MÁS DE MEDIO SIGLO EN EL TÚNEL (DIARIO VASCO, 2011-10-21)

* ¿A CUÁNTOS MATÓ ETA EN REALIDAD? (EL PAÍS, Eva Cavero, 18 DICIEMEBRE 2011)

* EVOLUCIÓN DE ETA A TRAVÉS DE SUS VÍCTIMAS (EL PAÍS, 16 DICIEMBRE 2011)

* LAS VÍCTIMAS ANTE EL FINAL DE ETA (EL PAÍS, 18 DICIEMBRE 2011)

* La HISTORIA de ETA en 20 PELÍCULAS



* Análisis: NUNCA ANUNCIARÁ SU DISOLUCIÓN (Santos Juliá)

* Análisis: ADIOS, MAFIOSOS, ADIÓS (Pablo Ordaz)

* Análisis: LA HORA DE LA MEMORIA (Joseba Arregui)

* Análisis: EL RELATO DE LA DERROTA DE ETA (José María Calleja)

* Análisis: EL TRUCO (Maite Pagazaurtundúa)

* Análisis; TRAS EL FIN DE ETA (José Manuel Rodríguez Uribes)

EL DÍA QUE `MURIÓ´ UNAMUNO




Hace menos de una semana, los dos grupos políticos que componen el pleno del Ayuntamiento de Salamanca mostraron su acuerdo ante la moción presentada por el PSOE par restituir el acta de concejal de Miguel de Unamuno y Jugo, el literato, rector de la Universidad de Salamanca y concejal del Ayuntamiento charro al que un encuentro con el fundador de la Legión, José Millán-Astray, condenó al ostracismo social de su época.

El ya célebre incidente tuvo lugar tal día como este miércoles 12 de octubre de hace 75 años. El Paraninfo de la Universidad de Salamanca fue el lugar elegido para celebrar aquel 12 de octubre de 1936 lo que hoy conocemos por 'Día de la Hispanidad', denominado entonces 'Día de la Raza'.

Con una Guerra Civil recién comenzada y Salamanca convertida en capital del bando nacional, cuyos jerifaltes se acuartelaban en el palacio episcopal de la ciudad, la zona más noble de la vida académica se pobló de partidarios del franquismo dispuestos a escuchar los discursos del catedrático de Historia José María Ramos Loscertales, del profesor de Ciencia Escolástica, Vicente Beltrán de Heredia, del escritor José María Pemán y del profesor Francisco Maldonado.

En el estrado, atentos, Millán Astray, Carmen Polo, el Obispo Pla i Deniel y el propio Unamuno que no tenía pensado intervenir a pesar de que, pocas semanas antes, la Universidad de Salamanca se había plegado al llamado 'Mensaje a las Academias y Universidades del mundo acerca de la Guerra Civil española', donde se justificaba el alzamiento, para el que se pedía solidaridad y apoyo internacional, y se condenaba a la República.El acto transcurría por los cauces previstos, marcado por las constantes loas a la idea de España, hasta que llegó el turno de Maldonado de Guevara quien, en el mismo estilo, decidió ir un paso más allá y entrar en confrontación con vascos y catalanes, a los que tildó de "cánceres en el cuerpo de la nación que el fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlos, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos".

Tras la intervención, desde el auditorio emergió una voz que gritó '¡Viva la muerte!'

A medida que avanzaba el acto, la cara del rector, inicialmente sereno, había ido cambiando. Justo tras esas palabras, terminó por estallar. Improvisando, Unamuno se levantó de su asiento y dirigiéndose al auditorio constató lo que ya se respiraba en el ambiente. "Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio", aclaró a continuación antes de justificar el hecho de romper el protocolo establecido porque "a veces, quedarse callado equivale a mentir, porqueel silencio puede ser interpretado como aquiescencia".

Fue entonces cuando dio inicio a su réplica al discurso. El autor de 'San Manuel Bueno mártir', natural de Bilbao, se había sentido agraviado pero prefirió centrarse en "el necrófilo e insensato grito" de 'Viva la muerte!'. "Se trata de una paradoja repelente".



Tensión creciente

Los ánimos habían empezado a caldearse, los mandos militares congregados en el Paraninfo no daban crédito a lo que escuchaban pero el ambiente se tensó aún más cuando el rector recordó que Millán-Astray era inválido de guerra (le faltaban el ojo derecho y el brazo izquierdo), "como también lo fue Cervantes".

Prosiguió Unamuno lamentando que, "desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más". En esa línea, señaló que la española era "una guerra incivil", argumento que subrayó al asegurar que "vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión".

La indignación de la representación castrense en el acto era patente pero se tornó en furia al escuchar al rector decir que le atormentaba "el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa" dado que, en su opinión, "un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar queencuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor".


El grito de Astray

El fundador de la legión, que también hacía las veces de director de la oficina de radio, prensa y propaganda del cuerpo de mutilados de guerra,se removió de su asiento incapaz de contenerse para reclamar la palabra interrumpiendo al rector y gritar una soflama que pasó a la historia: "Muera la intelectualidad traidora".

El templo de la inteligencia

Unamuno no se amedrentó y replicó: "Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España".


Salvado por Carmen Polo

Lo que sucedió a partir de ese instante sólo se puede resumir con las expresiones 'tumulto' y 'violencia contenida'.

El público montó en cólera contra Unamuno y profirieron a voz en grito todo tipo de insultos. Algunas crónicas aseguran que ciertos oficiales empuñaron incluso sus pistolas y el asunto no fue a mayores, curiosamente, por la intercesión de la esposa del Caudillo, Carmen Polo, que le salvó de una posible agresión al agarrarle del brazo.

El acto se dio por concluido, Unamuno abandonó el Paraninfo y en el claustro de las Escuelas Mayores, de camino a la calle, fue rodeado por la turba que alzaba las manos imitando el saludo falangista.




La mujer de Franco se hizo a un lado en ese instante y Unamuno permanecer en arresto domiciliario hasta su muerte, apenas dos meses y medio más tarde.

Solo unas horas después de aquellos hechos, la corporación municipal de Salamanca se reunió de forma secreta y expulsó a Unamuno "por España, apuñalada traidoramente por la pseudo-intelectualidad liberal-masónica".

Hasta el 31 de diciembre de 1936, día en que falleció de forma repentina mientras estaba de tertulia vespertina con unos amigos, Unamuno había recibido a varios medios extranjeros de los que se valió para aclarar su posición ante la contienda civil.

El escritor resaltó que, pese a verla con esperanza en un primer instante, empezó a percibir una deriva de crueldad que no compartía y de la que eran cómplices ambos bandos.

Repudiado y querido a partes iguales en el momento de su fallecimiento, el tiempo ha terminado colocándolo en el lugar que la cultura y el pensamiento de España reserva a quienes aportaron su grano de arena al desarrollo del país en tiempos extremadamente difíciles. Cada día de fin de año, Salamanca recuerda su figura con una ofrenda en la estatua que le dedicaron ante la casa en la que vivió.

El próximo año, según avanzó el actual alcalde de la ciudad, Alfonso Fernández Mañueco, la capital del Tormes quiere consagrarlo a su memoria con la celebración de diversas actividades.


FUENTE: EL MUNDO (J.G. Trevin / Ical) 12 OCTUBRE 2011

EL DISCURSO DE CASTELGANDOLFO

El 14 de septiembre de 1936, hace 75 años, Pío XI recibió en su residencia veraniega de Castelgandolfo a un grupo de unos 500 españoles, escapados del terror revolucionario. Transcurridos ya casi dos meses desde el estallido de la guerra de España, sería la primera toma de posición pública del Papa. Según los archivos secretos vaticanos recientemente abiertos, tres veces el secretario de Estado, Pacelli, había sugerido a su Santidad la conveniencia de una condena pública de la persecución religiosa, pero Pío XI se había limitado a las protestas diplomáticas del encargado de la Nunciatura (que no se cerró en toda la guerra) ante el Gobierno de Madrid y de Pacelli ante el embajador de la República en el Vaticano, Zulueta.

Pío XI, buen orador, solía pronunciar sus discursos sin papeles, pero aquel día no solo lo leyó sino que hizo preparar una cuidada traducción española, que se distribuyó a los asistentes.

Empezó con una sentida lamentación por las víctimas, pero en vez de sacar la consecuencia, que algunos de los presentes esperaban, de que aquello era una guerra santa, como estaban ya proclamando algunos eclesiásticos, expresó su horror por aquella guerra fratricida, "la guerra civil, la guerra entre los hijos del mismo pueblo, de la misma madre patria".

Citando a Manzoni, añadió: "Bien se ha dicho que la sangre de un solo hombre ya es demasiado para todos los siglos y para toda la tierra, ¿qué decir en presencia de las matanzas fraternas que todavía se anuncian?".

Por si fuera poco, hacia el final de su alocución el Papa formuló una velada acusación contra los sublevados: "Por encima de toda consideración política y mundana, nuestra bendición se dirige de modo especial a cuantos han asumido la difícil y peligrosa misión de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios y de la religión, que es tanto como decir los derechos y la dignidad de las conciencias, condición primera y la base más sólida de todo bienestar humano y civil. Misión, decíamos, difícil y peligrosa, también porque muy fácilmente el esfuerzo y la dificultad de la defensa la hacen excesiva y no plenamente justificable, además de que no menos fácilmente intereses no rectos e intenciones egoísticas o de partido se introducen para enturbiar y alterar toda la moralidad de la acción y toda la responsabilidad".

En el último párrafo del discurso exhortaba a amar a los enemigos, tal como manda el Evangelio: "Amar a estos queridos hijos y hermanos vuestros, amarlos con un amor particular hecho de compasión y de misericordia, amarlos y, no pudiendo hacer otra cosa, rezar por ellos". Pío XI dijo repetidas veces, a lo largo de la guerra civil, que quería ser el padre de todos los españoles.

La mayoría de los prófugos españoles presentes escucharon emocionados las consoladoras palabras del Papa y guardaron con devoción el ejemplar que les dieron del discurso traducido, pero algunos ultraderechistas, partidarios del alzamiento, entre defraudados e indignados, dejaron escapar murmullos de desaprobación, y hasta hubo quien arrojó despectivamente al suelo el folleto recibido. Uno de ellos, Luis Antonio de Vega, un año más tarde recordaba sarcásticamente en el semanario donostiarra Domingo el discurso, que él atribuía a Pacelli: "Y entonces fue el discurso de vocablos de hielo, las frases que podían haber sido escritas o dictadas por el ministro de Estado de una potencia a quien no angustiara de un modo particular la infinita angustia de España, y cuya preocupación máxima fuera la de no comprometer a su país con alguna palabra imprudente".

La propaganda rebelde difundió ampliamente el discurso de Castelgandolfo en lo que la favorecía, pero suprimió la alusión a los excesos de los que se decían defensores de la Iglesia. Es especialmente significativo el caso del obispo de Salamanca, Pla y Deniel. Al recibir la versión mutilada, la publicó tal cual en su Boletín Eclesiástico del 30 de septiembre, y la acompañó de su pastoral Las dos ciudades, sin duda la más importante, teológica y políticamente, de todas las cartas pastorales sobre la guerra civil. Cuando poco después le llegó el texto pontificio completo, lo hizo publicar en el número siguiente del Boletín, pero no se retractó nunca de aquella pastoral.

Parece ser que Franco, que todavía en su discurso de toma de posesión de la jefatura del Estado, el 1 de octubre, había hablado de separación de Iglesia y Estado, instalado en el palacio episcopal de Salamanca, la leyó y estimó aprovechable la ideología nacionalcatólica allí expuesta. Los demás obispos españoles, engañados por el texto manipulado del discurso de Castelgandolfo, se lanzaron a publicar pastorales de cruzada (¡ni Pío XI ni ningún sucesor suyo han calificado nunca de cruzada nuestra guerra civil!).

También a la zona republicana llegó el discurso de Castelgandolfo en la versión censurada y la prensa lo comentó como una bendición incondicional del alzamiento. Así se difundió en ambos bandos la falsa creencia de que el Papa había apoyado plenamente y desde el principio la rebelión.

HILARI RAGUER

Hilari Raguer es historiador y monje de Montserrat.

FUENTE: EL PAÍS, 10 OCTUBRE 2011

FOGONAZOS DE HISTORIA: EL ARCHIVO BENEDICTINO DE LAZKAO

Un libro recoge el trabajo del padre Juan José Agirre - El religioso atesora todo tipo de documentos sobre la Euskadi reciente.

El archivo de los monjes benedictinos de Lazkao encierra destellos de historia. Los escasos segundos que han tardado en caer los pasquines, panfletos y octavillas, que se han arrojado por las plazas y calles de Euskadi en los años convulsos. El padre Juan José Agirre (Alegia, 1930) siempre estuvo ahí para recogerlos; si no, siempre ha habido alguien dispuesto a ayudarle y a remitirle cualquier tipo de documento relacionado con la historia reciente del País Vasco.

Cerca de 6.000 libros, revistas clandestinas, 18.000 carteles, 25.000 pegatinas, comunicados de ETA y documentos internos de la banda y de los partidos políticos vascos, entre otros, conforman los fondos del archivo, cuya historia se resume en el trabajo y esfuerzo personal de Agirre durante los últimos 40 años y que ha quedado recogido en el libro Lazkaoko Beneditarrean dokumentazio-gunea. Juan Jose Agirreren artxiboa.

"Un par de semanas antes de las elecciones, por el tema de Bildu, se convocaron a mediodía concentraciones en todos los pueblos. Fui para recoger lo que habían lanzado", explicó ayer Agirre sobre su última incursión, a sus 81 años, durante la presentación del libro. El acto, celebrado en la sede del archivo, inaugurada el pasado mes de diciembre, contó con la presencia del autor del trabajo Joan Mari Torrealdai, la diputada de Cultura de Guipúzcoa, María Jesús Aranburu, y Patxi Albisu, alcalde de Lazkao.

El libro recoge el testimonio, en primera persona, del padre Agirre, extraído "de una entrevista de ocho horas y media, de varias comidas, de haber pasado mucho tiempo con él en el archivo", aclaró Torrealdai. El académico de euskera se planteó hace 16 años recoger la experiencia del religioso y la historia de "esas hojas volanderas, que una vez tocan el suelo tienen menos vida que una mariposa, pero entonces era demasiado pronto y tampoco éramos muy conscientes [de la importancia del archivo]", añadió.

Agirre siempre se ha movido con el objeto de preservar la memoria de Euskadi y bajo el convencimiento del "respeto a todas las ideologías". El religioso sólo guarda un mal recuerdo de sus 40 años de trabajo. Un día de febrero de 2005 la Guardia Civil irrumpió en su archivo, unos papeles le relacionaban con el entonces jefe de ETA, Mikel Antza. "Les pedí que tuvieran cuidado, no estropearon nada y al final me dejaron libre. Oí como uno de los agentes hablaba con Garzón y le decía: no tiene nada". Tras el interrogatorio salió a la calle, donde los periodistas y representantes de varios partidos políticos esperaban, "entonces me acordé de que me había olvidado de algo. Me giré y le pregunté a un guardia civil si me podía dar una copia de mi declaración, simplemente la quería para archivarla", relató. El agente se negó. "Si al padre Agirre le preguntas qué tiene más valor, un incunable o un pasquín, no sabría que contestarte", apunta Torrealdai.

FUENTE: EL PAÍS (Inés P. Chávarri), 10 JUNIO 2011

SANTOS JULIÁ: UN HISTORIADOR EXAMINADO

Los 25 textos reunidos en el libro-homenaje La mirada del historiador reflejan la decisiva contribución del autor a la historiografía y al conocimiento de la España contemporánea desde finales del siglo XIX hasta hoy.

No es habitual que el volumen dedicado por sus colegas y discípulos a un catedrático sometido a la guadaña de la edad administrativa de jubilación aparezca en una editorial comercial y dé cabida casi exclusivamente a trabajos dedicados al análisis, la glosa o la crítica de la obra del homenajeado. Tal es el caso, sin embargo, de la compilación de 25 trabajos dedicada a Santos Juliá que han planificado, organizado y dirigido José Álvarez Junco y Mercedes Cabrera a fin no solo de reconocer su "papel central en la renovación de la historiografía española" sino también de subrayar su coraje cívico como polemista y crítico, "claro ejemplo de lo engañosa que resulta la metáfora de la torre de marfil a la hora de hablar del mundo académico".

Ambos enfoques se articulan de forma indisociable. Si las intervenciones de Santos Juliá en la vida pública española llevan la marca de la visión del presente como historia, sus reconstrucciones del pasado descansan sobre el supuesto weberiano de que la historia es la interacción conflictiva de acciones humanas intencionales cargadas de sentido. La mirada del historiador es una atractiva invitación a emprender -como reza el subtítulo del libro- 'Un viaje por la obra de Santos Juliá' con parada en las principales estaciones de su recorrido historiográfico: la crisis de la Monarquía, la Segunda República, la Guerra Civil, el franquismo y la Transición. Como explica Juan Pablo Fusi, los libros, monografías y artículos publicados por Santos Juliá desde los setenta expresan a la perfección el giro historiográfico producido -no sólo en España- desde mediados del siglo XX, inseparable de los desarrollos experimentados por las ciencias sociales y causante de un profundo cambio conceptual y temático en la disciplina.

De añadidura, su talento como escritor le ha valido el reconocimiento de lectores y colegas. Tiene razón Fernando del Rey cuando elogia el trazo fílmico y la riqueza expresiva de Madrid 1931-1934. De la fiesta popular a la lucha de clases al reconstruir la llegada de los habitantes de los barrios al centro de la capital para celebrar la proclamación de la República, estampa solo comparable -a su juicio- con algunas páginas de La rosa de fuego, de Joaquín Romero Maura, o de Máter Dolorosa, de José Álvarez Junco.

Por lo demás, esta guía resultará imprescindible para los frecuentadores de librerías generales que no están en condiciones de acceder a la literatura historiográfica refugiada en las revistas especializadas o en las ediciones universitarias. Santos Juliá es conocido hoy sobre todo por su biografía de Azaña (y su escrupulosa edición de las obras completas del último presidente de la República), así como por Historias de las dos Españas. Sin embargo, su flota bibliográfica incluye importantes libros agotados (como Madrid 1931-1934, La izquierda del PSOE 1935-1936 y Los socialistas en la política española 1879-1982) y valiosas obras colectivas bajo su dirección.

Las nuevas tecnologías aplicadas a la información bibliográfica permiten hoy día pocas bromas con el olvido de cualquier brizna de papel impreso encabezado por el nombre. Aunque la dedicación académica al oficio de historiador de Santos Juliá fue tardía, el inventario de sus publicaciones es voluminoso. Según Enrique Moradiellos, el rastreo llevado a cabo en noviembre de 2010 por un portal de difusión de la producción científica española le atribuye la autoría de 233 textos de carácter histórico -excluidas las intervenciones y columnas periodísticas- de diferente formato o extensión. Y un apéndice de La mirada del historiador relaciona 141 libros de los que Santos Juliá ha sido autor, coautor, coordinador, editor, director, prologuista o colaborador y 132 artículos, reseñas y ensayos bibliográficos. A esa intimidatoria cifra había que añadir las abundantes conferencias no publicadas y los artículos del periódico -numerosos en EL PAÍS- sobre acontecimientos relacionados con la actualidad o ilustradores de su sentido.

Aunque la moraleja pudiera producir cierta ansiedad al interesado, esa acumulación de textos sugiere que Santos Juliá debe a sus lectores una síntesis realizada con las manos libres -sin la preocupación ya de documentar afirmaciones suficientemente probadas por sus investigaciones- sobre un amplio periodo articulado tanto por las continuidades como por las rupturas. Si el comienzo de esa etapa sería la crisis de finales del siglo XIX, su conclusión se correspondería con el probable final del ciclo de hegemonía socialista del próximo otoño.

En cualquier caso, el rasgo dominante de la obra de Santos Juliá no es el brinco hegeliano de la cantidad a la calidad sino sus decisivas contribuciones tanto al mejor conocimiento de la historia de la España contemporánea como al afinamiento de los instrumentos conceptuales de la disciplina. Las áreas preferentes de su trabajo son un semillero de interpretaciones ideológicas contrapuestas que continúan resistiéndose a rendir las armas al rigor de los conceptos y la terquedad de los hechos. Santos Juliá ha subido siempre a la red para seguir peleando un tanto reñido, tal y como ha ocurrido con la resurrección de la fábula de las dos Españas o la disputa sobre la memoria histórica ("aquí todo el mundo tiene memoria histórica en vez de recuerdos", comenta Jorge Martínez Reverte) al comenzar el siglo XXI. El ridículo e infausto ejemplo del Diccionario biográfico español editado por la Academia de la Historia prueba que no cabe hacerse demasiadas ilusiones sobre una versión mínimamente consensuada de nuestro reciente pasado de acuerdo con criterios científicos.

La mirada del historiador. Un viaje por la obra de Santos Juliá. Mercedes Cabrera y José Álvarez Junco, editores. Autores: Miguel Ángel Aguilar, Andrés de Blas, Joaquín Estefanía, Giuliana di Febo, Juan Pablo Fusi, José Luis García Delgado, Pedro Carlos González Cuevas, Marisa González de Oleaga, José Manuel Macarro, José-Carlos Mainer, Edward Malefakis, Pablo Martín Aceña, Jorge Martínez Reverte, Miguel Martorell Linares, Enrique Moradiellos, Javier Moreno Luzón, Ludolfo Paramio, Sisinio Pérez Garzón, Manuel Pérez Ledesma, Fernando del Rey, Francisco Rubio Llorente, Francisco Sánchez-Blanco y Enric Ucelay-da Cal. Taurus. Madrid, 2011. 416 páginas. 20 euros (electrónico: 11,99).

LA SEMILLA DE COMISIONES OBRERAS


"La Primavera de 1962 origina la idea de las Comisiones Obreras de Euskadi". El doctor en Historia y experto en el movimiento obrero, José Antonio Pérez, asegura que la ola de protestas que se desencadenó en la Margen Izquierda y en algunas empresas guipuzcoanas como CAF, en Beasain, como consecuencia de la firma del convenio colectivo de Altos Hornos, el primero de Euskadi, fue el origen de CC OO en Euskadi.

Los trabajadores de emblemáticas empresas como Babcock o La Naval se lanzaron a la calle y ahí fue germinando la idea del sindicato, que como movimiento mantuvo reuniones clandestinas con los empleados de estas compañías. De estos movimientos surgen comisiones que van siendo admitidas por los responsables de las compañías y que negocian al margen del sindicato vertical del régimen franquista.

Los contactos entre las fábricas cristalizaron en una reunión en la que surgió una plataforma supraempresarial de carácter permanente, consentida por el Gobierno, que trató de actuar como interlocutora de los trabajadores vizcaínos. En 1966 deciden presentar listas a las elecciones a representantes y, meses más tarde, surgen las Comisiones Obreras de Gipuzkoa. Este mismo año el movimiento participó activamente en las virulentas protestas de Laminaciones de Bandas en Frío, de Echévarri.

Para 1976 existían dos corrientes: la Comisión Obrera Nacional de Euskadi y la Coordinadora de Euskadi de Comisiones Obreras. En junio de este año se firmó un acuerdo de unidad que dio origen a las Comisiones Obreras de Euskadi.

UN CONVENIO FUNDIDO EN HIERRO


La primera negociación colectiva de Euskadi, realizada en Altos Hornos, cumple 50 años - El pacto prendió la mecha de otras protestas en la Margen Izquierda .

Las salas de Altos Hornos acogieron, a finales de 1959, unas reuniones inéditas hasta aquel entonces. Por primera vez en Euskadi, el Gobierno, una empresa y sus trabajadores, representados por el sindicato vertical, se sentaron para negociar las condiciones de los empleados. La dirección quería reestructurar la organización para aumentar la productividad y, de su lado, los trabajadores clamaban por una mejora de su salario. Como se preveía, el pacto tardó en forjarse. Sin embargo, en julio de 1961 Euskadi tenía su primer convenio colectivo, que hoy, en un año marcado por las polémicas por la negociación colectiva, cumple 50 años.

Este acuerdo tiene su origen tres años atrás. Al comienzo de la dictadura franquista, las condiciones de laborales se regían por la Ley de Reglamentaciones de 1942, un sistema en el que la capacidad de los trabajadores para negociar su salario era nula. "Las condiciones no eran objeto de negociación más allá de algunos pactos puntuales", explica el doctor en Historia y experto en el movimiento obrero José Antonio Pérez.

La primera hendidura en este sistema fue abierta por la necesidad del franquismo de dinamizar su encorsetada economía. Esta exigencia se plasmó Ley de Convenios Colectivos de 1958, que, de manera limitada, abrió la veda a la negociación entre empresas y representantes de los trabajadores, que apoyados por el Partido Comunista o por la Juventud Obrera Católica comenzaron a introducir reivindicaciones. Esta pequeña pero significativa brecha prendió la mecha de Altos Hornos.

Según recogen las actas de las reuniones celebradas en la compañía más emblemática de Bizkaia, la negociación fue ardua. "Lo empresarios querían un incremento de la productividad a través de la racionalización del trabajo, pero los empleados lo condicionaron a incrementos salariales. Además, temían que una nueva organización afectase a sus puestos. Al fin, en parte por las presiones del Gobierno, se llegó a un acuerdo", apunta José Antonio Pérez.

La relevancia de este pacto se encuentra más allá de la nueva reglamentación para Altos Hornos. El convenio de la fábrica vizcaína desató las reivindicaciones de las industrias de la Margen Izquierda, así como las de algunas compañías guipuzcoanas como CAF, que decidieron luchar por alcanzar logros similares. Así, se abrió un periodo de tremenda conflictividad que concluyó en lo que se conoció como la Primavera de 1962. Los trabajadores de La Naval, Babcock o Aurrerá fueron los representantes más significativos de una larga lista de personas que se lanzó a la calle para lograr unas mejores condiciones. La huelga concluyó con una gran represión por parte del régimen. "Muchos empleados fueron expulsados y desterrados a otros lugares de España", subraya José Antonio Pérez.

Igualmente, el convenio colectivo firmado en Altos Hornos fue el acicate para el conflicto de Laminaciones de Bandas en Frío de Echévarri, que se alargó desde noviembre de 1966 a mayo de 1967. La huelga de los trabajadores, participada por Altos Hornos y Baskonia, fue reprimida con enorme virulencia.

FUENTE: EL PAÍS (KERMAN ROMEO), 11 SEPTIEMBRE 2011

CIEN AÑOS DE SINDICALISMO VASCO: ELA CUMPLE UN SIGLO DE LUCHA OBRERA

La confederación sindical abertzale Euskal Langileen Alkartasuna (ELA) cuenta hoy con más de 110.000 afiliados, que la sitúan no sólo a la cabeza de las organizaciones sindicales (con un 35,53% de representatividad a finales de 2010, frente al 21,33% de CC OO, el 17,43% de UGT, el 15,33% de LAB y el 10,86% de otros), sino en el primer lugar en el conjunto de las organizaciones de Euskalherria.

ELA hoy no tiene mucho que ver con aquella organización sindical vasca creada en 1911, pero, desde mi punto de vista, mantiene como signos de identidad indiscutibles su carácter nacional vasco y una clara vocación de independencia económica, que le han permitido a lo largo de su historia participar activamente, con voz propia, en la construcción de un marco vasco, no sólo de relaciones laborales.

Fundada en 1911 como Solidaridad de Obreros Vascos, por un grupo de nacionalistas vascos bajo el lema "Unión obrera y fraternidad vasca", sus principios fundacionales se referían al vasquismo, al catolicismo y a la armonía de clases. Su objetivo era tanto organizar la defensa de los intereses de los obreros, como frenar el paso a la creciente influencia socialista en la clase obrera vasca.

Hasta su primer congreso (Eibar, 1929), el cooperativismo, el mutualismo y la previsión primaron sobre la acción reivindicativa, que se intensificó durante el periodo republicano, en el que ELA también participó activamente en la acción política del nacionalismo vasco, considerado éste como movimiento integral, no como facción política. A pesar de la cercanía ideológica y cultural, los dirigentes de la sindical nacionalista mantuvieron la independencia formal y organizativa, tanto del PNV como de ANV, desprendiéndose progresivamente de la tutela que pudo existir en su origen. Cada organización tenía bien delimitado su terreno y no se toleraban injerencias.

En su segundo congreso (Gasteiz, 1933) la sindical vasca contaba con más de 40.000 afiliados, frente a los 7.700 de 1929. Se incorporaron empleados, profesiones liberales, pescadores y campesinos, por lo que se adoptó una nueva estructura organizativa y se modificó el nombre de la entidad (Solidaridad de Trabajadores Vascos). Manu Robles-Arangiz asumió la presidencia, que no abandonó hasta su muerte en 1982.

En vísperas de su tercer congreso (Iruña, 1936), ELA se encontraba en alza. Preparaba un programa claro, progresista, no revolucionario. Competía por la hegemonía sindical con la UGT y se iniciaba en el mundo internacional, tras afiliarse a la CISC en 1933.

La Guerra Civil española truncó bruscamente la progresión de la sindical abertzale. Enemigos del fascismo, "como obreros, como vascos y como cristianos", tomaron parte activa en la construcción de un "orden nacional vasco" y en el esfuerzo de guerra, hasta que se vieron forzados al exilio o fueron víctimas de la represión, en forma de prisión o muerte.

Tras la guerra, la dirección de ELA, establecida en Iparralde, comenzó la lucha por la supervivencia agravada durante la II Guerra Mundial, en la que la atención a los refugiados fue objetivo prioritario. Durante la ocupación nazi, el núcleo solidario de Londres operó con carácter directivo, hasta que en 1945, con el triunfo de los aliados, con los que habían colaborado, se pusieron en marcha, de nuevo desde territorio francés, los mecanismos para el inmediato regreso a la patria.

Frustrado éste y a falta de tareas sindicales, la acción en el exterior se dedicó fundamentalmente a la propaganda, a la difusión de la causa vasca en el panorama internacional, a través de sus delegaciones en las principales capitales europeas (sobre todo París y Londres) y en toda América, donde residían importantes núcleos de solidarios exiliados.

Las innumerables penurias del exilio y de la clandestinidad no impidieron que, en 1975, los solidarios que trabajaban en el interior del país y aquella generación que tomó las riendas en 1933 y que con su tesón había mantenido viva la legalidad histórica en el exterior, se reencontraran para iniciar una nueva etapa. Ésta arrancó con la celebración del tercer congreso (Eibar-Euba, 1976), el primero tras el largo paréntesis de la dictadura franquista.

En él, ELA se definió como un sindicato vasco de clase, independiente, amplio y democrático. Ya en las elecciones sindicales de 1980, se convirtió, con un 23,39%, en la central mayoritaria en el territorio de las actuales comunidades autónoma vasca y foral de Navarra, creciendo rápidamente en afiliación y representatividad.

En 1988, la llegada de José Elorrieta a la secretaría general, sustituyendo a Alfonso Etxeberria, elegido en 1976, contribuyó al afianzamiento del indiscutible liderazgo sindical de ELA, que prosigue en esta última etapa con Adolfo Muñoz, Txiki, al frente de la organización desde su 12º congreso (Bilbao, 2008).


María Luisa Garde Etayo es doctora en Historia y autora de ELA a través de dos guerras (1936-1946), editado por Pamiela.

IMÁGENES AL SERVICIO DEL FRANQUISMO

Entierro de José Antonio Primo de Rivera
"Los artilleros son jardineros de la muerte que manejan el obús como una guadaña hacia la zona de minas...". La frase forma parte de uno de los documentales, Los conquistadores del Norte, que realizó la propaganda franquista durante la guerra, y tiene el pomposo estilo propio del vanguardismo irracionalista de Giménez Caballero, uno de los escritores falangistas que sirvieron en el bando rebelde. "Un Estado totalitario armonizará en España el funcionamiento de todas las capacidades y energías del país...": en este caso, la frase es de Francisco Franco, se refiere al régimen que pretende imponer y está incluida en otra película que, ya en 1937, buscaba proyectar hacia fuera de España la imagen del militar como estadista.

En El pasado es el destino, Rafael R. Tranche y Vicente Sánchez-Biosca recogen estos detalles al hilo de un riguroso y documentadísimo recorrido (el libro incluye un DVD con cuatro horas de imágenes) sobre un periodo esencial, y poco conocido, de la batalla de la propaganda que libran las fuerzas rebeldes contra la República. Es el que va entre abril de 1938, cuando nace en el bando franquista el Departamento Nacional de Cinematografía (DNC) como instrumento de movilización y agitación, y los primeros cuarenta, en que cesa sus actividades. El estudio se detiene en dos películas que sirvieron de estandarte a la causa franquista -España heroica (Joaquín Reig, 1938) y Romancero marroquí (Enrique Domínguez Rodino, 1938-1939)-, analiza la prensa gráfica, las fotografías y carteles que cultivaron sus consignas y examina y reconstruye cómo se armaron el Noticiario español y los documentales del DNC, que justificaban y celebraban los triunfos de los rebeldes, casi al mismo tiempo en que se producían. Los hilos argumentales que empleó la propaganda franquista procuraron degradar a las instituciones republicanas presentándolas como un Gobierno criminal y celebrar la cruzada como una gesta que redime a España de sus divisiones, consigue la unidad nacional y sienta las bases para la vuelta del Imperio. BOE, cine y franquismo, el ensayo de Raúl C. Cancio Fernández, se inicia prácticamente donde termina el trabajo de Tranche y Sánchez-Biosca. En su caso, cuenta cómo el cine que se hizo durante la dictadura franquista obedeció, más que a los impulsos de la industria y de los creadores, a las órdenes de los sabuesos del régimen. Desmenuza, pues, cada nueva ley y su inmediata influencia en las películas que se filmaron en España entre 1939 y 1975. Desde muy pronto, sin embargo, se ve cómo las mordazas que diseña el régimen no siempre consiguen evitar la heterodoxia de algunas producciones. Rojo y negro, "único filme de auténtica concepción falangista", pasó por todos los gabinetes de censura y se estrenó a lo grande en la Gran Vía en 1942. Trata de la relación entre una falangista y un comunista en el Madrid del quintacolumnismo. No gustó a las nuevas autoridades: la cinta desapareció y se establecieron nuevas consignas -apologéticas, maniqueas y triunfalistas- para ocuparse de este tipo de cuestiones.


El pasado es el destino. Propaganda y cine del bando nacional en la Guerra Civil. Rafael R. Tranche y Vicente Sánchez-Biosca. Cátedra / Filmoteca Española. Madrid, 2011. 519 páginas. 30 euros. BOE, cine y franquismo. Raúl C. Cancio Fernández. Tirant lo Blanch. Valencia, 2011. 145 páginas. 19,90 euros (electrónico: 12 euros. En ambos formatos: 26 euros).

FUENTE: EL PAÍS (BABELIA) 18 JUNIO 2011

¿TIENE FUTURO EL ESTADO AUTONÓMICO?

La indefinición sobre el modelo de organización y articulación territorial del poder político en el Estado español, ambiguo e impreciso hasta el extremo de que el título VIII de la Constitución no llegó ni a nominalizar ni a definir las Comunidades Autónomas que integrarían el entonces novedoso sistema, cobra de nuevo actualidad a raíz de la sorprendente reforma materializada de forma urgente tras el acuerdo PSOE/PP y la caja de Pandora abierta en torno a la necesidad de reabrir el debate constitucional para superar obsoletas previsiones contenidas en la norma suprema. Algunas de ellas tan llamativas como el hecho de que no se cite a Europa, a la Unión Europea, y en cambio se aluda a la especial relación de España con países como Filipinas, Guinea Ecuatorial, Andorra o los países iberoamericanos.

Esta semana política ha regresado al centro del debate, como un Guadiana que puntualmente aparece y desaparece del armario de tópicos políticos, la cuestión de la atomización competencial y del incremento de costes que representa el sostenimiento del denominado 'Estado de las autonomías'. Puede y debe debatirse sobre cómo racionalizar los costes de estructura, pero hay quienes apuestan, de paso, por avanzar hacia una uniformización del modelo, centralizando mayores competencias en manos del Gobierno central bajo el señuelo de la 'optimización' de recursos. Esta nueva tecnocracia política, aparentemente desideologizada, encubre en realidad un sentimiento de desapego hacia lo que consideran un mero apaño descentralizador que no ha traído más que problemas.

En este contexto, las divergentes posiciones políticas (constitucionalistas, nacionalistas, independentistas y federalistas, entre otras) atomizan las alternativas para encauzar definitivamente el denominado 'caso vasco', y por ello resulta preciso definir los futuros escenarios posibles de desarrollo de nuestro autogobierno. El punto de partida y que permitiría alcanzar consensos de mínimos sería el reconocimiento de una auténtica democracia plurinacional. Los ejemplos, entre otros, de Canadá o Bélgica permiten a nivel comparado comprobar que esta fórmula garantiza un punto de encuentro en el que convivir, pese a los diferentes sentimientos nacionales y los distintos conceptos de soberanía que coexisten.

La acomodación política de las minorías nacionales dentro de una democracia plurinacional debe permitir superar el presupuesto del que parte la ideología que niega la existencia de naciones sin Estado, expresada a través del concepto de que entre el Estado y los ciudadanos no hay estructuras intermedias de poder y de representación como colectividad o como pueblo. Esta teoría simplifica artificialmente el debate y elimina de un plumazo todo intento de expresión de otras realidades nacionales que conviven dentro de un Estado, como el español.

La política, la verdadera política la hacen las colectividades, no un mero factor de individualismo atomizado. Un Estado en el que conviven distintas naciones o nacionalidades con fuerte personalidad histórica, como la nuestra, no puede organizarse sobre la base del principio de unidad nacional, excluyente y exclusiva. ¿Por qué? Porque, como de hecho ocurre en las sucesivas políticas gubernamentales españolas, se acaba siempre otorgando un mayor protagonismo y una mayor relevancia a una de las naciones convivientes, generando así un agravio en el resto.

Esto no es victimismo nacionalista. Es una evidencia que debilita al propio Estado, porque genera un creciente desapego por parte de muchos ciudadanos hacia esa macroestructura de poder; son personas, individuos que creen poder reivindicar su condición de ciudadanos libres, iguales y soberanos y a la vez reclamar el reconocimiento de su pertenencia a una colectividad nacional diferenciada de la estatal dominante.

El Estado de las Autonomías que se acuñó con la Constitución de 1978 flota, se sostiene y sobrevive como un corcho a la deriva, pero no termina de hacer pie. Y no es un problema de meras competencias. Los posibles escenarios futuros podrían contemplar, al menos teóricamente, alguna de estas cinco posibilidades: 1) La involución del propio sistema, no descartable si llegasen a triunfar tesis centralizadoras que reducen todo el problema territorial a la crítica basada en la redundancia estéril e ineficaz de administraciones; 2) El raíl de la continuidad: es decir, seguir con el 'café para todos' y con la improvisación como motor de construcción del sistema, sin atajar ni abordar el verdadero problema latente; 3) Desarrollar elementos y estructuras federalizantes del Estado, a través de un federalismo simétrico; 4) implantar un auténtico federalismo plurinacional, que permitiera el reconocimiento político y constitucional explícito de una democracia plurinacional, un amplio autogobierno y una participación en los asuntos estatales anclada en la idea de bilateralidad; 5) la secesión o independencia.

¿Cómo salir de este atolladero político-institucional? ¿Cómo lograr que se reconozca con normalidad, sin histerismo ni demonización, el deseo de que nuestra condición de nación obtenga el estatus de reconocimiento institucional que la sociedad vasca mayoritariamente reclama? Habría dos vías para avanzar hacia ese objetivo. La primera, tan peligrosa para la convivencia como ineficaz en términos de resultados (y además rechazada de manera abrumadoramente mayoritaria por nuestra sociedad) sería la ruptura del marco jurídico actual a través del choque de proyectos y de ideas. La segunda, tan pragmática como necesaria, reclama avanzar por la vía reformista, sin ruptura abrupta, paso a paso, peldaño a peldaño, con dosis de paciencia, constancia y sapiencia política.
 
JUANJO ALVAREZ
CAtedrático de DCHO. INTERNACIONAL PRIVADO UPV. SECRETARIO INSTITUTO GOBERNANZA DEMOCRÁTICA.

LA MEMORIA DE "YOYES"



25 años después de su asesinato a manos de quienes fueron sus compañeros de ETA, el camino que tomó González Katarain para desmarcarse de la violencia recobra su actualidad.

«El tiempo me ha dado la razón». Esta frase, entresacada de una carta escrita por 'Yoyes' en 1984 desde su exilio en México, representa el proceso de reflexión que llevó a María Dolores González Katarain de dirigir ETA en los últimos años del franquismo a rechazar de tal forma su deriva violenta que terminó siendo víctima de sus propios compañeros. Hoy se cumplen 25 años desde que 'Yoyes' fue asesinada en las calles de Ordizia mientras paseaba con su hijo de tres años, pero muchas de sus reflexiones adquieren un marchamo de actualidad en un momento en el que el final de la violencia parece más cercano que nunca en Euskadi.

La decisión de matar a 'Yoyes', la primera mujer que había llegado a la cúpula de dirección de ETA, fue una de las más controvertidas de la historia de la organización y también una de las más contestadas entre quienes habían legitimado la lucha armada. El comunicado con el que ETA reivindicó el asesinato de 'Yoyes', que se produjo el 10 de septiembre de 1986, la acusaba de «colaboradora en los planes represivos del Estado opresor español y traidora del proceso de liberación que el pueblo trabajador vasco lleva a cabo». Sin embargo, el tiempo demostró que María Dolores González ni se había acogido a las medidas de reinserción del Estado ni había traicionado a sus antiguos compañeros, más allá de abandonar ETA en 1979 y de pedir que se respetase su decisión. De hecho, y sabedora de que su marcha podía no ser entendida en el «cerrado» mundo de la organización armada, hasta el día de su asesinato jamás hizo una declaración pública en contra de los que habían sido sus compañeros. Sus posicionamientos políticos no vieron la luz hasta un año después de su muerte, cuando familiares y amigos editaron sus escritos en el libro 'Yoyes, desde su ventana'.
 
Lee el reportaje entero en este ENLACE de EL DIARIO VASCO.
 
Y lee el artículo HACE 25 AÑOS, de Alfredo Tamayo Ayestarán en este otro ENLACE.
 
FUENTE: EL DIARIO VASCO (MIGUEL VILLAMERIEL), 10 SEPTIEMBRE de 2011

HALLAN EN MUTRIKU EL ÚNICO CRÁNEO ENTERO DE BISONTE ESTEPARIO DE LA PENÍNSULA



Estos mamíferos vivieron durante el Pleistoceno Medio y Superior (últimos 700.000 años) tanto en Europa como en el norte de Asia, hasta que desaparecieron con la última glaciación, hace 10.000 años.


Era un macho adulto de bisonte estepario (Bison priscus). Hace unos 19.000 años cayó en una sima situada en la actual Mutriku y su esqueleto se quebró en decenas de fragmentos que, tras una laboriosa labor, han permitido ahora reconstruir el único cráneo completo de su especie en toda la península Ibérica.
El hallazgo ha sido presentado hoy en San Sebastián por el paleontólogo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi Pedro Castaños, en una rueda de prensa en la que también han participado el profesor de la Universidad el País Vasco (UPV/EHU) Xabier Murelaga y la directora de Cultura de la Diputación de Gipuzkoa, Garazi López de Etxezarreta.
El descubrimiento del enorme bóvido, una especie prehistórica característica de climas fríos de la que probablemente proceden los actuales bisontes americano y europeo, tuvo lugar en 2006 por parte de miembros del grupo Munibe en el yacimiento Kiputz IX, si bien no ha sido dado a conocer hasta hoy, una vez concluida la reconstrucción de su espectacular cráneo, coronado por una cornamenta de más de un metro de envergadura entre ambos pitones.
Se trata de una pieza única y "excepcional", según ha señalado Castaños, ya que el cráneo de este animal es uno de los mejores conservados de su especie no sólo en España y Portugal, sino también en Europa Occidental.
Cazado por neandertales primero y por cromagnon después
Los ejemplares adultos de bisonte estepario, los mismos que hace decenas de miles de años pintaron nuestros antepasados en las paredes de la cueva de Altamira (Cantabria), podían llegar a pesar entre 800 y 900 kilos, ha desvelado Castaños, quien ha recordado que estos mamíferos vivieron durante el Pleistoceno Medio y Superior (últimos 700.000 años) tanto en Europa como en el norte de Asia, hasta que desaparecieron con la última glaciación, hace 10.000 años.
Durante todo este tiempo, fue cazado por los neandertales, primero, y por los cromagnon (homo sapiens) después, si bien el espécimen hallado en Mutriku murió de forma natural al caer en una sima, conocida como Kiputz IX, junto a decenas de otros animales, lo que ha convertido a esta cueva de seis metros de profundidad y dos metros y medio de diámetro en uno de los mejores yacimientos de fauna prehistórica de la península.
Castaños ha explicado que durante las cuatro campañas de excavaciones realizadas hasta ahora en este lugar, los arqueólogos han recuperado más de 12.000 fósiles casi completos de distintas especies, de los que el cráneo del bisonte es "el más excepcional por lo que tiene de raro y único".
"Pero hay otros", ha advertido el experto, quien ha aclarado que el conjunto de restos de renos extraídos de Kiputz IX será "una pequeña bomba en paleontología" ya que "va a ser la colección más importante de esta especie en toda la península", porque los esqueletos "están completos".
Hasta el momento, ya se han recuperado restos de 18 bisontes, 23 renos y 48 ciervos que cayeron en la sima, donde también han sido hallados huesos de osos, cabras montesas, rebecos y varios zorros, aunque, curiosamente, el único felino descubierto es un cachorro de león que, al contrario que los ejemplares adultos, no pudo escapar de la trampa.
"Esta es una de las ocasiones en la que los paleontólogos podemos decir que se cumplen algunos de nuestros sueños", ha confesado Castaños, quien no ha ocultado su satisfacción por que, "de vez en cuando la suerte y la causalidad", bien trabajadas, hagan "regalos como este".
[Completa esta información con este ENLACE de EL PAÍS]

FUENTE: DIARIO VASCO (EFE), 5 OCTUBRE 2011

EL GOBIERNO VASCO EN EL EXILIO COMO MEMORIA DE LA DEMOCRACIA





Finalizada la Guerra Civil, comenzó la larga dictadura franquista, pero las instituciones vascas mantuvieron, aunque difícilmente y en el exilio, una parcela de su legalidad democrática.



Pregunta. ¿Con perspectiva histórica, qué representó el Gobierno en el exilio y su lehendakari, José Antonio Aguirre?

Ludger Mees. Mi tesis sobre el personaje la tengo publicada: pese a ser un hombre muy carismático, muy buen orador, y muy aplaudido en los mítines durante la Republica y la guerra, se convierte con un halo mítico en alguien extraordinario, cuando después de su odisea por la Alemania nazi se va a América y vuelve. Nadie entonces sabe cómo lo consigue, cuando el president Companys no tiene esa suerte. Se salva y reaparece de repente en el caos de aquel momento de guerra mundial. Los testigos de época cuentan que este hombre ya se había convertido entonces no solo en un líder con carisma, sino en un mito, que se mantiene muchos años.

Iñaki Goiogana. La distancia también ayuda mucho. Las noticias que llegan aquí no son muy directas, hasta que el lehendakari publica De Gernika a Nueva York pasando por Berlín, que es un gran éxito. Es una persona que aunaba mucho, y sin Aguirre hubiera podido pasar cualquier cosa.

P. ¿Y el Gobierno en exilio?

I. G. Para muchos es una especie de luz de esperanza, de guía, sobre todo para las primeras generaciones de la guerra y la posguerra, para los que era un referente. Ir a París a la Avenue Marceau o a la Rue Singer supuso una peregrinación para mucha gente y un referente de lucha.

L. M. No hay que olvidar que fue una entidad singular porque ninguna de las instituciones republicanas llegó hasta el final del franquismo. Sabemos que la Generalitat se deshace muy pronto por los líos entre los partidos catalanistas y lo mismo pasa con las instituciones republicanas, como con su gobierno. Sin embargo, en el caso vasco, pese a varias crisis, que las hubo, y a las críticas tras la muerte de Aguirre, el Gobierno se mantiene intacto hasta el regreso de Leizaola del exilio. Por tanto, el Gobierno del exilio se convierte en una parte de la memoria histórica de la democracia en Euskadi.

I. G. Pero el exilio también tiene sus etapas. Nada más terminada la Guerra Mundial en 1945, hay grandes esperanzas durante un par de años al creer que los aliados van a intervenir y cumplir con su promesa de terminar con Franco. Es lo que habían entendido los exiliados. Hasta 1947 hay esperanzas, pero luego caen en picado. El Gobierno vasco perdura, a veces difícilmente, porque quiere perdurar, mientras los otros se rompen.

P. ¿Releyendo los textos de los dos Estatutos, se puede afirmar que 75 años después se han dado pasos enormes en el proceso autonómico?

I. G. La sociedad, hoy, también es diferente, muy distinta. Aguirre, por ejemplo, se hubiera escandalizado muchísimo de ver las iglesias vacías, estoy seguro. O igual Prieto lo hubiese hecho por otras causas. En cuanto al Estatuto, debe ser también reflejo de la sociedad en la que vivimos. Son distintos y también producto de los momentos históricos diferentes.

L. M. Es difícil comparar los dos textos por una razón evidente y es que el contexto es completamente diferente. El Estatuto del 36 es un texto muy escueto, muy breve, incuso más breve que el plebiscitado. No hay definición clara. Lo que pasa es que esto da pie a que luego, en las circunstancias de la guerra, se pueda dar una interpretación muy extensa de ese texto tan genérico. Ahora el texto de 1979 es bastante más amplio, y con unos avances en determinados temas: por ejemplo, en el del 36 se habla de Euzkadi como una región autónoma dentro del Estado integral; en este es una nacionalidad. En el del 36 no está recogido el tema de Navarra. Y ya que hablamos de fechas, y si lo ligamos con el debate que tenemos sobre cuál es el día nacional de Euskadi, donde no hay manera de ponerse de acuerdo, ¿no podría ser el 7 de octubre ese día?

I. G. Lo que pasa es que la derecha y los radicales, igual se oponen, no sé. En este país, con los símbolos, nos vamos a seguir pegando unos cuantos años más.

FUENTE: EL PAÍS (Ander Landaburu) 3 OCTUBRE de 2011
75 años de autogobierno vasco

UNA AUTONOMÍA QUE NO FUE FRUTO DE LA GUERRA CIVIL



La autonomía de Euskadi nació hace ahora 75 años con la aprobación del Estatuto y el inmediato Gobierno de Aguirre. Los historiadores Ludger Mees e Iñaki Goiogana reflexionan sobre aquel periodo.


El 7 de octubre de 1936, en plena Guerra Civil, José Antonio Aguirre se convertía enlehendakari del primer Gobierno vasco de la historia, en virtud del Estatuto aprobado por las Cortes seis días antes.

Pregunta ¿En qué circunstancias se aprueba el Estatuto de Gernika de 1936?

Ludger Mees. Para empezar, convendría acabar con una idea muy arraigada, pero no por eso más cierta, de que el Estatuto fue fruto de la Guerra Civil. Hoy sabemos perfectamente que la gestión que conduce a la aprobación del Estatuto comienza bastante antes del 18 de julio. Se inicia tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, cuando en la Comisión de Estatutos, que presidía el socialista Indalecio Prieto, con el nacionalista José Antonio Aguirre como secretario, se negocia para poder plasmar esa idea que durante tantos años había sido la primera reivindicación del nacionalismo vasco: el Estatuto. Cuando el tema ya está muy perfilado, se produce el golpe de Estado, y la necesidad de cerrar filas entre todos los demócratas acelera el proceso estatutario. Pero no es el golpe la causa de la aprobación del Estatuto.

Iñaki Goiogana. Aguirre publicaba en el diario Euzkadi todos los días en que se reunía la Comisión de Estatutos una carta de opinión informando de cómo se había avanzado. Ahí se ve muy claro que el Estatuto no es fruto del 18 de julio. Se empieza a discutir muchos meses antes, y ya tienen muy adelantado el texto cuando empieza la guerra. Esta cataliza el proceso, porque a la República le interesaba atraer a los nacionalistas vascos, y al nacionalismo vasco le interesaba el Estatuto, por el que había estado luchando durante años. El Estatuto del 36 no es algo que surja del golpe; es un proceso largo.

P. ¿Qué supone el Estatuto en ese momento de guerra?


I. G. Supone que, por primera vez, el nacionalismo toca poder y se junta con las izquierdas, con los demócratas, para enfrentarse a los sublevados. No sé si es moneda de cambio, pero en esos primeros meses de guerra los que han optado por la República están negociando entre ellos para formar, por ejemplo, el Gobierno de Largo Caballero, y el Estatuto es una de las condiciones que piden los nacionalistas. La situación de guerra, con la zona republicana dividida en dos, es una forma de lograr la unidad entre los demócratas.

P. ¿Qué supuso para la sociedad vasca, cuyo territorio ya había sido en gran parte ocupado por los golpistas?

L. M. Se puede dar una respuesta doble. La primera es que el proceso que conduce a la aprobación del Estatuto significa que una nación que hasta en ese momento se había articulado sobre todo en términos culturales ya se convierte en una nación política, porque tiene un texto básico que rige su convivencia en un documento pactado con el Gobierno central. Desde ese momento Euskadi se constituye en una identidad política administrativa con altas cotas de autogobierno. Históricamente, es una cosa muy nueva y que hay que subrayar. La segunda respuesta es que en las circunstancias concretas de la guerra, cuando buena parte del territorio, como Álava y parte de Gipuzkoa, ya ha caído, por lo menos la Euskadi democrática tiene un órgano que se ocupa de la defensa de un territorio. Ese órgano está en sus manos, dirigido directamente por el lehendakariAguirre, que pone toda la carne en el asador para que los golpistas no puedan avanzar.

P. ¿Sin guerra se hubiese aprobado el Estatuto?

I. G.

L. M. Sí, sin duda, y eso hoy en día ya no es cuestionable.

P. ¿Por qué no se pudieron consensuar textos anteriores, como el Estatuto de Estella de 1932 o el llamado de las gestoras provinciales, un año más tarde?

I. G. La República llega a raíz del Pacto de San Sebastián, donde los nacionalistas no participan, pero sí lo hacen los catalanes, y uno de los puntos de ese pacto es la autonomía para Cataluña. Entonces, la República cumple con lo que habían pactado en Donostia. Hay que tener en cuenta que en aquel momento el PNV es un partido integrista, que no se fía de las opciones republicanas, y entonces se junta con toda la derecha del país.

P. Incluso con los carlistas.

I. G. Precisamente por la defensa de la religión, porque tenían miedo a lo que podía ser la República. Eso cambia, y entonces, desde esas posiciones integristas se inicia el camino hacia el centro que se recorre durante los pocos años que dura la República. La evolución del 31 al 36 es bastante rápida.

L. M. Yo haría una valoración más crítica. Es cierto que el PNV al comienzo de la República es un partido claramente ubicado a la derecha, muy católico, incluso integrista. Eso es verdad, pero el mayor error que comete el PNV en la República es pensar que iba a ser posible conseguir su mayor reivindicación, el Estatuto, aliándose con una fuerza claramente antisistema como los tradicionalistas. Y lo hace al comienzo de la República, cuando esta todavía no se había asentado y se encontraba en pleno periodo constituyente.

P. ¿Qué papel jugó la izquierda en el proceso estatutario?

I. G. Creo que el éxito fue atraerlos al autonomismo, al centro, porque la izquierda aquí no era autonomista.

L. M. A la izquierda le cuesta asumir la característica multinacional del Estado, eso es evidente. En Cataluña es visible por que el nacionalismo o el catalanismo es un movimiento republicano y laico, políticamente cercano a los que gobiernan. Entonces no existen esas suspicacias que aumentan aquí con el PNV tras su coalición electoral con el carlismo. En la izquierda también se produce una lenta evolución como en el PNV y se dan acontecimientos importantes. En primer lugar, la acusación de la derecha al PNV de haber "convivido" con los revolucionarios del 34. Se encuentran en las cárceles y la represión es para todos, cuando el color político del Gobierno central ha cambiado a la derecha. Esto ayuda a acercar posturas. En segundo lugar, la evolución en el PNV, donde una nueva generación con el propio Aguirre, con Irujo, toma las riendas del partido y margina a gente de la vieja guardia como Luis Arana Goiri. Abren el partido y lo conducen al centro, lo que ayuda al acercamiento posterior. Y, en tercer lugar, es también importante el realismo político de Indalecio Prieto y otros, que analizan la gran victoria del PNV en las elecciones del 33 y constatan que es una realidad que no se puede obviar.

P. ¿Qué representó entonces el primer Gobierno vasco?

I. G. Creo que un factor de unidad y pluralismo. Ahí están representados desde el centro-derecha del PNV hasta el PCE. Y ahí está Aguirre como el político aglutinador, con carisma y personalidad. Es un organismo reconocido por todos y con menos conflictos de los que hubo en los Gobiernos de Madrid o Barcelona.

L. M. Para mí el mensaje de aquel Gobierno es el de la preponderancia de la democracia por encima de ideologías, la preponderancia de la idea del pacto entre diferentes. Ahí hay gente políticamente muy diversa. En los años siguientes surgieron conflictos entre ellos, pero su mensaje no solamente es válido para el 36, sino para el futuro.

P. Ese acercamiento se produjo también por la intensa relación entre dos de los líderes más carismáticos de la época: José Antonio Aguirre e Indalecio Prieto. ¿Cuál es su opinión como historiadores de ambos políticos?

I. G. Son como las dos caras de la misma moneda. Podrían ser de la misma cuadrilla: piensan diferente, pero están unidos. Lo decían ellos mismos. Aguirre comentaba que, cuando Prieto iba de México a Nueva York, nunca dejaba de pasar por su casa. También para discutir, pero siempre siendo tan amigos. Tenían la voluntad de acercarse: tú piensas así y yo de otra forma, pero estamos en la misma mesa, este es nuestro país y tenemos que salir adelante. Uno en el mundo nacionalista y el otro en el socialista hacen el esfuerzo para encontrar lo que les une y compartirlo como demócratas. El programa que pactan en Gernika en el 36 es un programa reformista de centro que podían adoptar tanto unos como otros. Es más, hoy en día nos parecería hasta de izquierdas, tal y como está el mundo.

L. M. Para subrayar lo que dices, no debemos olvidar que, para la mayoría de los nacionalistas vascos, Indalecio Prieto era sin duda la oveja negra, el enemigo, el adversario político más peligroso, porque era un líder en su mundo con el apoyo mayoritario de los socialistas vascos, o no. Luego también hubo conflictos, como cuando años más tarde pide la abolición de todas las instituciones republicanas, incluido el Gobierno vasco, para facilitar la negociación con los monárquicos, por ejemplo. Lógicamente, era una agresión a todo lo que venía de antes, pero ambos supieron mantener ese nivel de confianza. He visto un montón de protocolos confidenciales de reuniones entre líderes nacionalistas con Prieto donde hablan a tumba abierta, sin secretismos. Se cuentan lo que saben, pese a que luego igual se ponen a parir en los medios. Pero a nivel personal la confianza era absoluta.

Ludger Mees

Ludger Mees (Essen, Alemania, 1957) reside en el País Vasco desde hace dos décadas. Doctor en historia por la Universidad de Bielefeld, en su país natal, actualmente es catedrático de Historia Contemporánea en la UPV, de la que entre fue vicerrector entre los años 2004 y 2009. Es coautor, con Santiago de Pablo y José Antonio Rodríguez Ranz, deEl péndulo patriótico, una de las mejores historias del PNV, y autor de otros libros como El profeta pragmático. Aguirre, el primer lehendakari. 1939-1960.


Iñaki Goiogana

Iñaki Goiogana (Bilbao, 1962) es licenciado en Historia y archivero del Archivo del Nacionalismo de la Fundación Sabino Arana. Coautor de libros como El primer exilio de los vascos. Cataluña 1936-1939, con Gregorio Arrien, o Galindez: la tumba abierta. Guerra exilio y frustración, con Iñaki Bernardo, se encargó de la edición facsímil de los diarios dellehendakari Aguirre de 1941 y 1942, que la fundación publicó el año pasado. Es autor de numerosos artículos y trabajos tanto en euskera como en castellano.


FUENTE: EL PAÍS (Ander Landaburu) 3 OCTUBRE de 2011


EL FOTÓGRAFO CENTELLES CUMPLE SU SUEÑO AMERICANO


Nueva York, la meca de la fotografía para el reportero catalán, acoge una gran exposición con sus imágenes más desconocidas sobre la Guerra Civil




No hubo tiempo para refugiarse. Las sirenas de alarma no sonaron y el 2 de noviembre de 1937 la aviación italiana al servicio de Franco descargó unos 13.600 kilos de explosivos sobre Lleida. La mayoría de los hombres estaban en el frente de Aragón, de modo que las bombas solo encontraron aquel día mujeres, ancianos y niños. Poco después, en el cementerio de la ciudad, el fotoperiodista Agustí Centelles (El Grao, Valencia, 1909-Barcelona, 1985) hacía las que probablemente son las fotografías más duras de su carrera, como la que ilustra este reportaje: una madre arrodillada ante el cadáver de su pequeño rodeada de una hilera de cuerpos abandonados. Esta y otras 39 imágenes acaban de viajar a EE UU para la exposición Centelles in_edit_¡oh!, que se inaugura el miércoles en la Universidad de Nueva York.

La muestra ha sido organizada por el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, del Ministerio de Cultura, que compró el archivo de Centelles (10.000 fotografías) por 700.000 euros en 2009. "La exposición en Nueva York fue el pacto más importante al que llegamos con la venta del archivo", explica Octavi Centelles. "Exponer en Nueva York era un sueño de mi padre, porque es la meca de la fotografía. Allí es un arte mayor. Él había participado en una exposición colectiva en Nueva York, pero nunca solo. Pactamos con el Ministerio de Cultura exposiciones similares por el mundo a través de los Institutos Cervantes". Los hijos de Centelles aprovecharán la visita a Nueva York para ofrecer a la casa de subastas Sotheby's las copias que conservan de fotos de su padre.

La exposición ha alumbrado también un exhaustivo catálogo de 324 páginas, casi una tesis doctoral sobre la obra del fotoperiodista, con artículos de historiadores (Rocío Alcalá, Daniel Cortijo, Jesús Núñez Calvo) y documentalistas (Joaquín y Antón Gasca) y una recopilación de las revistas extranjeras que publicaron sus fotos de la Guerra Civil, entre ellas, en portada, Newsweek.

El catálogo incluye la voz del propio autor a través de entrevistas y extractos de sus diarios. "Yo quería cazar la noticia... Me rebelaba contra la tiranía del magnesio, todas las fotografías iguales... yo buscaba otra cosa, rastrear el reportaje, como un detective". Por eso, explica, compró a plazos por 900 pesetas en 1934 (entonces le pagaban 10 por foto publicada) una cámara Leica. Con ella retrató la Guerra Civil y su vida en el campo de concentración de Bram (Aude, Francia).

Las que Centelles tomó en Bram son las únicas imágenes que existen de la vida cotidiana de un campo de concentración desde dentro, porque Centelles, explica Antón Gasca, "es un interno, no un reportero que realiza una visita para documentar un reportaje. Centelles vive, come, duerme, se enferma en el campo". En Bram, por cierto, recibiría la visita del fotógrafo con el que más se le compara: Robert Capa.

En aquel campo terminó la carrera de Centelles como reportero. En enero de 1950, el Tribunal Especial de Represión de la Masonería y Comunismo le condenó a 12 años y un día de reclusión menor y a la inhabilitación. Finalmente se le conmutó la pena y tuvo que presentarse en la jefatura de policía una vez al mes hasta 1956. Ya nunca volvió a ejercer el fotoperiodismo, pero escondidos en botes de leche condensada, dento de una maleta, en una buhardilla de Carcasona (Francia) y durante toda la dictadura franquista, Centelles logra preservar sus mejores trabajos.

"Tenía en su poder información gráfica que al régimen franquista le podía haber resultado muy útil en la represión. Centelles pudo negociar, pero no lo hizo", afirma Gasca. El propio fotoperiodista explicó una vez que había escondido las fotos en aquella buhardilla "para que no fueran a parar a manos del enemigo, para que este no pudiera tomar represalias y, a través de cada uno de los personajes fotografiados, aniquilara a los últimos defensores de la República y de Cataluña". "Lo que él nunca pensó", prosigue Gasca, "es que durante 33 años más, después de recuperar Cataluña su Gobierno autónomo en 1979, seguiría ignorado por las autoridades correspondientes".

Miles de fotos de Centelles nunca han visto la luz. Solo se han expuesto unas 400 de 10.000. Los Centelles están convencidos de que si no hubieran vendido el archivo -que ahora reclama la Generalitat- al Ministerio de Cultura, la obra de su padre no tendría la difusión que se merece. "Si se hubiera quedado en Cataluña", asegura Octavi, "las fotos de mi padre no hubiesen salido de Cataluña".

FUENTE: EL PAÍS (Natalia Junquera) 3 OCTUBRE 2011