EL MAQUIS DESENTERRADO

Trabajos de exhumación en las dos fosas de Pinos del Valle (Granada). / M. ZARZA

Maravillas Martínez y Antonio Bonillo se debatían este jueves entre la satisfacción y la rabia. Ella quería aliviar de algún modo la pena con la que murió su madre, que no pudo recuperar los cuerpos de sus dos hermanos, Manuel y José Molina, mientras que Antonio Bonillo podrá llevarse los restos de su padre 65 años después. "Siempre hemos sabido que estaban aquí y no podíamos hacer nada...". La exhumación que ha llevado a cabo la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica ha permitido hallar restos de 12 represaliados del franquismo en el municipio de Pinos del Valle.

El proyecto tenía como objetivo inicial recuperar los restos de cuatro: los dos hermanos Molina y Juan Díaz y su hijo José. Todos fueron ejecutados por motivos ideológicos en mayo de 1947. La intervención junto a la iglesia de La Inmaculada, en el municipio, ha permitido localizar ocho cuerpos más. Los de siete vecinos de Almuñécar, ya recuperados, y otro vecino de Pinos que fue torturado y cuyos restos están localizados.

La ejecución de los hermanos Molina y Juan Díaz y su hijo, se desencadenó, según ha documentado el historiador José María Azuaga, después de que la Agrupación Guerrillera de Málaga secuestrara el 10 de mayo del 47 en este pueblo a un hombre, Juan Díaz Salaverri, al que acusaban de represor del franquismo. Pidieron 200.000 pesetas de rescate y, aunque hay una doble versión, unos que la familia pagó y otros que no, lo cierto es que apareció muerto el 19 de mayo.

A partir de ahí, el régimen envió al municipio al capitán de la Guardia Civil Rafael Caballero Ocaña, que era "el más duro de la provincia", según Azuaga, y se produjeron varias detenciones. Entre otras, la de un pastor acusado de colaborar con la guerrilla, Francisco Lara Malagón, que recibió durante su interrogatorio en el cuartel una paliza, de cuyos gritos dejaron constancia algunos de sus vecinos.

El 22 de mayo apareció ahorcado en su celda. Hay dos versiones, la del suicidio, que dio el régimen, y la de que lo mató la Guardia Civil, explica Azuaga, autor del libro Granada-Málaga: represión, resistencia y guerrilla (1939-1952), de próxima publicación.

Los dos hermanos Molina, de 27 y 23 años, trabajaban en el campo. Fueron fusilados y enterrados el 24 de mayo. "Pensaban que ellos sabían del secuestro y como no dijeron nada, los mataron", explica su sobrina, que es una de las promotoras de la búsqueda. Los cuerpos de Juan Díaz Díaz y José Díaz Paquez, de 50 y 18 años, han sido recuperados por deseo de su nieta, Julia Díaz. Ellos fueron enterrados el 25 de mayo.

En una fosa contigua, en terreno de lo que un día fue cementerio del pueblo, la asociación detectó otra fosa con varios cuerpos. Son siete vecinos de Almuñécar que fueron detenidos en una redada y acusados de colaborar con la guerrilla. En esas fechas en Almuñécar, octubre de 1947, funcionaba con fuerza una organización clandestina, en conexión con la guerrilla y la Agrupación de Málaga, dirigida por José María Pérez Martín, El Sombrerero, que fue un antiguo militar republicano que logró huir.

Para impedir el apoyo del pueblo a la acción clandestina y sembrar el terror, según la documentación de Azuaga, el general Julián Lasierra diseñó una acción. La orden a un teniente fue: "Coge a diez y los fusilas". Aunque el teniente acató aparentemente la orden, logró zafarse después, pero el encargo fue enviado a un oficial. Las detenciones, a vecinos peligrosos, según la clasificación del régimen, se produjeron el 9 o 10 de octubre y permanecieron en el cuartel sometidos a torturas durante el interrogatorio hasta el 19, cuando siete fueron fusilados en la sierra y posteriormente trasladados a Pinos del Valle. Dos lograron escapar y uno se salvó por amistad con un falangista. Varios pertenecían a la organización clandestina.

Los fusilados fueron Antonio Bonillo Barbero, Andrés Arnedo Carrascosa, Antonio Olivares Cervilla, Francisco Díaz López, Bolloco, José María Márquez Rivas, Antonio Arellano y Blas Pintor Guerrero.

El hijo de Antonio Bonillo contaba emocionado este jueves que puede recuperar por fin los restos de su padre, del que apenas guarda algunos recuerdos como en sueños. "La última vez que lo vi fue meciendo a mi hermana que tenía 18 meses, y también me acuerdo de cómo bailaba en el horno y yo detrás de él". Su madre, viuda con tres hijos, uno de los cuales nació después de la ejecución del progenitor, no cobró pensión. Lo daban por desaparecido. "Hemos pasado mucho y sabíamos que estaba aquí".

FUENTE: EL PAÍS (Valme Cortés), 30 AGOSTO 2012

UNA VOZ PARA LAS TRAGEDIAS: LA CÁRCEL DE ONDARRETA

Un grupo de presos sale de la cárcel de Ondarreta en 1942. / KUTXATEKA / FONDO PACO MARÍ


“Te escribo las últimas letras de esta vida [...] Consuela a mis padres”. Así se despedía de su esposa el preso Secundino Anton, en una carta escrita a finales de 1936, sabiendo que su ejecución tras la toma de San Sebastián por tropas franquistas el 13 de septiembre era ya inminente. Él fue uno de los muchos reclusos que albergó la prisión provincial de Ondarreta desde su inauguración el 7 de febrero de 1890. Su recuerdo sigue hoy vivo gracias a esa carta que, junto a otros objetos que han sido recuperados para la ocasión, se mostrará en la exposición Ondarreta, la cárcel del salitre, que la Casa de la Paz de Aiete acogerá del 5 de octubre al 12 de diciembre próximos.

La muestra que están preparando la Sociedad de Ciencias Aranzadi y el Ayuntamiento de San Sebastián aspira a ser más que un simple monográfico sobre la cárcel. Pretende “dar voz a las tragedias que se vivieron en la prisión” y mostrar las consecuencias que la Guerra Civil tuvo en la ciudad, en palabras de su comisario, Juantxo Egaña.

El recorrido histórico que sigue la exposición comienza con un ejemplar del periódico La Voz de Guipúzcoa de la primera década del siglo XX que informa del traslado de presos de la antigua cárcel de la calle Trinidad a la prisión de Ondarreta. Para poder ofrecer un “contexto rico en detalles y matices” a la historia de la prisión se le unirán otros relatos que la complementarán, creando así una imagen mucho más amplia de cómo vivió la ciudad su asedio, la guerra y la dictadura, explica Egaña.

Además de un extenso archivo fotográfico de la cárcel y de la ciudad durante el bombardeo franquista, proveniente de colecciones particulares, del Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca o de la Biblioteca Nacional, se podrán ver las fichas de los presos que fueron ejecutados de forma sumaria o piezas como un portaplumas artesanal hecho con los hilos de las camisas de los propios reclusos. Con él escribían las cartas de despedida a sus familiares antes de ser fusilados.

Militantes comunistas, republicanos, socialistas o nacionalistas vascos pasaron por las celdas de la prisión de Ondarreta, junto a quienes habían sido acusados de colaborar con ellos, como el sacerdote José Ariztimuño Olaso, Aitzol, fusilado contra la tapia del cementerio de Hernani, en octubre de 1936. “También habrá un reconocimiento a la figura de Fernando Sasiain, el último alcalde republicano donostiarra”, añade el comisario de la exposición.

La prisión de Ondarreta permaneció abierta hasta su cierre en 1948. Todos los reclusos que entonces albergaba fueron trasladado a la entonces recién abierta cárcel de Martutene hoy todavía en funcionamiento.

FUENTE: EL PAÍS (Jon Gurutz Arranz) 26 AGOSTO 2012

ISRAEL RECUERDA A LOS JUDÍOS QUE LUCHARON EN LAS BRIGADAS INTERNACIONALES

A la izquierda, el brigadista Mordechay Milman. ERETZ MUSEUM

A sus 93 años, a Tove Shlosberg aún le destellan los ojos cuando habla de su marido Shmuel y de su muerte en el que para muchos es uno de los frentes más olvidados de la Guerra Civil española, el de Extremadura. En 1937 ambos eran ciudadanos judíos de la Palestina del Mandato Británico, comunistas por convicción y se acababan de casar por un vínculo más poderoso que el establecido por la ordinaria relación contractual: sus sólidos ideales antifascistas y sus ansías de cambiar el mundo. “Queríamos demostrar que no se podía permitir que Hitler, Mussolini y Franco lo conquistaran todo. Éramos tan jóvenes...”, cuenta nostálgica esta vitalista nonagenaria.

A unos metros bucea en las vitrinas, mira con calma y señala una de las postales que le envió Schmuel desde el frente. “Siempre quise ir con él a España pero mi madre estaba muy enferma y bastantes problemas le di ya a mi familia”, explica. A los 13 años Tove ya formaba parte de las juventudes comunistas de Polonia, su país natal; a los 15 ya había estado en prisión. “No me importó que mi familia tuviera dinero, tampoco sabía muy bien quienes eran Marx o Engels, pero sí sabía una cosa: que yo sí estudiaba y mis amigos pobres no”.

Poco después su familia decidió viajar a la Palestina Británica para evitar que la benjamina roja volviera a sublevarse en Polonia, un país donde en los años 30 abundaban las detenciones de quienes eran sospechosos de abrazar el ideario comunista. “En Palestina también hice amigos y a los 17 años me afilié al partido (partido comunista judío de Palestina, creado en 1919) Aquí conocí a Schmuel y antes de cumplir los 18 nos casamos para evitar que los británicos me deportaran por comunista”.

Con sus gafas en la mano, Tove recorre pausada las vitrinas, retratos y carteles de la época por la primera exposición dedicada en Israel a la contribución de los 200 brigadistas de Palestina que sirvieron en el bando republicano, mayoritariamente de procedencia polaca y ucraniana (otros cinco árabes y doce armenios también sirvieron en sus filas)

“No solo eran comunistas, también antisionistas, por eso su memoria se ha borrado de los libros de historia de Israel”, explica Eran Torbiner, el director del documental, Madrid antes que Hanita (2006), proyectado durante la inauguración de la muestra el pasado jueves en el Museo Eretz Israel de Tel Aviv.

Durante décadas, las vivencias de estos brigadistas permanecieron únicamente en los relatos de sus descendientes o calladas en las páginas de los diarios escritos por algunos de ellos en edad ya avanzada. Es el caso de Israel Centner, un polaco que luchó junto a los republicanos en España, del lado de los rusos en la Segunda Guerra Mundial, que paró en Alemania para escribir sus vivencias bélicas (De Madrid a Berlín, 1966) y que terminó regresando a la Palestina Británica.

“Por casualidad un día conocí a Israel. Me impresionó tanto toda su historia, la de sus compañeros en su afán solidario de acabar con el fascismo que me sentí obligado a recoger sus testimonios y compartirlos con mi generación”, asegura este realizador autodefinido como “socialista, de izquierdas y antisionista como ellos, porque ni ahora ni entonces queremos un Estado solo judío, sino uno en el que el vecino de Jaffa (ciudad árabe de Tel Aviv), de Nablus o de Hebrón tenga los mismos derechos que nosotros como judíos”, apostilla.

Bajo los focos de la muestra y en escasos 100 metros cuadrados se suceden las historias, a cada cual más sobrecogedora y siempre flanqueadas por carteles donde se leen lemas como “Un solo mando contra el enemigo común (del Partido Socialista) o “Camarada, trabaja más y mejor”.

A unos metros, Vega Lechtmann observa atenta el panel con los retratos de una treintena de brigadistas. En la fila de arriba, con un parecido asombroso, está la foto de Sioma, su padre, un judío de origen austriaco que sirvió en el frente republicano de Barcelona, que terminó siendo capturado en la Francia ocupada por los nazis y trasladado al campo de concentración de Auschwitz. “A mi madre, a mi hermano y a mí nos sacó del tren un gendarme francés. Gracias a él nosotros nos salvamos”, explica en perfecto francés, mientras extrae de un sobre amarillento y cuarteado por el tiempo varias fotos de sus padres en Haifa, al norte del actual Israel.

Brigadistas olvidados que incluso llegaron a crear la Compañía judíaBotwin, nacida en el seno del batallón Palafox —de la XIII Brigada Dombrowski, integrada principalmente por polacos y ucranianos— y que llegó a editar su propio periódico en yidish (lengua de las comunidades judías centroeuropeas) Un homenaje tardío que podrá visitarse hasta el próximo 30 de octubre en Tel Aviv.

FUENTE: EL PAÍS (Ana Garralda) 24 AGOSTO 2012

"YO PARARÍA EL `DICCIONARIO´EN PAPEL"

Fernando Puell, historiador. / SAMUEL SÁNCHEZ


A principios de año, Fernando Puell, profesor de Historia Militar en el Instituto Universitario Gutiérrez Mellado de la UNED y coronel retirado, recibió una petición de la Real Academia de la Historia(RAH): completar la biografía del general Miaja, escrita por Rafael Casas de la Vega, militar franquista, que concluía en 1935, un año antes de que Miaja, como defensor de Madrid frente a los sublevados, esté a punto de “entrar en la Historia”. Otro despropósito del Diccionartio biográfico español que, en esta ocasión, no llegará a imprenta porque los desaguisados de los 25 tomos publicados han reforzado la supervisión sobre los 25 aún inéditos.

Pero la reseña no solo fallaba por incompleta. “Desde el punto de vista estilístico, era lamentable, seguía al pie de la letra la hoja de servicios, que acababa en 1935, y no decía ni qué hizo en el exilio ni cuándo murió. Les dije que necesitaba ser rehecha. Luego me pidieron firmarla en comandita con Casas de la Vega, al que conocí y me parecía encantador, y no me importó”.

La RAH trata de enmendar en silencio lo que aún no ha publicado. Pero ¿qué hacer con los volúmenes que ya están en la calle, que ya figuran en lugares tan eminentes como la Biblioteca Nacional(BNE) y que engrosarán los fondos de bibliotecas de universidades extranjeras? “Cuando un estudiante de Yale quiera buscar a un personaje español se va a encontrar ese bodrio”, censura Fernando Puell. “No entiendo que se hiciera una versión en papel. ¿Qué objeto tiene hoy? La adenda me parece absurda. La única solución es digitalizarlo y corregir los errores y no distribuir la impresa. Si fuese posible, yo pararía la versión en papel y la retiraba de la BNE”.

A lo largo de este año, la Real Academia de la Historia anunció varias medidas contradictorias para corregir algunos estropicios: difundió que habría algunas biografías complementarias, lo que supondría ofertar una definición de Franco crítica y otra hagiográfica (la de Luis Suárez, académico y miembro de la Fundación Francisco Franco). Un disparate, para la Asociación de Historia Contemporánea.

Tras el varapalo, la institución se desdijo y limitó los cambios a meros retoques. Pero varias iniciativas parlamentarias han forzado al ministro de Educación, Cultura y Deportes, José Ignacio Wert, a reclamar a la institución que informe sobre la revisión. La corrección era un requisito imprescindible para que la RAH recibiese de nuevo ayudas públicas para el Diccionario, que fueron congeladas en 2010 por decisión de la mayoría de los grupos parlamentarios (con la oposición del PP). Con el cambio de Gobierno se reactivó la subvención sin que los diputados tuviesen noticia de la corrección de errores.

Los reproches de Puell tienen un valor singular. Además del texto de Miaja, escribió para el Diccionario —que por lo demás considera una obra “imprescindible” y “muy complicada”— unas 40 biografías de militares, entre ellos el general Gutiérrez Mellado y el general Varela, amigo de su padre. “Me enviaron una lista para escoger, pedí a los personajes que conocía bien o me resultaban simpáticos, pero podría haber cogido a Almanzor sin tener ni idea. Los verdaderamente importantes estaban dados, cogidos por los académicos. No entiendo con qué criterio se asignaron las biografías”, cuenta a pocos metros de la escultura más antigua de Madrid dedicada a Daoíz y Velarde, la de la plaza del Dos de Mayo.

Puell realizó un minucioso examen de las entradas sobre militares del siglo XX y de sus autores, que le llevó a descubrir múltiples deficiencias. Entre los biógrafos más fallidos —y que más voces firma— figura José Martín Brocos Fernández, profesor de Filosofía Moral en la Universidad Dan Pablo CEU, que escribió algunas reseñas “tendenciosas”, “agresivas” y con confusiones “de bulto”.

FUENTE: EL PAÍS (Tereixa Constenla) 23 AGOSTO 2012

TELLECHEA IDÍGORAS. LA VERDAD SOBRE EL CASO CARRANZA (Alonso Escalada)



José Ignacio Tellechea ha sido considerado uno de los más importantes historiadores del siglo XX en España. El escritor abulense José Jiménez Lozano le valoraba como el historiador «que de forma más sistemática ha dado vueltas al siglo XVI y a las grandes figuras de ese tiempo». ¿Era la curiosidad o su pasión por el conocimiento del personaje las que empujaron durante su vida a biografiar a Felipe II, San Francisco Javier, Catalina de Errados, la monja alférez, Miguel de Molinos, San Ignacio de Loyola y ‘ los espirituales del siglo XVI’? pero, sobre todo, a Tellechea Idígoras hay que concederle el mérito de haber dado cima al caso Carranza, el arzobispo perseguido y castigado por la Inquisición española con el destierro a Roma desde su sede de Toledo. Su monumental estudio y el trabajo de investigación del arzobispo Carranza reúne en ocho volúmenes todo su talento y esfuerzo por dar como «visto para sentencia» histórica el famoso caso. Este estudio, que le llevó a seguir su huella y su punto final hasta la víspera de su muerte lo comenzó Tellechea a petición del médico e historiador Gregorio Marañón, quien le indicó: « Si usted me trae la transcripción de este volumen, yo me encargaré personalmente de que ingrese en la Real Academia de la Historia » . Con tal seguridad y aplomo hablaba el doctor Marañón a la vista de las dificultades del caso Carranza.

A sus dotes del gran investigador y buceador de los personajes y del tiempo histórico que ocuparon en su tiempo el guipuzcoano sacerdote dio todo su talento y la dedicación más completa de su larga vida a bosquejar y a analizar con toques sutiles de psicólogo la personalidad enigmática de un Ignacio de Loyola, el alma de conquistador de almas de un Francisco Javier, los recovecos de una monja fuera de serie como Catalina de Erauso y el claro oscuro de un Felipe II. Y como a Tellechea le atraían tanto los personajes como las dificultades de su psicología y las contrariedades de los mismos y de sus contemporáneos el historiador vasco a radiografiar a todo un Unamuno y al pintor Zuloaga con sus « glosas a unas cartas inéditas». Y qué sor presas desconocidas halla el lector en la relación epistolar entre el filósofo de «La agonía del cristianismo » y el bohemio pintor de toreros y gitanas.

En 1979 fue nombrado académico correspondiente de Euskaltzaindia y llegó a ser el fundador y director del Instituto Doctor Camino de Historia donostiarra y era miembro de Eusko Ikaskuntza y de las academias de la historia española, venezolana y guipuzcoana. Pero nuestro historiador no se apuntaba a cargos honoríficos sino a deberes y tareas. Y con su dedicación y tenacidad Tellechea no sólo entraba con su mente y su paso por la historia de España y sus contradicciones y esplendores sino también por la historia de su pueblo vasco. A esa dedicación y atención se deben los estudios sobre su San Sebastián, ‘ Martín de Loyola: viaje alrededor del mundo’, ‘Erquicia y Araoaza, dos mártires guipuzcoanos’ y los numerosos artículos y monografías que dedicó a diferentes aspectos de la iglesia, tanto en la esfera española como en la vasca.

Nos hallamos, sin duda, frente a una personalidad en materia de historia, un investigador de fiar, uno de esos servidores leales del saber y de la verdad en historia. Cuando el lector lee con deleite y con asombro su extraordinaria biografía ‘ Ignacio de Loyola solo y pie’, y observa como el biógrafo no se entretiene en encumbrar o desfigurar al santo fundador de los jesuitas, sino que lo analiza en sus debilidades y sus luchas interiores y el abandono o incomprensión de los suyos, siente que está delante de un autor veraz, un auténtico maestro de la historia.

Y ¿qué diremos de su humanidad y sentido de la amistad? Esta faceta se descubre en su libro-retrato ‘ Estuvo entre nosotros mis recuerdos de Juan XXII’. Tellechea Idígoras conoció e hizo amistad con el papa bueno en Roma y más tarde, siendo cardenal y arzobispo de Venecia, le acompañó llevándole en su coche por tierras guipuzcoanas y navarras. Y de este paseo se gloriaba el sabio diciendo que habían sido sus mejores días en compañía del cardenal Roncalli. Hay que leer este libro de recuerdos para darse cuenta de la grandeza de alma de Juan XXIII y de Tellechea Idígoras.

El sabio investigador pasó una parte muy importante de su vida en su lugar preferido; el encantador pueblecito de Ituren. Ahí, entre mugidos de vacas y los ladridos de pastores alemanes, en la humedad del pueblo tranquilo, José Ignacio estudió, escribió, meditó muchas de sus páginas preferidas. Y por voluntad o elección propia quiso ser enterrado en la paz del camposanto de Ituren. Tellechea había nacido en San Sebastián pero había elegido Ituren como su lugar de descanso definitivo.

Alonso Escalada

FUENTE: DIARIO VASCO 20 AGOSTO 2012 

"!MÁTANOS. ACABA CON TODOS"!

Bernabé Sáez muestra una foto de su hermano Damián, cuyos restos acaba de recuperar. /ÓSCAR RODRÍGUEZ


Bernabé Sáez tenía 10 años en 1936 cuando los falangistas mataron a su padre y a dos de sus hermanos en menos de un mes. La misma edad con la que vio a su madre sin pelo, con la cabeza rapada, después de haberle gritado al falangista que la llevaba a rastras al Ayuntamiento con sus cuatro hijos: “¡Asesino!. ¡Mátanos aquí a todos y ya no quedará nadie de Los Pelos! [mote por el que era conocida la familia]”.

Por supuesto, Bernabé no pudo olvidar aquella imagen. Acababa de perder a su padre y a sus dos hermanos. Ahora, acaba de recuperar los restos de uno de ellos, Damián, que tenía solo 22 años cuando lo mataron. Es uno de los 134 fusilados exhumados por la Agrupación de Familiares de los asesinados en los Montes de La Pedraja (Burgos) en los veranos de 2010 y 2011. "Llevaba buscándolo desde que tengo uso de razón", explica. Damián ha sido el  primer identificado por ADN. “Ahora tememos que el nuevo Gobierno no nos dé el dinero que necesitamos para identificar al resto”, explica Miguel Ángel Martínez, presidente de la asociación.

Después de que mataran a su padre, Damián había huído al monte sin armas, porque no las tenía.  "Un día vino al pueblo. Yo lo vi. Estaba tan pálido...", recuerda Bernabé, emocionándose. "Enseguida lo detuvieron y se lo llevaron a la prisión de Burgos y de ahí a la Pedraja,fusilado, a la fosa. Lo mataron por sus ideas. Por ser de izquierdas. Era un trabajador del campo. Además limpiaba botas en el café de Santo Domingo de la Calzada. Muchos años después fui al bar, a ver si seguía allí la caja de limpiabotas. Y estaba". Bernabé la llevó al emocionante acto en el que más de 70 años después, pudo enterrar los restos de su hermano junto a los de su padre.

Después de matar a su padre y a sus dos hermanos, los falangistas les echaron del pueblo. Un hombre les prestó una caseta de campo. Hasta allí fue a buscarles un falangista apodado El Tuerto, que después de tirar el perol de patatas que Benita cocinaba para sus cuatro hijos, la llevó a rastras hasta al Ayuntamiento para raparle la cabeza, darle aceite de ricino y provocar la estremecedora escena que Bernabé no ha podido olvidar: "¡Asesino! ¡Mátanos a todos!...". Después los metieron a todos en una camioneta y los dejaron en el lavadero de un pueblo llamado Baños de Rioja. "Dormimos allí y por la mañana el alcalde nos dijo que allí no nos podíamos quedar y nos pusimos a caminar por carreteras hasta que llegamos a Treviana, y allí  mi madre se puso a trabajar en la siega y mi hermano el mayor, de 13 años, la ayudaba..."

Pasaban hambre. "Yo quería darle a mi madre una vida mejor, una comida mejor... y empecé a robar. Nos lo habían quitado todo. Nunca robé otra cosa que no fuera comida en casas, en tiendas...", recuerda Bernabé entre lágrimas. "Me detuvieron, salí de la cárcel y delinquí otra vez. Estuve en muchas prisiones: En Madrid, en Gijón, en Santander...Cuando salí, me echaron dos años más por deserción en un batallón disciplinario en El Aaiun. Quedé libre en 1962. Jamás, jamás, volví a robar a nadie".

Bernabé está “feliz” por haber encontrado a Damián. “Fue muy emocionante. Ahora me falta recuperar los restos de mi hermano  Eusebio. Lo mataron en otro pueblo y está en una cuneta. Cuando lo encuentre, podré estar tranquilo”. Tiene 88 años. Casi lo ha conseguido.

FUENTE: EL PAÍS. 17 AGOSTO 2012

LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA RETOCARÁ 46 RESEÑAS BIOGRÁFICAS


Nuevo informe de la comisión de la Real Academia de la Historia sobre las correcciones que necesita el Diccionario Biográfico Español. Se anuncia como definitivo. En esta documento, según Europa Press, se propone realizar la redacción complementaria de diez biografías, la revisión parcial de seis y la matización de una treintena. No se informa, sin embargo, de cuáles serán complementadas ni revisadas ni si entre ellas figura la de Franco, una de las reseñas más polémicas porque omitía su condición de dictador y silenciaba todos los episodios de represión desarrollados durante su régimen. El texto fue encargado a Luis Suárez, académico e historiador especializado en la Edad Media y cercano a la familia Franco.

Este informe apenas contempla variaciones respecto al realizado a finales de 2011 y considerado como el primer informe de la comisión. Tras haber examinado 500 voces de personajes nacidos entre 1875 y 1931, especialmente militares, políticos y eclesiásticos, concluyeron que una debería excluirse, 14 revisarse “enteramente” y 16 “habrán de retocarse”. Cuatro fueron consideradas “de contenido opinable”.

En junio de 2011, la Real Academia de la Historia creó una comisión para revisar y corregir la obra, forzada en parte por Ángel Gabilondo, entonces ministro de Educación, y en parte por las presiones de los grupos políticos parlamentarios, que decidieron paralizarle la subvención mientras no se revisasen sus contenidos. Esta comisión estaba formada por cuatro académicos (Carmen Iglesias, Carmen Sanz Ayán, Vicente Pérez Moreda y Faustino Menéndez Pidal) y dos historiadores externos, Juan Pablo Fusi y José Varela Ortega.

Las correcciones se incluirán en una adenda, donde constarán  los principios generales que han informado la actuación de la comisión; una fe de erratas con los errores cronológicos; un recordatorio con las denominaciones homologadas, entre ellas porque se ha utilizado "Ejército Popular" para denominar a las tropas republicanas, ya que así se autodenominaban, y por el mismo principio de autodenominación, unificar el término "Ejército Nacional" para designar a las fuerzas contrarias.

Según este informe, al que ha tenido acceso Europa Press, también deberán incorporar las bibliografías complementarias propuestas , complementos a ciertas voces y referencias cruzadas para matizar el contenido.

FUENTE: EL PAÍS, 15 AGOSTO 2012

"POR AMOR A ESPAÑA" (Julián Casanova)

El Teniente General Sanjurjo en Sevilla el 10 de agosto de 1932

El 10 de agosto de 1932, el general José Sanjurjo se sublevó en Sevilla contra la República. Declaró el Estado de guerra y en la clásica tradición del pronunciamiento militar publicó un manifiesto, redactado por el periodista Juan Pujol, director de Informaciones y agente del millonario Juan March, en el que se anunciaba la disolución de las Cortes y la toma del poder por una Junta provisional. Lo hacía “por amor a España”, para “salvarla de la ruina, de la iniquidad y de la desmembración”.

Fuera de la capital andaluza, sin embargo, nadie consiguió sumarse al golpe, y Sanjurjo, al comprobar que se había quedado solo y que sus subordinados se negaban a enfrentarse con las tropas procedentes de Madrid, abandonó la ciudad. Fue detenido en Huelva, unas horas después, cuando intentaba ganar la frontera portuguesa. Así acabó lo que se conoció después como la “sanjurjada”, la primera sublevación militar contra la República, poco más de un año después de su proclamación.

Ruidos de sables hubo ya desde el verano de 1931, cuando se conocieron las primeras medidas de la reforma militar de Manuel Azaña, duramente combatidas por un sector de la oficialidad y por los medios políticos conservadores. Los primeros intentos conspirativos fueron neutralizados muy pronto, aunque algunos militares y un grupo notable de civiles alfonsinos comenzaron a buscar apoyos exteriores en la fascista Italia, algo que iban a repetir las conspiraciones militares y civiles contra la República. Sanjurjo no mostró mucho interés al principio, pero su destitución como director general de la Guardia Civil tras los luctuosos sucesos de Arnedo de enero de 1932, que dejaron 11 muertos en la plaza de esa localidad riojana, y su traslado a la dirección de Carabineros, un puesto de menor relieve, le hicieron cambiar. Lo consideró un castigo y empezó a pensar que había motivos para sustituir a esa República por una dictadura.

El compromiso de Sanjurjo animó y unió a otros, aunque la organización era bastante deficiente y la falta de discreción permitió a las Fuerzas de Seguridad del Estado controlarlos y detener el 15 de junio al general Luis Orgaz, uno de sus cabecillas. La insurrección, no obstante, estaba ya decidida y, antes de que el Gobierno de Azaña pudiera desarticular completamente la trama, los conspiradores la fijaron para el 10 de agosto. En las primeras horas de ese día, un grupo de militares y civiles armados, al mando de los generales Barrera y Cavalcanti, intentaron tomar el Ministerio de la Guerra y el cercano Palacio de Comunicaciones. 
Varias unidades de la Guardia Civil y de Asalto sofocaron la rebelión, en la que murieron nueve sublevados y unos cuantos quedaron heridos. En otras provincias del sur, la insurrección fracasó también. Solo en Sevilla el general Sanjurjo logró arrastrar por unas horas a la guarnición militar y a las unidades de la Guardia Civil, hasta las 3.30 horas, cuando desde el Ministerio de la Gobernación informaron a la prensa de que la rebelión “había quedado liquidada”.

El castigo para los sectores militares, de la aristocracia y de la extrema derecha que habían participado en la sublevación fue severo. Varios centenares de militares fueron destituidos por su intervención o complicidad y 145 jefes y oficiales fueron deportados a la base sahariana de Villa Cisneros, en aplicación de la Ley de Defensa de la República, como se había hecho con los anarquistas unos meses antes. Muchos periódicos conservadores fueron suspendidos y notables monárquicos fueron detenidos o tuvieron que huir a otros países.

Al ministro de la Gobernación le llegaron telegramas de muchas ciudades y pueblos pidiendo “ejemplar castigo” para Sanjurjo e incluso “última pena”. Manuel Azaña, por el contrario, percibió desde el principio la necesidad de no hacer de él un mártir, como había hecho la Monarquía con Galán y García Hernández tras el fracaso de la sublevación de Jaca, y anotó en su diario de 25 de agosto de 1932: “Procuremos no incurrir en un yerro análogo. Se ha de acabar con la historia de los levantamientos y con los fusilamientos, haciendo ver que esas acciones no producen ni gloria. Más ejemplar escarmiento es Sanjurjo fracasado, vivo en presidio, que Sanjurjo glorificado, muerto”.

Y así fue. Condenado a muerte por un consejo de guerra, “como responsable en concepto de autor de un delito consumado de rebelión militar”, la pena fue conmutada por cadena perpetua, pese a que Santiago Casares Quiroga, ministro de la Gobernación, se opuso porque pensaba que el indulto “rompe la firmeza del Gobierno, alienta a los conspiradores y nos impide ser rigurosos con los extremistas”. El indulto provocó disturbios en varias ciudades, “chispazos de la cólera popular contra Sanjurjo”, escribió Azaña.
Sanjurjo estuvo preso en el penal cántabro de El Dueso, hasta que, amnistiado por el Gobierno de Alejandro Lerroux en abril de 1934, estableció su residencia en Portugal. Desde allí encabezó otro golpe contra la República en julio de 1936, de fatales consecuencias porque causó una guerra civil, aunque no pudo ver su desenlace. Murió el 20 de julio, cuando la avioneta que debía trasladarlo a España, pilotada por Ansaldo, se estrelló nada más despegar del aeródromo de Cascais. Había encabezado dos rebeliones militares en cuatro años. “Por amor a España”.

Julián Casanova es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza.

FUENTE: EL PAÍS, 10 AGOSTO 2012

NUESTROS TATARABUELOS ERAN TRES


Los paleoantropólogos Meave Leakey y Fred Spoor recogen fósiles en Kenia. / MIKE HETTWER (CORTESÍA DE NATIONAL GEOGRAPHIC)
  • Tres fósiles hallados en Kenia demuestran que hubo dos especies coetáneas al ‘Homo erectus’
  • Las piezas ubican un polémico cráneo

La idea sencilla de que la evolución en general, y la humana en particular, es una cadena de especies que se suceden una tras otra, es claramente incorrecta. La ciencia, los fósiles de los seres del pasado que se van encontrando, lo desmienten. En realidad, la evolución se parece más a un árbol y, a menudo, es difícil desentrañar la maraña de ramas. El último descubrimiento de fósiles del entorno de nuestros antepasados aclara el panorama precisamente de hace unos dos millones de años, cuando surge el género Homo, pero haciéndolas más complicadas que la tradicional sucesión lineal de especies. El hallazgo se concreta en tres fósiles de hace entre 1,7 y 1,95 millones de años encontrados en el norte de Kenia por el equipo que dirige una de las más famosas y respetadas paleoantropólogas del mundo: Meave Leakey.

La conclusión la resume ella misma: “Dos especies del género homo, el nuestro, convivieron con nuestro antepasado directo, el Homo erectus,hace casi dos millones de años”. La biodiversidad era una realidad en los inicios de nuestro linaje, hace en torno a dos millones de años.

Los nuevos fósiles son un esqueleto facial y una mandíbula inferior, ambos bien conservados, y otra mandíbula pero fragmentada, que se presentan hoy en la revista Nature. Fueron hallados entre 2007 y 2009 en Koobi Fora, cerca del lago Turkana en el Norte de Kenia. Es una región riquísima en fósiles de homínidos y la líder del equipo, Meave Lekey, es la científica ahora más destacada de la saga familiar de los famosos Louise y Mary Leakey, que fueron los pioneros de la búsqueda de los ancestros humanos en África.

Entre los primeros homínidos que, a diferencia de otros primates, eran claramente bípedos, hace unos cuatro millones de años, y el Homo sapiens, que emerge hace 200.000 años más o menos, hay numerosas ramificaciones, muchas especies emparentadas extinguidas, callejones evolutivos sin salida... Los paleontólogos, poco a poco, buscando y estudiando fósiles, van reconstruyendo el árbol en que se inscribe la historia del hombre. Esta última investigación de Leakey se refiere a un tramo central de esa larga historia de cuatro millones de años.

Para comprender el hallazgo los científicos se remontan a un cráneo casi completo descubierto en 1972 y denominado 1470. Exhibe un rostro plano y alargado con una capacidad craneal considerable. Pero le faltan los dientes y la mandíbula, lo que dificultaba hasta ahora su identificación como especie, porque bien podría corresponder a un ejemplar macho de la denominada(Homo habilis), de menor tamaño corporal y más grácil, o tratarse de una especie diferente. La duda es muy importante en este caso porque, por su antigüedad, hace unos dos millones de años, el cráneo se sitúa justo en la base del linaje humano, más o menos cuando aparece en la historia evolutiva el ya menos primitivo homo erectus, que es claramente un antepasado del Homo sapiens.

Los científicos atribuyen las tres piezas que presentan en Nature a la misma especie que la del cráneo 1470. “Y es significativo que se han encontrado en un radio de 10 kilómetros del lugar donde se halló aquel fósil”, recalcan los investigadores. “Los nuevos fósiles nos dicen, por primera vez, cómo serían los dientes y la mandíbula del 1470 y nos permite separar la colección de fósiles que no son de H.erectus en dos grupos con características claramente diferenciadas”, añade Leakey.

El especialista Bernard Wood aclara en Nature el panorama resultante en este intricado ramaje del árbol evolutivo: el H. Habilis es una especie diferente del H. Rudolfensis (el cráneo 1470 más los nuevos fósiles), y ambas muestran rasgos más primitivos que el H. erectus. Pero para Wood no está claro aún cuál de las dos primeras sería la especie ancestral de la tercera. Incluso señala la hipótesis de que no fuera ni la una ni la otra, y que tanto H.Habilis como H.Rudolfensis resultaran pertenecer a un linaje diferente del ancestral del Homo sapiens.

Muy prudentemente, Leakey y sus colegas se limitan a escribir que “los nuevos fósiles confirman la presencia de dos especies contemporáneas del género Homo primitivo, además del H. Erectus, en África oriental durante el pleistoceno”.

Seguramente los esquemas actuales de la evolución humana se verán en el futuro como claramente simplistas, dice Wood. Pero algunas cosas van quedando claras: “En el origen del género Homo había mucha más diversidad de lo que algunos pensaban, algo que, sin embargo, sabemos que es habitual en la evolución de otros animales”, resume el paleontólogo Ignacio Martínez. “Nuestra evolución, una vez más, no es nada especial”.

Especie madre, especie hija... y tía
El último hallazgo de Meave Leakey en Kenia zanja una discusión antigua en la paleontología, reflexiona Juan Luis Arsuaga. Y marca un buen tanto, considera, a favor de un modelo moderno de la evolución de Darwin frente a su interpretación más clásica. El problema se puede resumir con la cronología: ¿cómo relacionar varias especies del género Homo correspondientes justo a su periodo de arranque evolutivo, hace en torno a dos millones de años?

Lo más sencillo, explica Arsuaga, sería emparejarlas y encadenarlas. El Homo habilis y el Homo rudolfensis serían en realidad la hembra y el macho de una misma especie que darían lugar evolutivamente al Homo erectus,nuestro antepasado. “Es la explicación fácil”, reconoce este paleontólogo (codirector de Atapuerca). “Pero los fósiles no se dejan meter en este esquema sencillo”.

En la interpretación clásica de la evolución, continúa explicando este experto, una especie, en conjunto, da lugar a otra, se transforma. Por tanto, es imposible explicar cómo esas especies pueden vivir a la vez. Sin embargo, con el modelo evolutivo denominado del equilibrio puntuado, destaca Arsuaga, la especie antepasada y la derivada pueden ser contemporáneas transitoriamente. “Una especie no se transforma toda ella en la nueva, sino que una parte de la primera pervive durante un cierto tiempo y, por tanto, puede existir a la vez que la derivada: la madre y la hija”.

Ahora Leakey demuestra que los fósiles de H. habilis que se habían descubierto no deben interpretarse como correspondientes a la hembra de H. rudolfensis, sino que se trata de dos especies diferentes del mismo género Homo. “Así que tenemos conviviendo, hace unos dos millones de años, la especie madre (H. habilis), la especie hija (H. erectus) y ahora la especie tía (H. rudolfensis), que luego se extinguiría”, concluye el paleontólogo español.

FUENTE: EL PAÍS (Alicia Rivera) 8 AGOSTO 2012-08-10


Ver la misma noticia en este enlace de EL DIARIO VASCO (9 AGOSTO 2012)

DONOSTIA / SAN SEBASTIÁN, NUEVA DENOMINACIÓN OFICIAL


La Diputación Foral de Guipuzkoa ha aprobado la modificación del nombre oficial del municipio de “Donostia-San Sebastián”. La Orden Foral publicada en el Boletón Oficial de Gipuzkoa es definitiva y, por tanto, pone fin a la vía administrativa, según señalan fuentes del consistorio.

El objetivo del expediente remitido en su día por el ayuntamiento y aprobado hoy es "la utilización de forma indistinta en función del idioma que se vaya a emplear". La orden de modificación señala que "el municipio tiene un nombre en euskera 'Donostia', que se utilizará en los textos en euskera, y otro en castellano; y cuando ambos nombres deban ser utilizados de forma simultánea, se separarán con el símbolo '/', que deberá ir precedido y seguido de un espacio".

El ayuntamiento donostiarra recuerda en una nota que en el informe solicitado a la Real Academia de la Lengua Vasca, Euskaltzaindia, se recoge que, según las normas ortográficas aprobadas por dicha institución, la escritura correcta del nombre bilingüe del municipio es Donostia / San Sebastián. Por lo tanto, en adelante se aplicará la norma académica 141 de Euskaltzaindia y pasa a ser incorrecta la anterior denominación: 'Donostia-San Sebastián'.

La iniciativa de modificación del nombre fue promovida por el Gobierno Municipal de Bildu. El Pleno inició el procedimiento para la modificación del nombre del municipio el 28 de diciembre de 2011 y el 30 de mayo de 2012, el mismo Pleno aprobó el nombre oficial por unanimidad.

Nerea Txapartegi, delegada de Euskara, ha destacado que "este Gobierno Municipal ha hecho suya una tendencia arraigada con total naturalidad en la sociedad. El uso del nombre Donostia está muy extendido, siendo este utilizado incluso por quienes no hablan euskara; es decir, las personas monolingües utilizan Donostia con total naturalidad".

Txapartegi considera esta aprobación "un gran avance en la normalización lingüística y también en utilización de una toponimia correcta. Donostia es la ciudad del euskara y el nombre se lo otorga su propia naturaleza, porque, como dice el refrán, todo lo que tiene nombre existe". La delegada ha querido también agradecer al resto de partidos que se hayan unido a la iniciativa de Bildu, ya que así se demuestra que es posible adoptar acuerdos por unanimidad.

FUENTE: DIARIO VASCO 7 AGOSTO 2012 

HISTORIA, CONMEMORACIONES Y MEMORIA POPULAR (Julián Casanova)


La conmemoración del bicentenario de la Constitución de 1812 ha mostrado una vez más cómo puede utilizarse el pasado para justificar el presente. Los políticos lo hacen a menudo: deforman la historia para adaptarla a sus propios fines. Y lo pueden hacer escogiendo mitos o lugares comunes que explican sus argumentos o distorsionando las pruebas para llegar al fin deseado. Tiran de la historia, porque toca ese día o porque la agenda lo exige, pero, en realidad, la aproximación que hacen es todo menos histórica, pura invención.

En el acto oficial que tuvo lugar el pasado 19 de marzo en el Oratorio San Felipe Neri de Cádiz, tanto Mariano Rajoy como el rey Juan Carlos se refirieron a la labor realizada por aquellos diputados como fuente de inspiración para afrontar las dificultades actuales. El pasado hecho presente, aunque sólo en las partes que cumplen la función deseada. La Constitución de 1812 sería “un eslabón decisivo en el esfuerzo para la liberación de la Patria” (palabras del Rey) o “una de las mayores aportaciones a la cultura política universal” (Rajoy). Ocurrió, sin embargo, que fue derogada muy pronto por un rey Borbón y que un sector muy importante de aquella sociedad, de esos que se supone querían liberar a la Patria, encabezados por la nobleza y la Iglesia católica, lo que defendieron fue restaurar el absolutismo y mandar a la soberanía nacional a la cárcel y al exilio.

El principio de soberanía nacional, que entonces significaba el reconocimiento de que el poder residía en la nación, el conjunto de ciudadanos, sin distinción de los privilegios que otorgaba el Antiguo Régimen a los estamentos, era la base del liberalismo frente a la monarquía absoluta. Se trataba de limitar la autoridad del rey, separar los poderes, suprimir los privilegios y reconocer las libertades y derechos individuales. Eso era lo nuevo de la cultura política liberal que había comenzado a nacer en Inglaterra, en el movimiento de independencia americano y con la revolución francesa. En vez de subrayar esos valores, reprimidos después durante tanto tiempo, lo que han destacado los discursos oficiales es la “unidad nacional” y el “espíritu de concordia”, las motivaciones patrióticas, en suma, que mejor sirven al presente.

Pese a lo bonita que puede resultar la celebración, no hay un hilo conductor que una aquel pasado de 1812 con el presente, como si la historia de España de los siglos XIX y XX hubiera sido una lucha continua del “pueblo” por mantener sus libertades. La historia dice más bien lo contrario: las constituciones del siglo XIX que más duraron fueron muy conservadoras y el siglo XX, hasta 1978, estuvo marcado por las dictaduras y la negación del constitucionalismo. La Constitución republicana de 1931, en el papel la más democrática de todas, que otorgó por primera vez el voto a las mujeres e introdujo, por ejemplo, el matrimonio civil y el divorcio, sufrió ataques frontales desde el principio y la derecha católica, con José María Gil Robles a la cabeza, pidió su “revisión total” por ser “tiránica”, “persecutoria”, “vergonzosamente bolchevizante”, antes de que un golpe de Estado y una guerra civil la liquidaran. Ninguna institución democrática actual ha querido o se ha atrevido a conmemorarla, celebrarla cuando cumple años (80 el pasado diciembre), y menos todavía reconocerla.

Esas declaraciones interesadas sobre la historia, ampliamente difundidas por los medios de comunicación, contribuyen a articular una memoria popular sobre determinados hechos del pasado, hitos de la historia, que tiene poco que ver con el estudio cuidadoso de las pruebas disponibles, entendidas en el contexto en que se produjeron. Planteada de esa forma, la historia rescata tradiciones inventadas desde el presente y proporciona lecciones morales.

Rajoy apeló a ese pasado glorioso, “celebración de unos patriotas”, para mostrar “que en tiempos de crisis no sólo hay que hacer reformas, sino que también hay que tener valentía para hacerlas”. Podría haber usado el mismo pasado para demostrar que las cosas no tienen por qué ser de la manera que son ahora, que en tiempos difíciles la gente puede encontrar caminos de resistencia, que hay alternativas y que algunos avances del pasado ocurrieron a través de la lucha y el conflicto.

Las visiones históricas están sujetas a revisión y cambios con el tiempo, porque la historia no es una mera narración de hechos, vacía de interpretación, sino un análisis del pasado fundamentado en las pruebas disponibles. Aunque el conocimiento del pasado está limitado por las disputas entre historiadores, por los diferentes puntos de vista, por la tensión entre subjetividad y objetividad, lo que debe siempre evitarse es buscar los hechos más convenientes para apoyar las ideas favoritas.

No situar los hechos en su contexto histórico apropiado conduce a perspectivas ahistóricas y a leer el pasado con los ojos del presente. Promover una buena educación sobre la historia quizás parezca ahora irrelevante, “con la que está cayendo”, frase preferida para evitar cualquier posición crítica o pensamiento analítico, pero, mientras tanto, las celebraciones oficiales siguen alimentando relatos míticos, simplificados, para consumo popular, a mayor gloria del poder.

Julián Casanova es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza.

FUENTE: EL PAÍS, 25 MARZO 2012

13 ASESINADOS Y NINGÚN JUEZ EN ESPINOSA DE LOS MONTEROS



En un macabro rectángulo de apenas ocho metros cuadrados se cuentan nueve esqueletos, todos boca abajo; uno de ellos corresponde a un menor, un chico de 16 años de nombre Claudio Sainz. Entre la tierra rojiza, a un metro de profundidad, las botas que llevaban el 20 de octubre de 1936 las víctimas asesinadas por los falangistas en Espinosa de los Monteros (Burgos) han aparecido bien conservadas. A solo 200 metros, hay otra fosa con los restos de cuatro mujeres. El proceso de exhumación comenzó el pasado lunes y aún queda trabajo para el equipo de especialistas que encabeza el forense Francisco Etxeberria, a los que se ha unido un grupo de 30 alumnos de la Universidad del País Vasco(UPV) y de la Autónoma de Madrid.

Familiares de las víctimas aseguran haber notificado el pasado 22 de febrero al juzgado de la zona, el de Villarcayo, la inminente exhumación. Pero ningún juez ha visitado las fosas. Un auto del Tribunal Supremo del p'asado 28 de marzo establece que son los jueces territoriales los que deben practicar diligencias y personarse en las fosas en estos casos. En Espinosa de los Monteros aún no han visto a ninguno.

Para los estudiantes, la apertura de la fosa es su primer trabajo de campo, el paso a la práctica de los conocimientos adquiridos en sus clases de Criminología y Antropología Física. Virginia Jiménez, alumna de Etxeberria en el segundo curso de Criminología en la UPV, anotaba este jueves en una ficha todos los detalles del horror que se ha descubierto al cavar entre la acera y el jardín de la casita blanca que ocupa el número 12 de La Riva, uno de los pocos casos en los que la fosa se encuentra en un entramado urbano. 
“Tratamos de no perder la más mínima información para trasladarla a la investigación en el laboratorio”, explicó. Antes de la descripción de la fosa y de elaborar un croquis sobre la situación de los restos, los estudiantes recopilaron testimonios de familiares de los muertos. “Es la parte que corresponde a la psicología forense, conocer cómo viven en el entorno de las víctimas el proceso de hallazgo de los restos y su exhumación”, añadió. Es lo que los estudiantes de Criminología consideran “una buena clase práctica”.

Nueve esqueletos hallados en una fosa en Espinosa de los Monteros. / LUIS ALBERTO GARCÍA

A solo 200 metros de ese jardín, la aparición de una peineta en uno de los cráneos demostró que tenían razón los vecinos de Espinosa de los Monteros cuando apuntaban a esa zona cuando se hablaba del lugar donde fueron a parar cuatro mujeres, asesinadas en el pueblo un día después que los hombres.

Virginia Jiménez y sus compañeros de investigación han descubierto en la primera fase de su trabajo que los restos presentan fracturas en el cráneo por entrada de bala, y huesos rotos en las extremidades, algunas previas y otras posteriores al fallecimiento, lo que lleva a interpretar que parte de las roturas fueron causadas por el maltrato anterior al fusilamiento. Entre los restos de las mujeres buscarán pruebas que determinen si una de ellas estaba embarazada. “Era la esposa de un preso fugado de la cárcel de Burgos, asesinada en represalia por lo ocurrido con su marido”, relataban los estudiantes después de conocer los detalles por el testimonio de los familiares allí presentes. Estos les han contado que se llamaba Amelia y era la nuera de Celestino Zorrilla, otro de los ajusticiados, enterrado en la fosa de La Riva. Zorrilla, propietario de una fábrica de alpargatas, murió a manos de los falangistas del pueblo por “socialista”. El menor hallado en la fosa fue acusado de pasar información al bando republicano.

Espejo hallado en la fosa de las mujeres. / ÓSCAR RODRÍGUEZ

No han encontrado ni restos de balas ni de sus respectivas vainas, por lo que se afianza la hipótesis de que no fueron asesinados en el mismo lugar donde fueron enterrados. “Es parte de la investigación que se desarrollará en el laboratorio”, señaló una de las especialistas de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Las fotos que han realizado los técnicos y los estudiantes en prácticas han documentado el proceso y los detalles.

La zona se urbanizó hace unos 45 años. Hasta entonces no era más que un camino a las afueras del pueblo, donde se sabía con tanta certeza que estaban enterradas las víctimas de los falangistas que cada 1 de noviembre los familiares acudían a poner flores, como si fuera una tumba del cementerio. Cuando se construyó la vivienda unifamiliar en la parcela donde se ocultaba la fosa, respetaron el entorno.

Además de los estudiantes de Criminología, también acudieron a ver la fosa una decena de alumnos del máster de Antropología Física de la Complutense. El forense Francisco Etxeberria recuerda que a los grupos que han trabajado en las zanjas donde se arrojaron las víctimas del franquismo se han ido uniendo técnicos de distintas especialidades, pero hasta ahora nunca se habían incorporado estudiantes.

Técnicos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y futuros forenses, en la fosa. / ÓSCAR RODRÍGUEZ


Después de cuatro días de trabajos la expectación ante la excavación se había reducido el jueves al mínimo en un día frío y lluvioso. La primera reacción al ver los esqueletos en el hueco abierto entre una acera y un jardín privado era el silencio. “Asistir a la apertura de una fosa común es una experiencia que cambia para siempre la apreciación”, defiende Etxeberria. El forense ha acumulado la suficiente experiencia en la apertura de más de un centenar de fosas del víctimas del franquismo para saber que los familiares no exageran al relatar lo que les han transmitido. “Se ha vuelto a demostrar que lo que cuentan, lo que se recuerda en los pueblos, es cierto”, dice. También sabe con certeza que la visión de la apertura de una fosa común cambia para siempre la forma de enfrentarse a la memoria histórica. Los estudiantes como Virginia Jiménez lo atestiguan.

FUENTE: EL PAÏS (Eva Larrauri) 6 ABRIL 2012

MANUAL DE COMBATE


Ángel Viñas es uno de los más importantes historiadores españoles entre los que se han dedicado a investigar la Guerra Civil, la República y el franquismo. De sus esfuerzos y su inmensa capacidad de trabajo han salido a la luz conclusiones decisivas para esos tres periodos de nuestra historia reciente. Incluso, fue uno de los impulsores de un aspecto metodológico, propuesto por Santos Juliá, que a mí me parece muy feliz, como es el de marcar que la República y la Guerra Civil son hechos diferenciados enormemente relacionados pero que no tienen una continuidad obligatoria desde el punto de vista del análisis.




Esa cuestión marca a fuego uno de los motivos que más disputas han provocado entre historiadores españoles en los últimos años. Para los historiadores militantes del franquismo, la guerra no fue sino el resultado lógico de la trayectoria republicana. Para casi todos los demás, la guerra fue el resultado de un golpe fallido que no era históricamente obligatorio, sino consecuencia de la voluntad de una parte del ejército de romper el régimen republicano para refundar un Estado nacional-católico en España. Esa es la línea roja que separa al cerrilismo franquista de las muy diversas aproximaciones que se han producido en torno al asunto.

Contra esta historiografía franquista —a estas alturasmuy periclitada, por no decir insignificante— se declara en guerra Ángel Viñas cuando enuncia las bases ideológicas de este volumen en que se reúnen trabajos de 34 especialistas. Y el motivo más inmediato es la publicación del tristemente famoso Diccionario biográfico  español de la Real Academia de la Historia, que incluye junto a intervenciones rigurosas algunas voces panfletarias amparadas por Gonzalo Anes y Carmen Iglesias. En principio, solo con ver el plantel de firmantes de este diccionario, que se autodefine de combate, el empeño parece excesivo, algo así como matar moscas a cañonazos. Desmontar las visiones franquistas que recoge el diccionario de la RAH no necesita de esfuerzos mayores. Por eso, hay otro escalón más, que está dedicado a desarbolar, una vez más, las desvergonzadas versiones de gentes como Pío Moa o César Vidal sobre los tres periodos analizados. Algo que ya hizo, con enorme ponderación, en su momento, Enrique Moradiellos y que hicieron también algunos más cuando los best sellers reaccionarios ocuparon las estanterías de los comercios.

Pero hay un tercer escalón que me parece que es el sustancial, por mucho que no figure entre las intenciones que Viñas fija en el prólogo y el mismo Viñas, acompañado por Alberto Reig Tapia, desgrana en los dos últimos capítulos del volumen. En realidad, al leer estos dos fragmentos, la intención del libro parece mayor, parece marcada por el impulso de definir las líneas rojas que no pueden ser traspasadas por nadie a riesgo de caer etiquetado en el club de los reaccionarios neofranquistas. Y aquí vienen los problemas internos de coherencia, y los externos cuando, como si de censores se tratara, avisan a todos los demás de hasta dónde se puede llegar. Reig Tapia se atreve incluso a definir a los que no sean obedientes con lo que a él le parece un ingenioso neologismo: son historietógrafos.

El problema de la coherencia interna lo provoca el que la gran mayoría de los autores invitados a participar en el combate no están por la labor, sino que hacen un honroso resumen de sus trabajos anteriores, casi sin excepción a la altura de lo que se pide en un buen manual. José-Carlos Mainer, Joan Maria Thomàs, Enrique Moradiellos, Ferran Gallego, Paul Preston, Ángel Viñas y muchos otros entre esa extensa nómina de autores hacen un retrato muy pertinente del state of the art de las investigaciones que siguen sucediéndose sin pausa sobre los tres periodos. Buenos resúmenes a modo de manual y, por supuesto, dado lo limitado del espacio y la urgencia del acontecimiento, no investigaciones novedosas. Pero sí útiles y precisas casi en todos los casos. Ese trabajo no va más allá de los límites que cada uno se marca. Casi ninguno de ellos intenta señalar dónde acaba la decencia y dónde empieza la miseria. Cuentan, y bien, lo que saben, lo que han investigado durante muchos años. Pero su participación está metida dentro del envoltorio, dentro del bocadillo que forman la introducción y los capítulos finales. Yo dudo mucho de que la mayoría de los autores del libro se sientan identificados con la arrogancia insultante que destilan esos capítulos. Y me consta, desde luego, que muchos no coinciden en absoluto con las líneas rojas que se trazan para estar dentro de la corrección política que definen.

Hay tres asuntos que, desde mi punto de vista, muestran la obsesión de los combatientes y que forman parte de las cuestiones que sí son muy discutibles y, por tanto, ya que vivimos en una sociedad democrática, están siendo discutidas por historiadores que no son franquistas y se tienen bien ganado el sueldo de rigurosos.

El primero de ellos es el de la necesidad (no se sabe por qué) de definir a Franco como el más sanguinario de los dictadores. Pues sí, es algo que cualquiera escucha y no se conmueve. Sus cifras de asesinatos son para figurar bien destacadas en el ranking universal de la crueldad. Pero intentar convencernos de que fue más cruel que Hitler y solo menos que Stalin es difícil, y más lo es si nos atenemos al argumento de que su represión fue mayor que la que ejerció el nazi contra sus connacionales antes de la guerra. Franco mató más comunistas, socialistas y demócratas que Hitler, es cierto. Pero desligar a Hitler y su maniaca pulsión asesina por periodos es abusivo: Hitler exterminó a diez millones de eslavos y a casi otros tantos judíos. Por mucha inquina que se le tenga a nuestro canalla, hay que reconocer que no llegó a tanto. Y Franco mató en la represión durante la guerra y los seis años posteriores a mucha más gente que Mussolini y Hitler antes de la guerra por razones políticas. Las cifras comparativas son desmesuradas en contra de Franco. Lo que pasa es que también son arbitrarias en el uso, porque un “historietógrafo” cualquiera podría decir que la República que presidió Azaña fue peor que el régimen de Hitler porque también en la retaguardia republicana se mató a más opositores que en la Alemania hitleriana. Peras y manzanas. Hay que saber tratar magnitudes homogéneas. Sobre esto el acuerdo podría ser muy fácil y no exige mucho despliegue científico de cifras que se manejan a capricho: Franco fue un descomunal asesino. ¿Necesitamos las comparaciones con Hitler para convencer a nadie o nos basta con sus propias cifras?

Otro de los tópicos recurrentes en esta historia de combate es el de asentar la tesis de que la represión republicana fue, casi siempre, obra de descontrolados. Paracuellos, que es el hecho paradigmático de esa represión, es, para los ideólogos de la obra, una excepción. Sin embargo, historiadores no franquistas han avanzado mucho en una incómoda evidencia: en la retaguardia republicana hubo una serie continuada de acciones que respondían a la planificación. No estaban planificadas por el Gobierno, y mucho menos, por Azaña, pero en ellas participaron grupos políticos y sindicales que defendían a la República y tenían, incluso, responsabilidades de gobierno. El ministro caballerista Ángel Galarza, el ministro anarquista Juan García Oliver, los comunistas Margarita Nelken o Santiago Carrillo no fueron ajenos a lo que sucedía en las calles de Barcelona o Madrid entre julio y diciembre de 1936. En este segundo asunto, la ira de nuestros combatientes cae sin ningún rigor y con especial inquina sobre un historiador inglés de origen español (republicano), Julius Ruiz, autor de un discutible en algunos puntos, pero magnífico y documentadísimo estudio sobre la represión en el Madrid revolucionario de 1936, aunque aparecido con el desafortunado título de Terror rojo. Ruiz se lleva la palma de los epítetos por sus incómodas tesis. Como si fuera un Moa.

El tercero de los tópicos que define otra línea roja es el de que Franco quería una guerra larga para así poder matar mejor, más a gusto. Fue una idea de Dionisio Ridruejo, expandida por Juan Benet y adoptada por Paul Preston e Hilari Raguer. La idea no casa bien con el hecho de que Franco siguió matando a buen ritmo una vez acabada la guerra. Pero, sobre todo, está basada en el deseo de hacer su figura más repulsiva. La documentación que reposa en los archivos militares demuestra que no fue así, demuestra con rotundidad que el llamado caudillo tuvo que hacer una guerra larga porque enfrente tenía un ejército que le plantó cara. Además, no era un genio de la guerra, pero tenía con él buenos técnicos a los que gobernaba con su visión política. Ni qué decir tiene que está perfectamente documentado que Franco intentó tomar Madrid durante toda la guerra. No pudo o no supo. Pero querer, quería.

Hay, por tanto, una triple lectura en el libro. Lo mejor es que casi todos los textos componen un buen manual. Lo que debe ser puesto en duda es que haya que aceptar ni una sola prohibición de las que arbitrariamente se marcan para pertenecer al selecto club de los combatientes, ni aceptar el reduccionismo que lleva a considerar de un plumazo como neofranquista a cualquier disidente de las normas básicas aquí marcadas. Sobre estas líneas rojas que se trazan con tanto vigor, cabe recordar los versos de Quevedo: “No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca, ya la frente, silencio avises o amenaces miedo”.

En el combate por la historia. La República, la Guerra Civil, el franquismo
Ángel Viñas (editor)
Pasado y Presente. Barcelona, 2012
973 paginas. 33 euros

FUENTE: EL PAÍS (Jorge M. Reverte), 14 ABRIL 2012


CABALLEROS DE MATXITXAKO

Bacaladero armado. Puente del 'Gipuzkoa', gemelo del 'Nabarra' y que también participó en la batalla de Matxitxako; los marinos exhiben sus dos ametralladoras 'Steyr' de 8 mm. y un fusil ametrallador 'Hotchkiss'. :: DAVID SEYMOUR (LA MALETA MEXICANA)

Un vigía del crucero 'Canarias', con un millar de marinos a bordo y en misión de caza por el Cantábrico, avistó el humo del convoy republicano a las 14.40 horas del 5 de marzo de 1937. Un vapor se recortaba contra el horizonte, 30 millas al Norte del puerto de Bilbao. Había mar gruesa del Oeste, con olas de casi cinco metros y fuertes chubascos y turbiones que azotaban las cubiertas.
El gigantesco 'Canarias' venía de batirse con el pesquero artillado 'Gipuzkoa', al que perseguía ahora tras causarle cinco muertos y numerosos daños. El propio Manuel Galdós, comandante del bou, gobernaba, herido, el barco desde la popa con el timón de respeto. La andanada del destructor había alcanzado el puente, matando al piloto y al segundo y había dejado el pesquero al garete.
El capitán de fragata Salvador Moreno, comandante del 'Canarias', ordenó seguir el rumbo del 'Gipuzkoa', que dejaba una estela de humo y fuego, pero sin perder de vista la línea de la costa. Debía evitar que el crucero entrara en el radio de acción de los cañones costeros de Punta Galea y Punta Lucero. De la enfermería le llegó un escueto informe: el guardiamarina José María Chereguini Lagarde, con las piernas amputadas por un disparo del 'Gipuzkoa', agonizaba en el sollado.
Las máquinas lanzaron al buque, con sus inconfundibles cuatro torres dobles erizadas de cañones, capaces de hacer blanco a 22 kilómetros de distancia con proyectiles de 113 kilos, a toda velocidad tras su presa. 25 nudos. Pero hubo de desistir ante la posibilidad de ser batido desde tierra.
El serviola del crucero de la flota sublevada observó entonces otra columna de humo entre el temporal. Era el mercante 'Galdames', con 173 pasajeros a bordo y una carga de tres toneladas de monedas de níquel de 1 y 2 pesetas para el Gobierno de Euzkadi, que quería llegar también a Bilbao. La confusión de la noche, el navegar en silencio radio y sin luces y, en fin, la mala mar, desbarataron el orden del convoy republicano que había zarpado la víspera de Baiona y de los bous de escolta. El comandante clavó la vista en el mercante. Al no hacer caso de las señales del buque de guerra para que detuviera su andar, Moreno ordenó dos disparos con las piezas de 120 mm. que alcanzaron al 'Galdames' en el puente bajo y en la carbonera central, provocando una carnicería. «El remedio fue eficaz, al instante izó bandera blanca y paró máquinas», escribiría luego en su informe Moreno.
En el tiro al blanco
El 'Canarias', con su superioridad incontestable, enfiló poco después hacia un nuevo enemigo. Otro bou. Se trataba del 'Nabarra', un bacaladero artillado con dos modestos cañones Vickers de 101,6 milímetros, al servicio de la Marina Auxiliar de Guerra de Euzkadi y en misión de escolta.
En realidad, era el antiguo 'Vendaval', armado en Aberdeen para la compañía Pesquerías y Secaderos de Bacalao de España (PYSBE), un auténtico veterano del Ártico y Terranova y de las agotadoras campañas de seis meses de los bacaladeros. El casco había sido pintado de un gris aplomado con ínfulas militares que no lograba disimular su honrado pasado laboral.
A bordo venían 49 hombres bravos, un conglomerado variopinto de marinos mercantes y pescadores voluntarios llegados de toda España(la mayoría, vascos) y al mando de Enrique Moreno Plaza, un murciano de la Unión con 30 años recién cumplidos y el culo pelado por el océano, al que le gustaban las motos y la mar. Afincado en Pasajes, acababa de casarse en Navidades con Natividad Arzac, hija de un farmacéutico del puerto guipuzcoano. Nunca lo supo, pero Enrique Moreno, todo un galán con su uniforme azul marino y su gorra de la Mercante, había dejado a Natividad en tierra, embarazada.
No había nada que hacer. Aún así, Enrique Moreno ordenó zafarrancho de combate. El comandante alzó su voz sobre el ruido de la máquina y ordenó ponerle proa al mastodóntico buque de guerra y disparar a mansalva con el cañoncito de proa. Nadie rechistó. En los bacaladeros la disciplina era sagrada y jamás se discutía una orden de aquellos tipos bregados. «Los capitanes eran queridos y respetados», asegura el historiador Juan Pardo San Gil, especialista en la batalla de Matxitxako, de la que mañana se cumplen 75 años.
El 'Canarias' se empleó a fondo. Desde 7.000 metros lanzó una andanada con las piezas de 203 mm. que acertó en el puente y roció después la cubierta con metralla disparada por los cañones de 120.
El 'Nabarra', un barco muy marinero de 65 metros de eslora, trató de jugar sus bazas, escondiéndose entre el alto oleaje, enmascarándose en los chubascos, cambiando de rumbo sin cesar para dificultar el tiro de los militares y tratando de acercarse al 'Canarias' para poder dispararle con sus dos cañones «bastante bien dirigidos y manejados», como reconoció el propio comandante enemigo en su informe. El combate duró una hora. «Otros dos impactos de grueso calibre, casi consecutivos, consiguieron acallar las piezas y lo pusieron en situación insostenible».
A bordo del 'Nabarra', su comandante reunió a los hombres y les dijo que prefería hundirse con el barco a entregarlo, pero que ellos eran libres para abandonarlo. Se botaron dos lanchas y subieron a bordo 20 hombres. Otros 29 (había ya varios muertos; los fogoneros, abrasados por la explosión de las calderas) se quedaron a bordo, orgullosos de su destino. El marmitón Juan Elguezábal blandió un cuchillo, asomado en cubierta, y se encaró a lo lejos con los marineros del buque de la Armada franquista, como confirma el historiador Juan Pardo. «¡Venid si tenéis huevos, cabrones!», les gritaba animado por el coñac. Poco antes de anochecer, se escuchó un estampido y hubo una gran llamarada. El 'Nabarra' se fue a pique y todos los supervivientes fueron condenados a muerte.
Pero es aquí donde esta historia da un giro espectacular y la batalla del cabo Matxitxako adquiere tintes míticos.
Manuel Calderón y López Vago, de Deba (Gipuzkoa), capitán de corbeta y comandante de tiro del 'Canarias', demostró, según relata el escritor Arturo Pérez Reverte, «una admiración por la valentía del enemigo derrotado, una compasión y calidad humana que situaron en el mismo plano de grandeza moral (...) a vencedores y vencidos». Calderón, destinado como edecán naval al Estado Mayor de Salamanca, trabó allí amistad con Carmen Polo de Franco y con el propio general, a quien aburrió con sus peticiones de clemencia. «Son unos héroes y merecen vivir», le espetó al Caudillo. «Y lo eran, aquel día todos lo eran», resume desde su hogar sobre el puerto de Bermeo Juan Azkarate, 91 años, último superviviente del 'Araba', otro de los bous artillados de la Marina Auxiliar de Euzkadi.
El 30 de noviembre de 1938 Franco firmó el indulto para los 20 supervivientes del 'Nabarra' a instancias del comandante Moreno (que llegó a ministro de Marina) y de Calderón. Pero este último no se contentó con salvarles la vida. Veló por ellos e hizo cuanto estuvo en su mano para ayudarlos. «En el franquismo, y con sus antecedentes, no lo tenían fácil. Calderón se ponía su uniforme y les acompañaba a pedir un préstamo, a conseguir un trabajo... Hizo todo lo que pudo por los hombres del 'Nabarra'», apunta Juan Pardo.
El ocupante de Hendaya
El propio Calderón posee también una biografía fuera de lo común. Además de su encomienda ante los supervivientes del 'Nabarra', el marino hizo algunas sonadas: ocupó Hendaya cuando era comandante naval del Bidasoa aprovechando la desbandada de los militares franceses ante el avance de Hitler, dio refugio a pilotos aliados abatidos al otro lado de los Pirineos (en sus memorias, subraya Pardo, escribió que cobijó a un tal Robert Mitchell o Mitchum «que se hizo famoso en Hollywood»), ordenó quemar los valiosísimos archivos cuando llegó a la comandancia de Marina de Santander y cometió la terrible falta de pedir al Ejército de Tierra que se hiciera cargo de la factura de una comida de gala para la oficialidad del buque escuela 'La Argentina'... Esa gota colmó el vaso y quedó sin destino. Pero aún así siguió ayudando a los del 'Nabarra', quienes le visitaron y le correspondieron haciéndole padrino de varios de sus hijos y nietos.
El 'Nabarra' duerme a 2.000 metros de profundidad, en la fosa de Cap Breton. Las cualidades que adornaron a los hombres enfrentados en aquel combate parecen, hoy, haberse ido también a pique.

IRARGI: HASTA LOS TATARABUELOS Y MÁS ALLÁ

Siglos de historia. El Centro del Patrimonio Documental de Euskadi, en Bergara, contiene gran parte de nuestra memoria.FELIX MORQUECHO

En la versión resumida de su acepción más seria, la genealogía es «el estudio y seguimiento de la ascendencia y descendencia de una familia». Una de las webs relacionadas con esta disciplina más conocidas y concurridas la define, por su parte, como «un pasatiempo emocionante disfrutado por millones de personas en el mundo». 'Estudio' o 'pasatiempo', puede ser cuestión de matiz, pero también reflejo de dos visiones distintas de una misma, o parecida, actividad.

Si tradicionalmente la genealogía, que tiene su correspondiente formación universitaria, estaba reservada a especialistas y vinculada, además de a la curiosidad histórica, a la necesidad de acreditar la pertenencia a determinado linaje por razones generalmente prácticas, en la actualidad se ha convertido en un entretenimiento al alcance de cualquiera.

Borja Aguinagalde, experimentado historiador y archivero, director de Irargi, el Centro del Patrimonio Documental de Euskadi, dependiente del Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, califica de «furor genealógico» el interés que en los últimos diez o quince años está despertando la historia familiar, subrayando, además, que Euskadi es un lugar especialmente idóneo para dejarse llevar por la curiosidad retrospectiva, puesto que dispone de un sistema único en Europa de acceso público a los archivos históricos que la pueden satisfacer.

La 'moda' que, cómo no, nació en Estados Unidos - 'Raíces' y Kunta Kinte se presentan a menudo como detonantes-, floreció con la eclosión de las nuevas tecnologías y está alcanzando el grado de pandemia con la etiqueta 2.0 y las redes sociales, plagadas de ciudadanos que buscan sus orígenes, de aplicaciones supuestamente idóneas para hacerse un árbol genealógico multimedia en un pispás y de avispados emprendedores que, por procedimientos diversos y no siempre suficientemente claros, rentabilizan las ganas universales de saber de dónde venimos y quiénes somos.

La versión colaborativa y cooperativa de la existencia que, supuestamente, garantiza eso que llaman web 2.0 permite a algunas empresas del ramo asegurar que «estamos resolviendo el problema de la genealogía invitando al mundo a construir online el árbol genealógico definitivo». Unas y otras alardean de disponer de millones de registros en los que, a nada que nos esmeremos, encontraremos un espacio para injertar nuestra ramita en el denominado 'árbol genealógico mundial'.

Un paseo por el espacio de la genealogía virtual basta para descubrir varias redes familiares 'más grandes del mundo', así como para comprobar con qué ahínco nos solicitan muchas de ellas nuestras direcciones de correo electrónico y las de esos allegados en compañía de los cuales queremos llegar hasta los tatarabuelos y más allá. Tampoco faltan, junto con propuestas serias, ciberespecialistas que con dos datos nos hacen el árbol genealógico completo y nos dotan del correspondiente escudo heráldico previo pago de su importe.

En ese universo en constante expansión destaca por su peso y por un rigor que, pese a algunas reticencias, por lo general no le niegan los especialistas, la Biblioteca de Historia Familiar de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días, véase mormones. La biblioteca propiamente dicha está en Salt Lake City (Utah, EEUU) y contiene, entre otros materiales, millones de microfilmes cuyo número no deja de crecer. 

Esta iglesia cuenta también con una red mundial de más de 4.500 Centros de Historia Familiar (los hay en Bilbao y en San Sebastián) y con una web (familysearch.org) que, francamente, justifica una visita, aunque al final resulte que el candidato a antepasado haya nacido en 'Ceganra, Spain' en lugar de haberlo hecho en Zegama, hipótesis más verosímil.

Aunque para seguir o intuir las peripecias americanas de muchos de nuestros antepasados herramientas como Familysearch pueden ser útiles a la par que entretenidas, bucear en los antecedentes familiares es especialmente sencillo y fiable en Euskadi. Tanto en su sede de Bergara como a través de su página web, Irargi, el Centro del Patrimonio Documental de Euskadi, ofrece a los usuarios acceso a una cantidad ingente de documentación. A los efectos que nos ocupan, la fuente más relevante y más utilizada son los Registros Sacramentales de los Archivos Históricos Diocesanos del País Vasco, accesibles también desde las webs respectivas.

Millones de registros sacramentales (bautismos, confirmaciones, matrimonios y defunciones) con límite en el año 1900 trazan el paso por la historia de millones de vascos. Por millones se cuentan igualmente los euros que, mediante un convenio de colaboración con las diócesis de Bilbao, San Sebastián y Vitoria, ha destinado el Gobierno Vasco a la indización y digitalización de los libros sacramentales de los fondos de las parroquias concentrados en los respectivos Archivos Diocesanos, así como a su difusión por internet.

El resultado de esa iniciativa conjunta no solo ha sido ejemplar, sino que ha tenido una gran respuesta por parte del público. En lo que respecta a Irargi, «las dos terceras partes de nuestros usuarios se interesan por ese tipo de información», afirma Aguinagalde, certificando que el perfil más habitual corresponde a «una persona jubilada con tiempo libre» y que, en la vertiente virtual del servicio, 100.000 usuarios al año y 2 millones de páginas vistas sorprendieron por su magnitud incluso a los responsables de recuento de un buscador más que acostumbrado a las grandes cifras.

Se trata, en general, «de gente normal y corriente, pero muy entusiasta». Aguinagalde reconoce que a esos usuarios «les cuesta aprender a investigar, pero lo hacen a medida que van buscando». Como en Irargi no andan muy sobrados de medios «esa parte pedagógica y de orientación es la más complicada de nuestro trabajo, pero como servicio al público es nuestra obligación». Tiene en mente «un pequeño tutorial pedagógico» para facilitar y hacer más productivas las pesquisas. Y todo es posible en la época de cambios y novedades que se producirán en los próximos meses en la gestión del patrimonio documental vasco...

LOS DATOS

Irargi

Sede: Palacio Rekalde. Bergara.

Teléfono: 943 762840

Web: http://www.snae.org

Recursos en línea: Búsqueda de referencias en Badator. Consulta de los Registros Sacramentales de los 
Archivos Históricos de las tres diócesis. Búsquedas en el censo de archivos de EASN/SNAE.


Archivo Histórico Diocesano

Sede: Paseo de Hériz, 82. San Sebastián. Atención al público: martes a viernes de 9.30 a 13.00 y lunes de 15.30 a 19.00.

Teléfono: 943 212 000 (es imprescindible concertar citap revia para consultar sus fondos)Web: http://mendezmende.org

Recursos en línea: Búsqueda de Registros Sacramentales Históricos (hasta 1900) de Gipuzkoa.

FUENTE: DIARIO VASCO (Nerea Azurmendi) 4 MARZO 2012