16. NH LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN
PARTE I 00:00-01:12 Introducción
PARTE II 01:12-03:06 Vida de Carlos IV (1788-1807)
PARTE III 03:07-05:24 Fontaineableau - Motín de Aranjuez y Abdicaciones de Bayona (1807-1808)
PARTE IV 05:24-08:20 Goya
PARTE V 08:22-14:02 Guerra y Revolución (1808-1814)
PARTE VI 14:10-17:36 Constitución de Cádiz (1810-1814)
ANTONIO VENEGAS Y AZPEITIA (Javier Zudaire)
La posición del obispo ante el fenómeno brujeril fue
valiente y clara: «Mucho de lo que publican de niños y mujeres mozas y de
hombres es imputado falsamente»
Hace 400 años, el 9 de julio de 1610, don Antonio Venegas de
Figueroa, obispo de Pamplona, contestó con documento de su secretario, Gonzalo
de la Palma, a la petición que le habían dirigido los alcaldes y regimiento,
cabildo y clerecía de Azpeitia, en nombre de la villa. Le habían requerido al
Padre Ignacio de Loyola como Patrón y Abogado y deseaban guardar fiesta el día
31 de julio, aniversario de su muerte, con culto de altar e imagen. Basaban su
deseo en que el nuevo beato era natural de la villa y «en otras razones y
causas, que hay para ello muy urgentes».
Contestó el obispo de Pamplona dando licencia a lo que se
pedía, vistas las razones que se aducían y «otras, que en particular nos
mueven». Desde entonces, Azpeitia celebra la fiesta de San Ignacio y le honra
como Patrón, juntamente con San Sebastián, titular de la parroquia local. A lo
largo de la historia, la fiesta y la devoción han tenido sus más y sus menos,
que en este espacio no es posible relatar: ni en sus comienzos, pues ya en 1611
los festejos taurinos fueron tema de discusión; ni en su realidad actual, que
es espejo de la compleja y contradictoria sociedad nuestra. Al recordar el
contexto histórico en el que surgió el Patronazgo ignaciano, señalaremos tres
puntos que suscitan especial interés :
1º) Azpeitia pertenecía a la diócesis de Pamplona en 1610,
como también en tiempo de San Ignacio y durante siglos. Todavía más: por lo
menos desde el siglo XII la mayor parte de Gipuzkoa perteneció a la diócesis
iruñesa. Sabemos que Arnalt de Puyana, obispo de Pamplona, fue el primer obispo
del que dependió la parroquia de Azpeitia, al ser creada la villa, en 1310
(ahora hace 700 años). Con razón escribió José Goñi Gaztambide, el más
cualificado historiador de los obispos de Pamplona: «Porque así como Navarra
fue madre de reinos, el Obispado de Pamplona lo fue de diócesis». Como es
sabido, Azpeitia pertenece ahora al Obispado de San Sebastián, nacido en fechas
recientes.
2º) Don Antonio Venegas trabajó notablemente en el cultivo
del euskara en la catequesis y en las predicaciones de su diócesis, con un
notable sentido del valor de la cultura. Ya que «no se puede hacer bien lo que
es bueno, ni evitar lo que es malo, si no se sabe». Además, como atestigua Koldo
Mitxelena, promovió el obispo un concurso literario en lengua vasca con ocasión
de la fiesta del Corpus, «porque no es razón que la lengua matriz del Reino
quede desfavorecida».
3º) No parece acorde con la historia el silencio que se ha
hecho en torno a don Antonio en el tema de la brujería vasca, por ejemplo en
los actos que tuvieron lugar en Zugarramurdi, el 27 de marzo del presente año,
en recuerdo del aniversario del auto inquisitorial de Logroño, de 1610 (ver DV,
28.03.10, pg. 14). La posición del obispo ante el fenómeno brujeril fue
valiente y clara, como escribió en más de una ocasión: «mucho de lo que
publican de niños y mujeres mozas y de hombres es imputado falsamente, nacido
todo de la demasiada diligencia que los comisarios de la Inquisición han hecho,
ahora sea movidos de buen celo, ahora con fines particulares».
FUENTE: DIARIO VASCO (JAVIER ZUDAIRE | SANTUARIO DE LOYOLA),
14 JULIO 2010
"EL INTEGRISMO QUE SE INTRODUCE EN EL SIGLO XVIII ES EL GRAN DRAMA DE EUSKADI" (A. Otazu y J.R. Díaz de Durana)
Alfonso Otazu y José Ramón Díaz de Durana en Vitoria. / PRADIP J. PHANSE |
Alfonso
de Otazu (San
Sebastián,1949), historiador y discípulo de Julio Caro Baroja, y el catedrático
de Historia Medieval de la UPV, José Ramón Díaz de Durana (Vitoria, 1956), son dos expertos que
han querido contar, fuera de toda mitificación, la historia apasionante de los
vascos obligados a emigrar desde la Edad Media hasta el siglo XIX.
Cuando la historia se muestra apasionante. Así puede describirse el
libro El espíritu emprendedor de los vascos (Silex Ediciones), que Alfonso de
Otazu y José Ramón Díaz de Durana han publicado hace apenas un año. En él
describen con todo rigor, gran amenidad y apabullante erudición, una historia
del País Vasco desde la baja Edad Media hasta el siglo XIX: la de una sociedad
que, empujada a emigrar a Castilla y más tarde a América huyendo de la pobreza,
desarrolla ese talante práctico y emprendedor que la distingue aún hoy.
Pregunta. ¿Son realmente los vascos más emprendedores?
Alfonso
Otazu. Claramente. El presidente del Círculo de Empresarios vascos afirmó
hace unos meses que lo que nos diferencia del resto de España es que aquí
nuestros abuelos sabían ya lo que era una empresa. Hace muchas generaciones que
sabemos lo que es una compañía, sabemos asociarnos para ganar dinero, y eso no
tiene que ver con razones étnicas, sino históricas.
Díaz
de Durana. Hemos emigrado toda la vida porque la sociedad vasca expulsa a sus
gentes, fruto de un sistema de herencia o de otras fórmulas más radicales. Eso,
obviamente, acaba poniendo las pilas a todos para buscarse la vida y
organizarse.
A. O. Y es que, además de la demografía adversa, los vascos han sido capaces
de organizar esta emigración. Frente a la estamental sociedad castellana, los
vascos disponían de un sistema sociológico peculiar, las hermandades de las
villas, que se alían con la Corona, a la que interesaba nuestro territorio como
salida al mar, mientras Castilla nos interesaba como sociedad de acogida para
los excedentes de población. Para favorecer esa emigración decimos en Castilla,
que es una sociedad dividida en dos estamentos, que todos los vascos son
hidalgos.
D. de
D. Eso
suponía una gran ventaja para los que emigran frente a los otros. Porque los
vascos eran hidalgos y, como tales, tenían privilegios fiscales. Pero también
tenían capacidad de ejercer oficios viles, como trabajar la tierra, en las
ferrerías y, por supuesto, en el comercio.
A. O. Hay que imaginar a un vasco que llegaba a Castilla con lo puesto y lo
primero que hacía era inscribirse en el padrón de los hidalgos. Y mientras el
resto de hidalgos responde más a la caricatura de Cervantes, éstos sudaban y
trabajaban en actividades productivas. Eso provocaba escándalo y oposición,
pero este sutil planteamiento se jugó con la complicidad de la Corona.
P. Destacan
también en su obra la conciencia de clan que caracteriza a los vascos y que
tanto les ha beneficiado.
A. O. Eran pocos, tenían un estatus legal similar y una lengua que contribuía
a la identificación inmediata. En el momento de la gran emigración, en el siglo
XVI, todo esto facilita mucho su unión. Además, el vascuence estimula la
confianza, un factor clave en las relaciones comerciales. Todo ello va
acentuando la conciencia de clan. Y otra cosa que nos ha llamado la atención,
siguiendo la estela de Max Weber, es la influencia de la religión en el
espíritu emprendedor, en el paso hacia el final del antiguo régimen. Los vascos
usaron mucho a las comunidades religiosas, las órdenes mendicantes, que vivían
donde había mercaderes y funcionaban como una multinacional a la hora de
facilitar el intercambio.
P. El
clan de los vascos tuvo gran protagonismo en América.
A. O. A América los vascos llegamos mucho más como una caravana del Oeste que
como la hueste aguerrida y conquistadora que eran los extremeños, castellanos y
andaluces. Estos hacían las tareas de conquista y, una vez abierto el terreno,
aparecían los vascos con sus carromatos llenos de mercancías para intercambiar
por la plata. Más tarde, además, demuestran que tienen conocimientos, de los
que carecen los otros, para extraer el mineral de la plata, que son los mismos
que se utilizaban en las ferrerías. En Potosí se hicieron así con el monopolio
de la plata, provocando la sublevación de las demás comunidades. Aquí se da la
gran paradoja: eran los más leales a la Corona y ésta confiaba mucho en los
vascos.
P. Describen
una realidad en la que no puede hablarse de conflicto, sino de colaboración
entre los vascos y la Corona, y que se concreta en el régimen foral.
A. O. Colaboración que se va construyendo, porque no es algo estático. Pero,
por razones intrínsecas del propio proceso, siempre se tendía a buscar el
equilibrio, no la ruptura. El padre Larramendi, un jesuita fuerista que no era
integrista, explica muy bien la naturaleza pactista que tiene este régimen
foral, donde siempre hay que buscar el acuerdo. Porque el pacto hace que se
funcione bien y elimina tensiones, las absorbe.
P. Hasta
que ese pacto se convierte en conflictivo.
A. O. Eso lo explicamos en el epílogo. Ahí ha sido muy importante el
integrismo implantado a través de la corriente rigorista de la Compañía de
Jesús, que ya comenzó enfrentándose a los programas reformistas de Carlos III.
Los rigoristas tenían mucha influencia en el mundo rural y también entre los notables rurales,
que se negaron a reformar el fuero porque para ellos pactar era pecado. Este
fue el problema. Al ser pecado, todo pacto suponía una dejación de parte de las
ideas, mientras que el mundo ilustrado pensaba sobre todo que se puede pactar a
cambio de cosas.
D. de
D. Ese
integrismo se fue conformando poco a poco. Con hechos como la negativa de las
Juntas Generales de los tres territorios y del Reino de Navarra a la
habilitación de los puertos vascos para negociar directamente con América, para
romper así el monopolio de Sevilla y Cadiz. Dijeron que no compensaba, que
había que mantener el statu quo. Otazu conoce y describe muy bien cómo
se va generando ese integrismo a partir del XVIII, con la expulsión de los
jesuitas, y en el XIX, cuando se va impregnando en la sociedad hasta adquirir
la influiencia social y política que ha tenido.
A. O. Ese desencuentro social se agravó más tarde con la Revolución francesa y
la ocupación de Guipúzcoa y Vizcaya. Una de las anécdotas que contamos, tomada
del Duque de Mandas, relata una batalla de la Guerra de la Convención en la que
el cura de Beizama, rodeado de quinientos hombres armados, se enfrenta a los
franceses portando el pendón de la Virgen del Rosario y cantando letanías
mientras, enfrente, los franceses cantaban La Marsellesa. Se trata de una caricatura que refleja
muy bien dónde estamos y porqué estamos donde estamos.
P. ¿El
último pacto, el Estatuto de Gernika, ha estimulado el espíritu emprendedor?
D. de
D. El
Estatuto es como una reencarnación del régimen foral: absorbe lo que quedaba y
le da contenido. Y eso es lo que ha traído prosperidad, aunque con la violencia
detrás.
P. ¿Considera,
entonces, que no hay precedentes históricos que justifiquen la demanda de
independencia?
A. O. En esto tiene mucha importancia el que el nacionalismo histórico no deja
de reclamarse heredero de los carlistas que se echaron al monte, desvirtuando,
desde el punto de vista histórico, el significado que eso tuvo. Y no han
asumido que había otra corriente de pensamiento bien distinta, que era el
vasquismo fuerista.
P. La
convivencia se ha resentido en los últimos años, producto de la tensión que ha
generado su línea soberanista.
A. O. La división de esta sociedad no pasa por el nacionalismo o no
nacionalismo, sino por los demócratas o los no demócratas. Así como ser liberal
y fuerista generaba tensión -por un lado, se aceptaba el fuero, que hundía sus
raíces en el antiguo régimen, y por otro decían ser liberales-, ser
nacionalista y demócrata también genera tensión. El integrismo es el gran drama
de este país. Todos los que a lo largo de los siglos han hecho cosas y movido
cosas no eran integristas. Como tampoco son integristas los empresarios de hoy
día que se amoldan a las cosas.
FUENTE: EL PAÍS 7 SEPTIEMBRE 2009
LE DECISIÓPN DEL REY (J. Casanova y C. Gil Andrés)
Julián Casanova y Carlos Gil
Andrés profundizan en los hechos más relevantes de nuestro
pasado reciente. Uno de ellos fue la opción tomada por don Juan Carlos
desde su coronación.
Juan Carlos I pronuncia su primer discurso como rey tras prestar juramento ante las Cortes. / EUROPA PRESS |
A las 12 horas y 35 minutos del 22 de noviembre de 1975, los
acordes del himno nacional anunciaron la entrada del príncipe Juan Carlos de
Borbón y Borbón, vestido con el uniforme de capitán general, en el hemiciclo de
las Cortes. En su interior, puestos en pie, le esperaban los miembros del
Gobierno, los procuradores y consejeros nacionales y los invitados que llenaban
la tribuna superior. Después de ocupar el sitio de honor dispuesto en la
presidencia del estrado, el presidente de las Cortes y de los Consejos del
Reino y de Regencia, Rodríguez de Valcárcel, procedió a tomar juramento al
nuevo rey según lo dispuesto en la Ley de Sucesión de la Jefatura del Estado:
"Juro por Dios y sobre los Evangelios cumplir y hacer cumplir las Leyes
Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el
Movimiento Nacional". A continuación, Juan Carlos I pronunció su primer
mensaje dirigido a la nación, un discurso de apenas doce minutos que contenía
referencias esperanzadoras. El monarca declaró el inicio de "una nueva
etapa en la historia de España", manifestó su deseo de alcanzar un
"efectivo consenso de concordia nacional" y su intención de integrar
a "todos los españoles", admitió la existencia de
"peculiaridades regionales", la necesidad de realizar
"perfeccionamientos profundos", el "reconocimiento de los
derechos sociales y económicos" y la apuesta decidida de la Corona por la
integración en Europa.
Pero esas frases no fueron las más
celebradas por los concurrentes. La crónica de La Vanguardia recogió
el detalle de la duración de los aplausos que interrumpieron el discurso del
Rey. Treinta segundos cuando recordó con respeto y gratitud la figura de
Francisco Franco, diez segundos después de invocar el buen nombre de su familia
y la tradición monárquica de cumplimiento del deber y de servicio a España,
diecisiete segundos cuando subrayó "las peculiaridades nacionales y los
intereses políticos con los que todo pueblo tiene derecho a organizarse de
acuerdo con su propia idiosincrasia". La interrupción más larga, treinta y
cinco segundos, llegó después de que el Rey recordara la lucha "por
restaurar la integridad territorial de nuestro solar patrio", una de sus
más firmes convicciones. Los últimos aplausos no fueron para él. Al terminar el
discurso, y después del grito unánime de "¡Viva España!", todos los
procuradores y consejeros nacionales se volvieron hacia la tribuna de invitados
para ovacionar durante veinte segundos a Carmen Franco Polo, "un último
homenaje al Generalísimo Franco". En el mismo periódico, el dibujante Máximo
San Juan publicó una viñeta con un mapa de España con terciopelo bordado sobre
el que descansaba la corona y el cetro, y añadió un texto que resumía bien las
esperanzas y las preocupaciones de quienes, fuera del hemiciclo, esperaban
encontrar en las primeras palabras del Rey gestos que pudieran interpretarse
como una apuesta por el cambio hacia una sociedad democrática.
(...) Pocos signos de cambio se pudieron ver en esos días.
En el salón de columnas del Palacio de Oriente seguía abierta la capilla
ardiente de Franco. Según las crónicas, ya habían pasado más de trescientas mil
personas a despedir al dictador, y en las tiendas de confección de Madrid se
habían agotado las existencias de corbatas negras. El mensaje del Rey a las
Fuerzas Armadas, "salvaguarda y garantía" de las Leyes Fundamentales,
volvía a hablar de las "virtudes de nuestra raza" y prometía la
defensa "a cualquier precio de los enemigos de la Patria". Al día
siguiente, el domingo 23 de noviembre, en el funeral de Estado, el cardenal primado
de España y arzobispo de Toledo, Marcelo González Martín, recordó la comunión
de la espada que Franco entregó un día al cardenal Gomá y la cruz que iba a
coronar su tumba, dos símbolos que habían protagonizado "medio siglo de la
historia de nuestra patria", y subrayó el deber de conservar la
"civilización cristiana, a la que quiso servir Francisco Franco, y sin la
cual la libertad es una quimera" y que el hombre muere "ahogado por
un materialismo que envilece". Entre los mandatarios extranjeros, ausentes
los representantes de las democracias europeas, destacaba la capa gris del
general Augusto Pinochet. El dictador chileno alabó al "Caudillo que nos
ha mostrado el camino a seguir en la lucha contra el comunismo", contra
"el marxismo que siembra el odio y pretende cambiar los valores
espirituales por un mundo materialista y ateo".
El recuerdo permanente de la Guerra Civil presidió el
funeral del "Generalísimo". El cortejo fúnebre que salió del Palacio
de Oriente llegó hasta el Arco de Triunfo de la Ciudad Universitaria y desde
allí emprendió el camino hacia la basílica de la Santa Cruz del Valle de los
Caídos. La multitud congregada en la explanada exterior entonó el Cara al
sol, el Oriamendi y el himno de la legión, con la presencia
destacada de grupos de ex combatientes, que iban a ser recibidos por el nuevo
Rey en su primera recepción oficial. En el interior del templo, detrás del
altar mayor, esperaba la fosa abierta junto a la tumba de José Antonio Primo de
Rivera.
(...) Lo que entonces empezaba no tenía un curso fijo ni un
plan determinado. Había tanta ilusión esperanzada y expectación como ambigüedad
e incertidumbre. Todo el mundo, dentro y fuera de España, salvo los nostálgicos
del espíritu del 18 de julio, reconocía que se iba a abrir una nueva época
histórica, que a corto o a medio plazo el cambio político sería inevitable,
pero eran muy pocas las coincidencias en torno a la manera de llevar adelante
ese proceso, quiénes serían sus protagonistas y cuál sería su alcance y
resultado final. Desde luego, el grueso caparazón del régimen franquista que
controlaba el poder no contenía el embrión de la democracia y tampoco el nuevo
jefe del Estado ofrecía las mejores garantías. Al PSOE no le había sorprendido
el mensaje del Rey en las Cortes, que a su juicio renovaba su compromiso con la
dictadura. En octubre del año anterior, el congreso del partido había subrayado
su apuesta por la república como forma de Estado. Para Santiago Carrillo, el
dirigente del PCE, el nuevo monarca pasaría a la historia como Juan Carlos
"el breve". En aquellos momentos, la oposición democrática no se
planteaba otro escenario que no fuera el de la ruptura política, la
movilización social y la constitución de un Gobierno provisional sin ataduras
con el pasado.
En el discurso de su proclamación, el Rey había basado su
legitimidad en tres principios diferentes: la tradición histórica, las leyes
fundamentales del Reino y el mandato del pueblo. Pero lo cierto es que la
corona no le llegaba por sucesión real -el derecho al trono seguía en manos de
su padre, don Juan, que permanecía en el exilio- y que los parlamentarios que
le escuchaban en las Cortes no representaban, ni mucho menos, la voluntad de la
soberanía nacional. Su única legitimidad en esos momentos, por tanto, procedía
del testamento político del dictador, de la legalidad franquista vigente. Si
quería salvaguardar la monarquía, tenía que servirse de ella para iniciar un
proceso de reforma, controlado desde el interior de las instituciones, que
permitiera la creación sin sobresaltos de un régimen representativo homologable
dentro del marco político europeo. Un difícil equilibrio entre la continuidad y
el cambio.
Historia de España en el siglo XX, de Julián Casanova y
Carlos Gil Andrés. Ediciones Ariel. Precio: 29,90 euros.
HERNÁN CORTÉS, PRIMER CRONISTA DE INDIAS
El
historiador francés, Christian Duverger, asegura que el autor de 'La historia
verdadera de la conquista de la Nueva España' fue el conquistador y no Bernal
Díaz del Castillo
Christian Duverger, con su libro. / PEP COMPANYS |
El historiador y antropólogo francés, Christian Duverger,
profesor de la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París, acaba de
arrojar una bomba en las tranquilas aguas de la historia de la literatura en
español y en la percepción del pasado de españoles y mexicanos. En su libro Crónica de la eternidad, fruto de 10
años de investigación y presentado el jueves en la capital mexicana, demuestra
que Bernal Díaz del Castillo nunca pudo escribir La historia verdadera de
la conquista de la Nueva España y que su autor no fue otro que el propio
Hernán Cortés como señalan las pruebas reunidas. El cronista-soldado, el
testigo crítico de la Corona y de la versión oficial de la historia, el viejo
cascarrabias sentimental, obsesionado con la recompensa económica y el
reconocimiento de su gloria, el gran periodista de la Conquista de México se
desvanecería para dejar su lugar al conquistador. El bachiller de Salamanca, el
aventurero renacentista, el señor de la guerra satanizado por la historia, se
convertiría así en un líder humanista y, como añade Duverger, “en el verdadero
fundador, como dijo Carlos Fuentes de Bernal, de la novela latinoamericana”.
Crónica de la
eternidad, escrita como una investigación policial que hace su lectura
amenísima –“decidí no enfocar mi mensaje para el mundo académico y sus
polémicas sino para el gran público”-, va señalando paso a paso las
incongruencias de la Historia verdadera que impiden que Bernal Díaz
del Castillo sea su autor. Pero ¿cómo nadie reparó en ellas en todos estos
siglos? Duverger responde: “Muchos dudaron, pero la fuerza de los esquemas
mentales, de los prejuicios, los disuadió. Yo pertenezco a una escuela de
historiadores que fomenta la duda cómo método. Y lo primero que me sorprendió
es que Bernal abre su crónica diciendo “terminé de escribirla el 26 de febrero
de 1568 en Santiago de Guatemala, sede de la Audiencia (de los Confines)…”,
cuando la Audiencia en esos años estaba ¡en Panamá! Nadie revisó eso, ¿por qué
mis colegas no lo descubrieron?”
Esa fue la primera pista, pero vendrían más. Por ejemplo,
Díaz del Castillo, que hace gala en su crónica de gran intimidad con Cortés
durante la Conquista, no es citado por éste en ninguna de sus Cartas de
relación ni aparece en ninguna lista de la época de los poco más de 500
hombres que le acompañaron; comienza a escribir a los 84 años lo que sería un
caso portentoso de memoria; lo hace para enmendar la plana a la supuesta
versión oficial de fray Francisco López de Gómara, pero suHistoria de la
conquista de México publicada en Zaragoza en 1552 fue prohibida por la
Inquisición al año siguiente y jamás viajó a América; presume de ser un soldado
raso pero despliega una gran erudición con citas de clásicos griegos y latinos
o de la Biblia impensables en alguien de su condición.
'Crónica
de la eternidad' retrata al conquistador como un líder humanista satanizado
por la historia
Además, sostiene el historiador francés, un análisis del
estilo de la crónica revela que su autor estaba impregnado de prosa latina y
construcciones propias del náhuatl, que solo alguien como Cortés, según
Duverger, fascinado con México e “inmerso en un proceso de mestizaje pudo dejar
que penetraran en su manera de escribir en castellano”. Dos características que
coinciden con las Cartas de relación del conquistador.
Duverger va eliminando candidatos a la autoría entre la
docena de compañeros de Cortés que sabían leer y escribir –ninguno pudo ser
testigo de todo lo relatado- hasta toparse con el conquistador. Crónica de
la eternidad, una segunda parte de Cortés, la biografía más reveladora,
publicada también en México por Taurus en 2010, comienza a desvelar el misterio
al entrar en los años finales de éste cuando vuelve a España, un periodo al que
se ha prestado poca atención.
Frente a la idea tradicional de un Cortés aislado y
perdedor, el historiador se centra en la etapa (1543-1546) que pasó en
Valladolid y descubre a un hombre intelectualmente muy activo, que organiza en
su casa una academia en la que se dan cita los notables de la ciudad y se discute
sobre temas como “el cronista y el príncipe” o “la historia oral y la historia
documentada”.
En esos años, asegura Duverger, es cuando el conquistador,
que ha visto cómo todas sus cartas al emperador Carlos V “no solo han sido
prohibidas sino también quemadas en plaza pública” en 1527, concibe su plan.
“Cortés decide que su público es el futuro. Está orgulloso de lo que hizo y es
consciente de que la marca que el hombre deja en la tierra es más fugaz que los
libros. Si la Corona quiere matar su memoria, borrarle de la historia, él sabe
que su aliada es la posteridad”.
Cortés contrata a López de Gómara, a quien confía sus
archivos para que escriba la historia oficial –en su testamento dejará dicho
que se le paguen 500 ducados por el trabajo- al tiempo que él escribe sus
memorias, “inventando al personaje del soldado anónimo con la libertad de un
novelista”, dice el historiador, que subraya que la estructura de las dos obras
es idéntica.
Cortés muere en 1547, la obra de Gómara es prohibida –“su
poseedor corría el riesgo de pagar una multa altísima, equivalente al precio de
20 mulas”- y su manuscrito permanece oculto durante dos décadas. Pero la
sublevación de los tres hijos de Cortes en México al frente de los herederos de
los conquistadores contra las Leyes de Indias que amenazaban con confiscar sus
propiedades en 1566 resucita el texto. La crónica escrita por Cortés viaja a
América con intención de convertirse en el gran golpe de efecto que legitime la
causa de los primeros criollos. La conspiración fracasa y los hijos del
conquistador son detenidos y enviados al exilio. Antes, los hermanos envían “el
documento a Guatemala, donde vive Bernal, uno de los pocos supervivientes de la
Conquista” y cuya existencia está por primera vez documentada en 1544.
Su hijo, Francisco Díaz del Castillo, afirma Duverger,
aprovecharía la oportunidad de mejorar su posición en sus pleitos
“convirtiéndose en hijo de héroe”, haciendo modificaciones para incluir el
nombre de su padre e incurriendo en flagrantes contradicciones “como criticar
algunos párrafos de Gómara que nunca aparecieron en su versión dada a la
imprenta” y que solo pudo conocer Cortés. El manuscrito sufriría algunas manipulaciones
más hasta su definitiva impresión en Madrid en 1632 con el título que conocemos
y la autoría de Bernal.
En la obra de Duverger, Cortés aparece como un héroe y
Carlos V como un villano. “Para Cortés, el emperador es un personaje débil, que
pasa el tiempo guerreando por Europa. No entiende que en plena era de las
exploraciones, de la apertura de nuevas rutas comerciales, se desaproveche la
oportunidad. Tras 15 años en Santo Domingo y Cuba, cuando entra en México
instala una convivencia diferente a la de la Corona. Impone su visión mestiza y
no la genocida que se ha practicado en el Caribe”.
“El México mestizo que conocemos hoy es producto de la
visión de Cortés”, afirma el historiador, que espera impaciente la reacción del
público de ambos lados del Atlántico a su hallazgo y sueña con que algún día la Historia
verdadera se publique bajo el nombre de su verdadero autor: Hernán Cortés.
FUENTE: EL PAÍS Luis Prados) 10 FEBRERO 2013
DIOS ENTRA EN LAS LEYES; LAS CASAS Y LAS ESCUELAS
Julián
Casanova revisita en su nuevo libro la Guerra Civil Española. En este extracto,
el historiador relata cómo el franquismo se apresuró, aún en plena contienda
bélica, a dinamitar el laicismo republicano. La revitalización religiosa acabó
con el divorcio y el matrimonio civil e impuso el crucifijo en todos los
órdenes de la vida
Un niño efectúa el saludo fascista. / ARCHIVO SANDRI |
La fusión entre la tradición católica y el ideario fascista
tenía como vínculo común la destrucción de las políticas y de las bases
sociales y culturales de la República. Antes de que apareciera en escena
Francisco Franco como generalísimo y caudillo de los militares rebeldes, la
Junta de Defensa Nacional de Burgos ordenó, el 4 de septiembre de 1936,
"la destrucción de cuantas obras de matiz socialista o comunista se hallen
en bibliotecas ambulantes y escuelas" y la supresión de la "coeducación",
de la enseñanza de niñas y niños juntos en las escuelas, uno de los caballos de
batalla de la jerarquía eclesiástica y de los católicos contra la política
educativa republicana.
La revitalización religiosa llegó hasta el último rincón de
las tierras en poder de los militares sublevados, con el cambio de calles, la
restauración del culto público, el restablecimiento de la enseñanza religiosa y
la "reposición" de los crucifijos en las escuelas. El
"regreso" de los crucifijos a las escuelas, que habían sido retirados
de ellas durante los años republicanos, adquirió una especial carga simbólica,
con los niños como testigos. Alcaldes y sacerdotes dirigieron en la mayoría de
los casos las ceremonias, mientras que los obispos solían aportar el discurso.
En la primera reunión del primer Gobierno de Franco, el
jueves 3 de febrero de 1938, se decidió "revisar" toda la legislación
laica de la Segunda República, y así, a golpe de decreto derogatorio, se
anularon los matrimonios civiles (marzo de 1938) y cayó una ley tras otra, desde
la Ley de Divorcio (agosto de 1938) hasta la de Confesiones y Congregaciones
Religiosas (febrero de 1939), aquella ley de junio de 1933 que había marcado el
punto álgido de desencuentro entre la Iglesia católica y la República.
La "renovación" legal fue tan rápida que solo unos
meses después, el último día de junio de 1938, José María Yanguas Messía hacía
balance de la "catolicidad" de su Gobierno en el discurso de
presentación de credenciales como embajador ante la Santa Sede: "Ha devuelto
ya el crucifijo y la enseñanza religiosa a las escuelas, ha derogado la Ley del
Matrimonio Civil, ha suspendido el divorcio, ha restaurado ante la ley civil la
Compañía de Jesús, ha reconocido en letras oficiales la personalidad de la
Iglesia católica como sociedad perfecta, la santidad de las festividades
religiosas y ha llevado al Fuero del Trabajo una concepción auténticamente
católica y española".
Agradecida y feliz estaba la Iglesia católica ante tanta
obra reparadora por parte del Gobierno. En primer lugar, con el
"gloriosísimo Caudillo", a quien se le consideraba sin ninguna duda
el "hombre providencial, elegido por Dios para levantar España",
según rezaba el Catecismo patriótico español que el dominico Ignacio
G. Menéndez Reigada publicó en Salamanca en 1937, anticipo del rosario de
catecismos que iban a publicarse en los primeros años de la posguerra.
España volvía a ser católica, una, grande y libre, pero para
consolidar eso había que meter "a Dios y sus cosas en todo", en las
leyes, en la casa y en las instituciones. Y había que arrojar a los
"falsos ídolos intelectuales", expurgar las bibliotecas, pedía
Enrique Pla y Deniel, obispo de Salamanca, en su carta pastoral de mayo de
1938, "sobre todo las populares y aun escolares y pedagógicas, en las
cuales tanta mercancía averiada y venenosa se había introducido en los últimos
años".
La Iglesia pedía todo eso y mucho más a los gobernantes, a
cambio del apoyo prestado a la sublevación, de la bendición de la violencia
emprendida contra republicanos y revolucionarios. La "reconstrucción
espiritual" pasaba sobre todo por las escuelas. "Se acabó el desdén
por nuestra historia", decía Pedro Sainz Rodríguez, monárquico
fascistizado, ministro de Educación en el primer Gobierno de Franco, en una circular
a la Inspección de Primera Enseñanza que envió a comienzos de marzo de 1938. Y
unos meses después, desde el mismo Ministerio, se marcaba el camino a seguir en
la reorganización de la enseñanza pública en Barcelona, cuando cayera
conquistada por las tropas de Franco: "Debe llevarse a las escuelas
crucifijos, retratos del jefe del Estado, banderas nacionales y algunos
letreros breves con emblemas y leyendas sintéticas, que den la idea a los niños
de que se forma un nuevo Estado español y un concepto de patria que hasta ahora
se desconocía".
No todo era religión, sin embargo, en la retaguardia
franquista. Y para escapar del viejo concepto de caridad y beneficencia y
plasmar los sueños de "justicia social" falangistas, la lucha en
plena guerra contra "el hambre, el frío y la miseria", nació en
octubre de 1936 Auxilio de Invierno, convertida en Delegación Nacional de
Auxilio Social en mayo de 1937. Fue la obra de Mercedes Sanz Bachiller, viuda
de Onésimo Redondo, y de Javier Martínez de Bedoya, un antiguo amigo de estudios
de Onésimo, quien, tras pasar una temporada en la Alemania nazi, volvió a
España en junio de 1936 y en otoño de ese mismo año le propuso a Sanz
Bachiller, que era en ese momento jefa provincial de la Sección Femenina de
Valladolid, crear algo similar a la Winterhilfe nazi para recoger donativos y
repartir comida y ropa de abrigo entre los más necesitados. En menos de un año,
lo convirtieron "en una institución al servicio de la política demográfica
del nuevo Estado franquista", defendiendo la maternidad, con la puesta en
marcha de una obra de protección a la madre y al niño: "Necesitamos madres
fuertes y prolíficas, que nos den hijos sanos y abundantes con que llevar a
cabo los deseos de imperio de la juventud que ha muerto en la guerra".
La formación de ese nuevo Estado y del nuevo concepto de
patria destrozó las conquistas y aspiraciones políticas de intelectuales,
profesionales y sectores de la Administración que habían desarrollado una
cultura política común marcada por el republicanismo, el radicalismo democrático,
el anticlericalismo y, en algunos casos, el mesianismo hacia las clases
trabajadoras. Maestros, médicos, funcionarios y profesores de universidad eran
perseguidos por haber desarrollado una labor "perturbadora". El
castigo, en forma de asesinato, alcanzó a los rectores de algunas
universidades. Famosos fueron los casos de Leopoldo García-Alas, hijo del
escritor Leopoldo Alas Clarín, jurista y político republicano,
profesor y rector de la Universidad de Oviedo, fusilado en febrero de 1937. Y
Salvador Vila Hernández, rector de la Universidad de Granada, notable arabista,
discípulo de Miguel de Unamuno, fusilado en octubre de 1936 en Víznar, en el
mismo lugar que había caído asesinado dos meses antes el poeta Federico García
Lorca.
FUENTE: EL PAÍS 10 FEBRERO 2013
Crítica edita España partida en dos. Breve historia de
la Guerra Civil española, de Julián Casanova, el 12 de febrero.
30 AÑOS A VUELTAS CON LA LTH
El ex diputado general de Álava, Emilio Guevara y detrás Antonio Caño, Mario Fernández y Pedro Luis Uriarte en uno de los debates de la LTH, en 1983. / EL PAÍS |
La reforma del sistema institucional es uno de esos debates
cíclicos que aparecen y desaparecen, sobre todo, vinculados a situaciones, o
bien de estrechez económica, o a intereses partidistas. En una mezcla de ambas,
el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, abrió el debate la pasada
semana, en Madrid, al pedir una "profunda reforma" del modelo
territorial español que frene a aquellas "comunidades autónomas que
aspiran a convertirse en mini-Estados".
En Euskadi ese debate lleva treinta años emergiendo a lo
público y ahogándose después, pero sin materializarse en nada, pese a que todos
los grupos políticos coinciden en que la distribución de las competencias entre
provincias e instituciones podría mejorarse y abaratarse sustancialmente.
El
Parlamento vasco encargó el jueves al Gobierno la tarea de elaborar un informe
que describa las duplicidades y los costes adicionales que genera el especial
entramado vasco en el que conviven tres administraciones -Gobierno,
diputaciones y ayuntamientos- con amplia capacidad de gasto, pero en el que
sólo una recauda, la foral.
Se trata de analizar los puntos de fricción que genera la
Ley de Territorios Históricos, un texto diseñado en 1983 por el PNV y que todos
los partidos quieren cambiar, salvo, paradójicamente el PNV y el PP. El caso es
que después de casi 30 años como un "tótem inmutable", ha generado
duplicidades de gasto, ineficiencia en la prestación de los servicios y
rivalidades competenciales entre instituciones vascas que encarecen el sistema.
La pregunta es ¿por qué si todo esto es conocido y en
algunos casos está incluso cuantificado, no se ha corregido antes? Las
respuestas son múltiples, y oscilan desde quienes opinan que el problema no son
las duplicidades, fácilmente subsanables- sino las diputaciones y por lo tanto
habría que eliminarlas del sistema institucional, hasta quienes defienden su
vigencia a ultranza, con mínimas correcciones. "La LTH es como el undécimo
mandamiento, se cumple con obediencia incuestionable", caricaturiza un
académico experto en el tema, como una manera de criticar esa especie de
bloqueo político ante una cuestión como esta que, sigue dando ejemplos a diario
de su inoperancia.
El último enfrentamiento, esta vez entre el Gobierno y la
Diputación de Vizcaya por el autobús de Galdakao hasta el metro de Basauri es
elocuente. La competencia del Gobierno es el transporte por vía férrea, la
diputación capitaliza el transporte por carretera. Una diferencia de criterio
entre ambas ha puesto en jaque durante varios días la lanzadera para conectar
el metro, perjudicando seriamente al usuario.
El catedrático de Economía Aplicada de la UPV, Felipe
Serrano, que ha analizado el asunto en dos informes de 1996 y 2006, sostiene
que "hay que abordar dos reformas, acabar con las diputaciones como
estructuras arcaicas y caras, y desmontar después la parte innecesaria de
sociedades públicas que se ha creado alrededor de las instituciones por puro
clientelismo".
En su opinión la inmovilidad de los políticos en este asunto
se basa en que "reformadores y reformados no pueden coincidir", y en
este caso sucedería si se da la reforma. Según esta tesis, las tres
diputaciones representan una reserva de poder y clientelismo político al que,
de verdad, ningún partido está dispuesto a renunciar en serio, por si acaso. En
el otro lado, la parlamentaria del PNV, Ane Urkiola, está radicalmente en
contra de "poner el país patas arriba" con la reforma de una ley que
sigue contribuyendo al desarrollo de Euskadi. "Se puede solucionar con
retoques que estamos dispuestos a hacer pero siempre en un marco de lealtad
institucional que ahora creemos que no se da", sostiene.El acuerdo de
gobierno que en 1999 firmaron PNV y EA ya recogía que, tras veinte años de
vigencia de las instituciones autonómicas "era aconsejable abordar el
estudio de la LTH desde la óptica de conseguir el funcionamiento más eficiente
de los diferentes niveles institucionales y proceder, en su caso, a una
eventual redefinición de funciones". Esa propuesta, con una redacción
similar figuró también en los posteriores programas de coalición nacionalista
de 2001 y 2005, sin que llegara siquiera a iniciarse el más mínimo estudio para
su puesta en marcha.
EA, que nació de una escisión del PNV precisamente tres años
después del nacimiento de la LTH, y en parte por discrepar del modelo
institucional que consagraba, lo analizó en su anterior congreso. "Este no
es un problema de modelo administrativo centralizado o descentralizado, sino
una cuestión política previa: la convicción de que no se puede configurar una
nación ni un estado con instituciones y poderes debilitados por pretensiones
provinciales o territoriales en constante competencia o desgaste".
El análisis de EA es compartido, de alguna manera, por
algunos sociólogos y economistas que atribuyen a la LTH que, un cierto modo de
provincianismo y localismo esté calando en la sociedad y con él algunos efectos
indeseados como la justificación de otro tipo de duplicidades. "A la
gente, no solo no le preocupa que el despliegue de algunas facultades en los campus
universitarios sea más caro que trasladar a todos sus alumnos en helicóptero a
otra provincia, o que haya que triplicar instalaciones, con lo que supone de
gasto inútil", asegura un profesor universitario, sino que demanda que ese
tipo de servicios se den en cada ciudad.
El abogado, negociador del Estatuto, y ex diputado general
de Álava, Emilio Guevara, asegura que el sistema institucional vasco carece de
una alternativa que suscite al menos igual consenso y estabilidad que el
actual. En uno de los documentos solicitados por el PSE durante la precampaña
de las elecciones autonómicas que provocaron el cambio de Gobierno, sostiene
que "el cambio" en este momento pasa por la depuración y eliminación
de los vicios que se han producido en ese cuarto de siglo largo de su vigencia.
Luego aclara que esos vicios no son atribuibles al propio modelo, sino "a
la actuación errónea de nuestros representantes en las instituciones comunes y
forales vascas".
Una conclusión que el PSE ha hecho suya y que aleja
cuanquier ánimo reformista, pero que devuelve la crítica a las consecuencias
negativas de la lucha diaria entre instituciones, es decir de la defensa a
ultranza de la exclusividad de sus competencias y de sus territorios.
Ese concepto casi localista de desarrollo interior y
exterior choca diametralmente con lo que proponen todos los expertos como la
única vía para resituarse en la actual coyuntura que está dibujando la crisis
financiera mundial. Una coyuntura en la que empresarios y teóricos sostienen
que es mejor difuminar el control para ganar influencia y se esa manera
beneficios para la sociedad a la que sirves. El catedrático de Hacienda Pública
de la UPV, Ignacio Zubiri emplazó el jueves a las diputaciones a aliarse con
grupos de presión, institucionales o no, para lograr regiones más grandes, en
este caso para que la UE descentralice los impuestos indirectos.
La Ley
de Territorios Históricos, de noviembre de 1983, es la que restableció,
actualizó y desplegó el autogobierno foral, después del franquismo, fijando las
relaciones y el reparto competencial entre las diputaciones y el Gobierno.
Diseñada
en su día a imagen y semejanza del PNV, tres años después ya empezó a dar
problemas al convertirse en una de las causas de la escisión que partió a la
organización que presidía Xabier Arzalluz con la salida del entonces lehendakari,
Carlos Garaikoetxea y la creación de EA.
La LTH
reserva al Parlamento vasco y al Gobierno autonómico la supremacía política e
institucional de la administración de Euskadi. Otra cosa es la económica.
Las
diputaciones, al ser las únicas entidades reacaudadoras, condicionan y
mediatizan todas las políticas económicas de Gobierno y ayuntamientos. El
Ejecutivo no dispone de instrumentos para abordar reformas tributarias y
mejorar sus ingresos, sólo los tienen las diputaciones con lo que todo el
presupuesto del Gobierno depende de las aportaciones forales.
Los
ayuntamientos están todavía mucho peor. En estos últimos 30 años los sucesivos
gobiernos del PNV no han sido capaces de aprobar la Ley Municipal, dejando
incompleto el modelo institucional y a los ayuntamientos pendientes de las
decisiones de la diputación de turno para sacar adelante sus proyectos. Ahora
está intentado sacarla adelante el PSE. La Ley de Aportaciones es la tercera
pata del entramado, y ésta regula los flujos económicos entre la administración
foral y la vasca.
El
encaje de la LTH en la Constitución es a través de la disposición adicional
primera. El Estatuto de Gernika la canaliza a través del artículo 3 de su
texto.
ESPAÑA MASACRADA (Tereixa Constenla)
Queipo de Llano encontró focos de resistencia en los barrios obreros de Sevilla. En la imagen, dos vecinas lloran por la muerte de sus familiares, ejecutados en una calle de Triana. |
Los horrores de la guerra civil siguen saliendo
a la luz. Lejos del frente hubo casi tantos muertos como en las batallas. Una
represión salvaje contra inocentes que Paul Preston
denuncia ahora en 'El holocausto español'.
El capitán Manuel Díaz Criado no admitía peticiones de
clemencia. Admitía, eso sí, la visita de mujeres jóvenes. En la aterrorizada
Sevilla de agosto de 1936, tomada ya por tropas sublevadas contra el Gobierno
republicano, Díaz Criado disfrutaba a sus anchas día y, sobre todo, noche.
"Después de la orgía, y con un sadismo inconcebible, marcaba a voleo con
la fatídica fórmula 'X2' los expedientes de los que, con este simplicísimo
procedimiento, quedaban condenados a la inmediata ejecución", relató un
antiguo gobernador civil. Quienes pululaban a su alrededor le consideraban
"un degenerado" que rentabilizó su misión represora para "saciar
su sed de sangre, enriquecerse y satisfacer su apetito sexual".
Ese mismo agosto, Pascual Fresquet Llopis, matón de la
anarquista FAI, se afanaba en ser digno merecedor del nombre de su patrulla: la
Brigada de la Mort. Desde Caspe (Zaragoza) comandaba operaciones de limpiezaideológica
en el Bajo Aragón, Teruel y Tarragona, rastreando derechistas a los que
ejecutar. La brigada se desplazaba en un autobús de 35 plazas, conocido como el cotxe
de la calavera, el mismo símbolo que lucían sus ocupantes en las gorras.
Donde los inocentes veían matanzas, Fresquet veía actos de "justicia"
revolucionaria. Cuando la CNT decidió frenar sus crímenes, en octubre de 1936,
habían asesinado a 300 personas.
Díaz Criado y Fresquet son algunos de los numerosos
depravados con poder que entre 1936 y 1939 contribuyeron a que ocurriese algo
salvaje: las víctimas causadas lejos del frente (200.000) casi se equipararon
con las bajas del campo de batalla (300.000). La crueldad hermanó a individuos
enfrentados, pero no igualó los acontecimientos. Ni por alcance, ni por
duración, ni por origen. El alcance: por cada muerto en zona republicana (casi
50.000) se registraron tres en la franquista (entre 130.000 y 150.000). La
duración: los crímenes rojos se concentraron en los primeros cinco
meses de la guerra, hasta que el Gobierno se rehizo y recobró las riendas,
mientras que el terror franquista siguió hasta el final y se adentró en la
posguerra. El origen: el exterminio del enemigo -o del sospechoso de serlo
formaba parte del plan de los golpistas para doblegar a la población y arrancar
la raíz del mal; por el contrario, las autoridades republicanas combatieron a
los colectivos extremistas que ajusticiaban por su cuenta aprovechando el
colapso del Estado ocurrido tras el 18 de julio. Huelga añadir que unos habían
dado un golpe de Estado y otros defendían un Gobierno democrático.
Al espanto de la retaguardia durante la Guerra Civil
viaja el hispanistaPaul Preston (Liverpool,
1946) en su nuevo libro, El holocausto español(Debate), donde se recogen
las fechorías del capitán Díaz Criado y el matón Fresquet. Y, aun sin
conocerlo, el ensayo de Preston también habla de la vida de Valentín Trenado
Gómez (Puebla de Alcocer, Badajoz, 1917), que pagó su paso por la milicia
republicana con 12 años de encierro en campos de concentración y cárceles. En
1936, el joven Valentín tenía más deseos de divertirse que de hacer la
revolución. Hay acontecimientos que, sin embargo, no preguntan. Así que, tras
el golpe, recibió un fusil y la orden de dirigirse al frente. "No había
cogido un fusil en mi vida", revive ahora en su piso de Sevilla. Pasó la
guerra en Extremadura, le hicieron sargento y, cuando recibió la orden de
rendirse, caminó igual de obediente hasta Ciudad Real, donde entregó un fusil
que para entonces era un viejo conocido. Tras un consejo de guerra, en Sevilla
le destinaron a la construcción de un gigantesco canal para regar latifundios
de amigos de la causa franquista. Pasaba hambre y miedo, dormía en barracones.
En Tetuán le hicieron picar piedra para una carretera. "No había más paga
que la comida: lentejas, patatas y calabaza", recuerda Valentín Trenado,
consciente de una etiqueta que incomodaría a otros: es ya uno de los pocos
supervivientes de la guerra, "el último rojo", le dice su médico.
La biografía de Valentín demuestra que, para los vencidos,
no hubo paz, ni piedad, ni perdón. El ensayo de Preston delata la fragilidad de
la capa civilizada que recubre a una sociedad. Incomodará, empezando por su
título ("Un holocausto es la masacre de un pueblo. Y yo diría que el
sufrimiento y el dolor del pueblo español justifican ese título",
defiende) y siguiendo por su contenido: los teóricos y los ejecutores del
exterminio de las izquierdas, los robespierres revolucionarios, los
alimentadores de checas (centros de detención y tortura en zona republicana) y
los pequeños héroes tienen nombre y apellidos. Una gran síntesis histórica
sobre el drama de la retaguardia que, poco a poco, se va desvelando sin miradas
parciales. La dictadura aireó los excesos republicanos y silenció los suyos.
Tras la muerte de Franco, en 1975, los historiadores comenzaron a buscar otras
piezas del puzle para recomponer los hechos. Con dificultades: faltan
documentos y abundan fosas cerradas. Pero el puzle, empujado por investigadores
y asociaciones de memoria histórica, progresa.
Lo que aflora, estremece.
"Dejando de lado la guerra civil rusa y las dos guerras mundiales, en
términos relativos, la española fue una sangría sin paralelo en Europa",
subraya el historiador Ángel Viñas.
Lo averiguado hoy nada tiene que ver con la verdad oficial
asentada cuando Preston era un estudiante que sobornaba a bedeles de la
hemeroteca en Madrid para leer diarios de la Segunda República para su tesis.
El fantasma de la represión le rondó en sus investigaciones sobre el siglo XX
español hasta que en 1998, el año en que publicó Las tres Españas del 36,
comenzó a recopilar material y tejió una red de contactos con los historiadores
que le han mantenido al día de cada avance. Desde 2003, el libro se ha comido
toda la energía del profesor de la London School of Economics. También sus
emociones. En su casa de Londres, mientras toma café en una taza donde se puede
leer "No pasarán", en honor de las Brigadas Internacionales, el
hispanista confiesa que lloró a menudo. "La inmensa mayoría de los que
murieron, donde fuera, no tenían que haber muerto. No me había dado cuenta
hasta este libro de la represión en zonas donde no hubo resistencia. Hay una
crueldad tan gratuita que el coste emocional ha sido altísimo". "Mi
esperanza", añade, "es que se pueda leer como una contribución a la
reconciliación, lo que no quiere decir olvido, sino comprensión".
Preston cree que un historiador suma varias actitudes. Una
es la detectivesca, otra, la de empatizar con los demás. Sabiendo esto es fácil
entender por qué su esposa, Gabrielle, le encontraba llorando con frecuencia al
volver del trabajo. ¿Qué otra cosa puede hacer alguien cuando se pone en la
piel del doctor Temprano o de Amparo Barayón para reconstruir el derrumbe de
sus vidas?
Tras la ocupación de Mérida por los rebeldes, se dejó
en manos de Manuel Gómez Cantos, un brutal guardia civil, la supervisión de lalimpieza. Preston
narra su retorcida triquiñuela: "A diario, durante un mes entero, Gómez
Cantos recorrió el centro de la ciudad en compañía del doctor Temprano, un
republicano liberal, para tomar nota de quienes lo saludaban. De esta manera
identificó a sus amigos y pudo detenerlos, tras lo cual él mismo mató al
doctor".
Ramón J. Sender, escritor de éxito y de izquierdas, y su
esposa, Amparo Barayón, estaban de vacaciones en Segovia con sus dos hijos en
julio de 1936. El novelista regresó a Madrid. Amparo y sus hijos se refugiaron
en su Zamora natal por considerarlo un lugar más seguro. El 28 de agosto,
Amparo, junto a Andrea, su bebé de siete meses, fue encarcelada por el delito
de protestar por la ejecución de su hermano.
La maltrataron, la vejaron y, el
día antes de ejecutarla, le arrancaron a su hija de los brazos para internarla
en un orfanato católico.
Es probable que el historiador también hubiera llorado con
el testimonio de Mercedes, el nombre falso de una anciana real que perdió a 18
familiares. En el pueblo de Toledo donde ocurrieron los hechos, hace unas
semanas revivía lo ocurrido: "En el 36 yo tenía 12 años. Echaron al río
Tajo a los dos primeros tíos que mataron, pero el cuerpo de mi tío médico
orilló en un pueblo y el forense lo reconoció porque habían sido compañeros de
estudio. Al terminar la guerra nos lo entregó. Eran forasteros los que venían a
asesinar a la gente que señalaban los del pueblo. A otros tíos los mataron
detrás del cementerio. A mi padre lo dejaron morir desangrado, después de
tirotearlo por intentar escapar. Yo creo que Dios quiso mucho a mi abuela
porque murió el 22 de enero de 1936 y no vio lo que les esperaba a sus 14
hijos".
Las mujeres de la familia sobrevivieron con el alma en vilo,
entre amenazas y humillaciones. "Nos llamaban los cuervos negros porque
íbamos de luto, a veces venían milicianos a exigir que les diéramos cena y
cama, y acabaron echándonos del pueblo". Salieron adelante gracias a
gestos solidarios (recibían pan gratis a hurtadillas) y a bordados a destajo de
hoces y martillos para la ropa de hombres que odiaban.
Al final de la guerra volvieron al pueblo, enterraron con
honores a sus muertos y acudieron a los consejos de guerra como espectadoras. A
veces, Mercedes se encuentra a cómplices de los verdugos en el centro de salud
o en la carnicería.
Los vencidos no pudieron enterrar a sus muertos ni
pedir justicia. Ya con Franco en el poder, unos 20.000 republicanos fueron
ejecutados, entre ellos Lluís Companys, a pesar de que había salvado a millares
de religiosos y otros amenazados por la furia revolucionaria mientras presidió
la Generalitat de Cataluña (10.000 personas salieron en barco gracias a sus
pasaportes). Después de muerto, un tribunal confiscó los bienes de la familia
Companys y se los adjudicó al Estado. La represión se heredaba. Una anomalía
que ya habían anticipado los rebeldes durante la guerra en Burgos, donde
Preston ubica el fusilamiento de varias mujeres por el "derecho de
representación" de sus maridos huidos.
A las mujeres no bastó con matarlas. Falangistas y soldados
usaron con saña la violencia sexual, aunque resulta imposible delimitar su
impacto: la violación se borraba a menudo con el asesinato. Preston diferencia
la actitud en zona republicana, donde las agresiones sexuales fueron aisladas,
y en zona rebelde, donde los mandos militares alentaron los abusos.
"Legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que
significa ser hombres de verdad. Y a la vez a sus mujeres. Esto es totalmente
justificado porque estos comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora
sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a
librar por mucho que berreen", inflamaba en sus discursos radiofónicos
Queipo de Llano.
"La colosal diferencia entre ambas zonas", señala
Preston, "tiene que ver con que uno de los principales fundamentos de la
República era el respeto hacia las mujeres. En la zona rebelde, la violación
sistemática por parte de las columnas africanas se incluye en el plan de
imponer el terror". Durante dos horas, las tropas disponían de libertad
plena para dar rienda suelta a instintos salvajes en cada localidad
conquistada. Las mujeres entraban en el botín. Preston describe la escena que
presenció en Navalcarnero el periodista John T. Whitaker, que acompañaba a los
rebeldes, junto a El Mizzian, el único oficial marroquí del ejército
franquista, ante el que conducen a dos jóvenes que aún no habían cumplido 20
años. Una era afiliada sindical. La otra se declaró apolítica. Tras
interrogarlas, El Mizzian las llevó a una escuela donde descansaban unos 40
soldados moros, que estallaron en alaridos al verlas. Cuando Whitaker protestó,
El Mizzian le respondió con una sonrisa: "No vivirán más de cuatro
horas".
El periodista John T. Whitaker escribió sobre algunos
de los episodios más salvajes del avance rebelde: la matanza de 200 heridos
indefensos en un hospital de Toledo o la masacre de la plaza de toros de
Badajoz. Preston recupera la respuesta del general Yagüe a Whitaker, que dio la
vuelta al mundo: "Claro que los fusilamos. ¿Qué se esperaba usted? ¿Cómo
iba a llevarme a 4.000 rojos, cuando mi columna avanzaba contrarreloj? ¿O
habría debido dejarlos en libertad para que volvieran a convertir Badajoz en
una capital roja?".
Al otro lado: Paracuellos. Las conclusiones de Paul Preston
no gustarán a Santiago Carrillo. "Decir que no tiene nada que ver es tan
absurdo como declararle el único responsable", resume el hispanista en
Londres. Tras un denso capítulo dedicado a las sacas de prisioneros militares
para ser ejecutados mientras las tropas de Franco asediaban un Madrid rebosante
de ira contra el enemigo, el historiador concluye que Carrillo estuvo
"plenamente implicado" en la decisión y la organización de las ejecuciones,
a pesar de sus desmentidos. En sus memorias, Carrillo asegura que se limitó a
ordenar la evacuación de presos para evitar que se perdiese Madrid (los
rebeldes habían llegado a la Ciudad Universitaria) y que el convoy fue
asaltado.
El odio a los militares hizo el resto.
Pero los grandes perseguidos en la zona republicana fueron
los curas. "Vestir sotana era suficiente para acabar ante un piquete en
alguna tapia o cuneta", escribe José Luis Ledesma en Violencia roja y
azul(Crítica). Casi 6.800 religiosos fueron asesinados, a los que se sumaron un
sinfín de ataques contra templos y conventos, que fueron incendiados y
profanados. "Las iglesias eran saqueadas en todas partes y como la cosa
más natural del mundo, puesto que se daba por supuesto que la Iglesia española
formaba parte del tinglado capitalista", escribió George Orwell, tras su
experiencia como combatiente en las filas del POUM. En Homenaje a Cataluña (1938)
relata que durante sus seis meses de estancia en la zona de España donde
también se ponía en pie una revolución solo vio dos iglesias intactas. Los
clérigos sufrieron a veces torturas, amputaciones y agonías feroces. Para medir
el impacto de esta persecución, el historiador Stanley G. Payne recurre a una
comparación: "La fase jacobina de la Revolución Francesa acabó con la vida
de 2.000 sacerdotes, menos de un tercio del número de asesinados en
España".
El anticlericalismo fue un rasgo específicos del conflicto.
El brote no fue espontáneo, claro. "La Iglesia católica, que agita la
revolución, era vista como parte del statu quo", señala Julián Casanova,
catedrático de Historia Contemporánea. Para entender esta persecución son
esenciales los capítulos que Preston dedica a describir la placenta del golpe
de 1936. La República había aprobado leyes que relegaban a la Iglesia, aliada
histórica de la oligarquía y freno modernizador, al plano privado. Se les
retira de los colegios y se establecen normas laicas. Amparados en ellas,
algunos alcaldes imponen tasas por tocar las campanas o multan por lucir
crucifijos. En respuesta a estas provocaciones, la represión del bienio negro
(1934-1936) contra la izquierda es jaleada desde los púlpitos, así que los
extremistas se van cargando de plomo.
Casi un millar de religiosos asesinados han sido ya
beatificados por el Vaticano, que los honra como "mártires". Es una
memoria selectiva, sin embargo. La Iglesia sigue sin pedir perdón a las
víctimas de los curas que empuñaron armas. Unos cuantos. Preston señala que al
comienzo de la guerra en numerosas localidades de Navarra faltaban sacerdotes
para decir misa porque se habían largado al frente. La violencia de falangistas
y militares recibió bendiciones a tutiplén. Entre las rescatadas por el
hispanista figura la del canónigo de la catedral de Salamanca, Aniceto de
Castro: "Cuando se sabe cierto que al morir y al matar se hace lo que Dios
quiere, ni tiembla el pulso al disparar el fusil o la pistola, ni tiembla el
corazón al encontrarse cara a la muerte".
A Unamuno, que había apoyado en las primeras horas el golpe
en Salamanca, le horrorizó: "A alguno se le fusila porque dicen que es
masón, que yo no sé que es esto, ni lo saben los bestias que fusilan. Y es que
nada hay peor que el maridaje de la dementalidad de cuartel con la de
sacristía".
Vencidos los ateos, anticlericales y masones, la
Iglesia se afanó en salvarlos a partir de 1939. Incluso contra su voluntad.
Marcos Ana (Alconada, Salamanca, 1920), que se convertiría a su pesar en el
preso político más veterano del franquismo, asistió a escenas dantescas en la
cárcel: "Vi a un capellán golpear con un crucifijo a un condenado a muerte
porque no quería confesarse". Ninguna superó, sin embargo, lo que vio en
el puerto de Alicante el 31 de marzo de 1939, cuando 20.000 desesperados
republicanos se descubrieron atrapados en una ratonera, entre las
ametralladoras de la División Littorio en tierra y dos minadores en el mar:
"Había gente que se tiraba al agua y otros que se saltaban la tapa de los
sesos".
Escuchando a Marcos Ana y leyendo a Preston cobra todo su
sentido lo escrito por Arthur Koestler en Diálogo con la muerte (1937)
mientras esperaba en una cárcel franquista una ejecución por espionaje que
finalmente esquivó: "Otras guerras consisten en una sucesión de batallas,
esta es una sucesión de tragedias".
FUENTE: EL PAIS (Tereixa Constenla) 27 MARZO 2011
libro PAUL PRESTON, El holocausto español, editorial Debate.
NUESTROS PRIMOS NEANDERTALES (Luis Miguel ARiza)
En los días previos, frente a la hoguera, el patriarca del
grupo neandertal al que se había incorporado Ida tomó una difícil decisión.
Llevaban semanas sin encontrar comida, el frío empeoraba las cosas y varios de
sus miembros habían muerto de hambre. Lejos quedaban los tiempos en los que
alimentaban el fuego con los huesos de las presas, mientras disfrutaban de la
carne y la grasa asada, y reían con las historias contadas al calor de las
llamas. Las niñas y el pequeño fueron los primeros en caer. Los dejaron bajo un
montón de piedras en el fondo de la cueva. Ida tenía 20 años, los cabellos
pelirrojos y los ojos claros, y sabía lo que significaba perder a alguien
querido. Muchos meses atrás, antes de unirse al clan, en otro lugar más cálido,
había enterrado a su padre, colocando encima la cuerna del gran ciervo. Le
cuidó con cariño durante casi 10 años, desde el día en que aquel oso le
destrozó de un zarpazo el nervio de su brazo izquierdo y parte del pie. Ahora,
los del clan morían deprisa; a los niños les siguieron los muchachos y las
mujeres, siempre después de esas extrañas toses nocturnas. El patriarca decidió
que debían alimentarse de la carne de los muertos.
No tan lejanos. Los restos encontrados han demostrado que los neandertales hablaban y compartían experiencias alrededor del fuego. / MAURICIO ANTÓN |
De forma ceremoniosa, arrastraron
los cadáveres hasta la entrada de la cueva y comenzaron a despedazarlos con
gran habilidad. Usando las hachas y los filos cortantes, los desollaron y separaron
la carne de los huesos. En algunos casos rompían los más largos para extraer la
médula de su interior. Aunque Ida sació su apetito, observó que el mal había
hecho presa en todo el grupo, como un demonio saliendo de lo más oscuro de la
cueva. Tuvo que cuidar de ellos hasta que murieron. El patriarca fue el último
en caer. Ida comprendió que algo invisible y maligno anidaba en esa cueva y que
moriría si se quedaba allí. Las zarpas del demonio la alcanzarían como las del
oso que destrozaron a su padre.
Después de aprovisionarse de la carne del propio patriarca,
Ida se encaminó hacia el sur. Su padre le había enseñado que cuando no hay
animales que cazar convenía observar cuidadosamente todo lo que la naturaleza
podía ofrecerle. Encontró algunas de las hierbas que maduraban en los pastos,
en las llanuras. Buscó los granos en las espigas, duros como piedras, pero que
podían ablandarse con el fuego si se echaban en agua muy caliente. Había que
echar las piedras calentadas entre las llamas en el agua y arrojar allí los
granos. Se podía hacer una deliciosa pasta que salía al machacarlos. Su padre
le había explicado también una manera de sacar una sustancia muy pegajosa de la
corteza de un árbol, después de cocinarla con fuego durante horas. Era ideal
para pegar los filos de piedra del hacha a los palos.
Ida volvió a ver el mar y estableció contacto con otro grupo
de los suyos. La acogieron en su cueva. Cocinaban algo que olía a mar, una
grasa deliciosa. Le contaron que el animal quedó atrapado en las aguas más superficiales
de la playa. Asaban carne de muy buena calidad de otro animal con bigotes que
se arrastraba de manera muy torpe por la arena. Durante los días siguientes,
Ida acompañó a unos hombres para ver cómo lo cazaban. Se apostaron detrás de
las rocas y esperaron el momento en el que una de las crías se quedaba a solas
mientras sus padres se zambullían para pescar. Dos de ellos la asustaron
empujándola a las manos del que tenía el filo cortante.
Aprendió de ellos otra cosa sorprendente. Recogían las
conchas que el mar arrojaba a la arena de la playa y que venían ya agujereadas.
Pasaban por ese agujero una cuerda y se las colgaban del cuello. Ellos pintaban
las conchas del mismo color que el pelo de Ida, y la enseñaron varios collares
en negro y en rojo para que eligiera. Los hombres y mujeres se pintaban la
cara, el cuello y el pecho con llamativos colores. A veces caminaban kilómetros
hacia el interior para contactar con otros grupos cuyos miembros tenían un
aspecto distinto e intrigante, más altos y menos robustos. Ida, que no
sobrepasaba el metro y medio de estatura, se fijó en uno más alto y, tras un
par de encuentros, decidió finalmente irse con él para aparearse, tal y como
había visto hacer a otras mujeres en el clan de su padre.
Esta historia pudo ocurrir hace casi 50.000 años en España,
entre lo que hoy es Asturias y la costa de Murcia. Nuestro país es un paraíso
de hallazgos neandertales. La última hora procede de la sima de las Palomas en
Murcia. El equipo del antropólogo Michael Walker acaba de desenterrar un
excepcional esqueleto de una mujer que vivió hace entre 45.000 y 50.000 años
del que se conserva el 85% y que apenas sobrepasaba el metro y medio. Sus
huesos aún permanecían unidos "en conexión anatómica, algo que no se había
encontrado desde hace 35 años", asegura este experto. "Excavamos la
mujer como si hubiera estado enterrada en un cementerio".
Ida, por supuesto, es una recreación ficticia de una mujer
neandertal. Inteligente, curiosa, su tecnología era sofisticada y quería a los
suyos. Quizá no fuera muy alta, pero, ¿le parece a usted la vida de una salvaje
embrutecida? Los últimos hallazgos fósiles han acercado como nunca a
neandertales y a Homo sapiens. ¿Quién dudaría hoy en calificar a un
pigmeo africano y a un esquimal como especies distintas?
Sí, el esqueleto y la morfología del neandertal eran
diferentes: más robustos, con un saliente de hueso encima de los ojos, un
cráneo y un cerebro mayores, y de menor estatura. "Muchos de los rasgos
que usamos para discriminar a los humanos modernos de los neandertales son
detalles de la anatomía del esqueleto interno y no se aprecian desde fuera, a
menos que tengas visión de rayos X", explica a El País Semanal el
paleoantropólogo portugués João Zilhão, profesor de investigación en la
Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados en Barcelona. Zilhão
lleva estudiando desde hace muchos años a los neandertales y cree, básicamente,
que eran tan humanos como nosotros. Sugiere que echemos un vistazo al luchador
ruso Nicolai Valuev. Su aspecto recuerda al neandertal, pero "está dentro
de la variabilidad humana". La cuestión no radica en preguntarse hasta qué
grado fueron diferentes a nosotros, sino hasta qué punto nos parecemos a ellos.
¿Y si fuéramos, en cierta forma, como ellos?
Maestros del fuego. En el yacimiento de Abric Romaní, en Tarragona, se han identificado al menos una docena de clases de fuego: para iluminar, cocinar, calentar / MAURICIO ANTÓN |
El yacimiento de la cueva de El Sidrón, en Piloña
(Asturias), ha proporcionado en los últimos años valiosos fósiles procedentes
de una galería a 200 metros de la entrada. El equipo de Antonio Rosas, profesor
de investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales (Consejo Superior de
Investigaciones Científicas) y autor del libro Qué sabemos de los
neandertales (CSIC-Catarata), analizó los restos de 12 individuos.
Hallaron marcas en sus huesos que mostraban que habían sido probablemente
devorados en un acto de canibalismo.
Quizá, opina Rosas, "pasaran por épocas de carencias
alimenticias y fueran comidos". Hace unos 49.000 años, el clima sufrió
enfriamientos sucesivos. Hubo épocas en que llegaron bloques de hielo al
Cantábrico. El estudio de Rosas, publicado el pasado diciembre en la revistaProceedings
of the National Academy of Sciences (PNAS), desvela los lazos familiares
analizando el ADN de los huesos. Los hombres estaban relacionados; podían ser
primos, tíos o hermanos. Las mujeres, en cambio, no formaban parte de la
familia cuando se incorporaron al clan.
Estos grupos, a menudo intercambiaban las mujeres para
preservar la diversidad genética. "Es un sistema muy extendido entre los
cazadores recolectores. Hablamos de grupos pequeños, de un número bajo, entre
ocho y treinta personas, y con una cierta movilidad. Si estos grupos no se
relacionan con otros, diez generaciones después hay un deterioro genético y
cultural. Y una manera de mantener lazos de amistad resultaría del intercambio
de mujeres, probablemente adolescentes".
¿Qué pudo ocurrir con esta familia para que todos sus restos
aparecieran con señales de haber formado parte de un festín caníbal? Puede que
una muerte catastrófica o una epidemia acabara con ellos, y otros se los
comieran. O que se tratara de un ataque por parte de neandertales acuciados por
el hambre, quienes los eliminarían, pero sin dejar pistas en sus huesos. No lo
sabemos.
Rosas advierte de que existen pocas evidencias de violencia
entre neandertales, y le incomoda proyectar una imagen violenta de este
homínido, aunque mantiene que ellos fueron una especie distinta, si bien
estaban tan próximos a nosotros, que su cultura forma parte de la nuestra. Uno
de los miembros fue pelirrojo. El análisis del ADN de sus huesos dio con
"un gen, MC1R, implicado en la pigmentación de la piel, que da una
coloración pelirroja, en un neandertal de El Sidrón, y otro en Italia".
Ida sentía compasión. Y hay numerosos casos en el registro
arqueológico que demuestran que los neandertales cuidaban de los suyos. El más
espectacular es el del hombre "viejo de Shanidar", cuyos restos
fueron encontrados en una cueva de Irak; sufrió heridas gravísimas en un brazo,
deformaciones en ambas piernas y un golpe en la cabeza que le dejó casi ciego
cuando era un adolescente. Según la antropóloga Penny Perkins, de la
Universidad de York, en su libro The prehistory of compassion
(La prehistoria de la compasión), este hombre sobrevivió entre 20 y
35 años a sus heridas. No podría haberlo logrado, en un mundo tan duro, de no
recibir cuidados y alimentos de los suyos.
Lejos de comportarse como seres embrutecidos de dieta
restringida a la carne, los neandertales cocinaban los alimentos. Además, eran
unos maestros del fuego. En el yacimiento de Abric Romaní, en Tarragona, el
equipo del arqueólogo Eudald Carbonell lleva examinando más de 200 hogueras
desde 1983 hechas por estos homínidos, de las cuales ya han identificado al
menos una docena de clases de fuegos, destinadas a la iluminación, a
proporcionar calor, o a cocinar.
Hablar y compartir experiencias al calor del fuego es
habitual hoy en día y lo fue en el pasado. Entre los restos microscópicos de
estas hogueras han encontrado fragmentos de hueso, madera, restos de planta,
lascas de piedra y grasa asada, presumiblemente de las piezas que descarnaban.
Y en un estudio publicado en PNAS en diciembre del año pasado, la
antropóloga Amanda Henry, de la George Washington University, encontró pruebas
de la dieta vegetariana de los neandertales, en dientes fósiles de hace unos
40.000 años, en la cueva de Shanidar, Irak, y en un yacimiento en Bélgica:
restos microscópicos de semillas de dátil en la placa dental, además de almidón
procedente de granos de trigo salvaje, cebada, centeno y leguminosas.
"Todo lo que podemos deducir es que hubo cocina en
presencia de agua, quizá mediante el hervido, o el asado, o cualquier otro
método por el que el agua añadida era lo que cocinaba el alimento",
explica Henry. "No sabemos cómo lo hacían. Probablemente disponían de una
variedad de contenedores hechos de algún material orgánico, aunque no tenemos
ningún registro de ello. Lo que sabemos sobre los métodos de cocina procede de
los estudios etnográficos. Podríamos comparar estos registros arqueológicos de
los neandertales con lo que esperamos encontrar en los de las sociedades
cazadoras y recolectoras. Pero en los neandertales no hemos encontrado las
piedras calentadoras que transfieren a los contenedores con agua".
Nuestra ficticia Ida probó la carne humana. ¿No es eso
prueba de que ella era más primitiva? Esta falsa idea fue hábilmente explotada
en una magnífica película con pobre base científica, En busca del fuego, del
director francés Jean-Jacques Annaud. El canibalismo aún se practica en muchas
tribus humanas. Es casi una prueba de humanidad. "Si ellos fueron
caníbales en situaciones de estrés alimenticio o por razones de naturaleza
ritual, eso los hizo más humanos, no menos", explica João Zilhão.
Ida conoce neandertales que viven cerca de la costa, capaces
de capturar delfines y focas. Restos de vértebras de los cetáceos y huesos de
focas se han encontrado en dos ocupaciones neandertales en cuevas de Gibraltar,
de acuerdo con las investigaciones de la antropóloga española Yolanda
Fernández-Jalvo. ¿Cómo lo lograban sin redes? Quizá matando los delfines
varados en las playas, y a las crías de focas en las estaciones de
reproducción.
Y a este comportamiento ya de por sí sofisticado se le
añade el pensamiento abstracto y simbólico, facultad negada a los neandertales
desde tiempos históricos: otro tópico derrumbado. Los recientes trabajos de
João Zilhão y sus colegas demuestran que los neandertales fabricaban adornos y
se pintaban. Eran coquetos. Hay dos cuevas en Murcia, la de Los Aviones
-excavada por el arqueólogo Ricardo Montes, y a menos de cinco kilómetros del
mar-y la Cueva de Antón, en el interior, a unos 80 kilómetros de la costa.
"Encontramos allí conchas perforadas. Y están pintadas. No tienen ninguna
función que no pueda ser la de adornarse. En la cueva de Los Aviones las
descubrimos en asociación con recetas bastante complejas de pigmentación,
hechas a base de mezclas de diversos tipos de minerales, para conseguir efectos
que no existen en la naturaleza", dice Zilhão.
Ocurrió hace 50.000 años, antes de que los seres humanos
modernos entraran en contacto con los neandertales europeos. Se acepta que el
primer contacto entre ambas especies humanas se produjo en Europa hará unos
40.000 años. ¡Pero 10 milenios antes los neandertales ya se adornaban y
pintaban sus cuerpos! Los tabúes, según Zilhão, han impedido ver la evidencia
desde los años cincuenta, cuando se desenterraron adornos y colgantes asociados
a neandertales en Francia, fechados en esa época del contacto. Hasta 1996 no se
empezó a admitir que los autores de esos collares eran neandertales y no
humanos. "La gente se resistía a aceptarlo".
Los adornos, o habían sido fabricados por humanos y se
mezclaron con restos neandertales, o bien estos copiaron a los humanos,
"en una imitación sin comprensión, como una niña que se pone el collar de
perlas de su madre sin tener conciencia del significado social de ese
collar", añade este experto. "Se llegó a escribir que los
neandertales serían como esos nativos de Nueva Guinea que jamás han visto un
transistor; solo observan que los tienen los blancos, y como no saben para qué
sirven, se los cuelgan como trofeos". El prejuicio que pesa sobre los
neandertales se explica, en su opinión, por el "pecado original de ser la
primera humanidad fósil conocida" desde los tiempos en que el primero fue
desenterrado en Alemania, en 1856.
En nuestra historia, Ida se apareó con un ser humano
moderno. ¿Hay que echarse las manos a la cabeza? El debate es fascinante. Los
detractores de esta idea afirman que el ser humano moderno se concibió como una
especie biológicamente diferente; y aunque todo el mundo acepta el origen
africano de la humanidad actual, los Homo sapiens desplazaron a los
neandertales, que habían dominado el continente europeo y la parte más
occidental de Asia durante 200.000 años. No hicimos el amor con ellos, sino la
guerra. Disponíamos de una mejor tecnología y los condenamos a la extinción
(quizá hace unos 30.000 años). Es cierto que hoy no vemos neandertales andando
entre nosotros. ¿Pero han desaparecido totalmente, o se mezclaron con nosotros?
João Zilhão y el paleoantropólogo Erick Trinkaus, de la
Washington University en San Louis (EE UU), mantienen desde hace años que hubo
mezcla. El hallazgo en 1998 en Lagar Velho (Portugal) del esqueleto de un niño
de 24.000 años con rasgos neandertales se suma al de los restos de individuos
en Rumania y la República Checa en los que se aprecian una mezcla de caracteres
que hacen pensar que fueron el resultado de un cruzamiento entre neandertales y
humanos modernos. En este sentido, cuando hablamos de la extinción de los
neandertales, habría que referirse a los últimos neandertales puros. Zilhão
estima que el proceso de contacto y asimilación pudo ocurrir hace 37.000 años,
y que las fechas que sitúan a los neandertales en Gibraltar entre 28.000 y
30.000 años son "pura fantasía".
¿QuiÉn tiene razón? Esta película de suspense tuvo el
año pasado un tercer acto para muchos inesperado. Científicos del Instituto Max
Planck en Alemania ensamblaron el 60% del genoma del neandertal a partir de 400
miligramos de polvo de tres huesos de mujeres neandertales encontradas en una
cueva de Croacia, en un logro tecnológico sin precedentes. Compararon esa
secuencia genética de mil millones de pares de bases con los genomas de cinco
humanos actuales procedentes de Nueva Guinea, China, Francia y África Occidental
y Oriental. El resultado fue una sorpresa que ni ellos esperaban: los europeos
y asiáticos contenían genes neandertales.
"Aquellos de nosotros que vivimos fuera de África
llevamos dentro un poco de ADN neandertal", aseguró el director del
proyecto, el genetista Svante Pääbo, en una nota de prensa del instituto. Es
probable, dicen ahora, que esta mezcla tuviera lugar en Oriente medio, entre
hace 50.000 y 80.000 años. Las noticias dieron la vuelta al mundo, pero para
Eric Trinkaus, la sorpresa no fue tal. "El estudio genético no confirma
nada", aclara este paleoantropólogo, que lleva estudiando neandertales
desde hace 40 años. "Nosotros ya lo sabíamos, pero los genéticos han
proporcionado la evidencia. Lo que tenemos es un número de fósiles de humanos
modernos que contienen en un cierto grado una ascendencia neandertal, aunque
son todavía humanos modernos. A medida que los humanos modernos se extendieron
después de unos 50.000 años se encontraron con poblaciones neandertales.
Sabemos por la arqueología que vivían de una manera muy parecida, y seguramente
encontraron en la población que acababa de aterrizar compañeros adecuados y las
poblaciones se mezclaron en un cierto grado. Probablemente ocurrió en lugares y
tiempos diferentes".
Si los genes neandertales se incorporaron a nuestro
acervo genético, ¿cómo es posible que dos especies, en el caso de ser
distintas, se crucen y produzcan descendientes fértiles? En la actualidad,
señala Trinkaus, ocurre que dos especies muy próximas pueden hacerlo, pero al
ser una más dominante y numerosa, la otra termina siendo absorbida. "En
Norteamérica hay dos especies, el coyote y el lobo. En condiciones ecológicas
normales se comportan como especies separadas, compiten entre sí y no se
mezclan. Pero si la ecología se perturba, los machos y hembras de especies
distintas se aparean libremente y producen una descendencia completamente
fértil y viable. El lobo rojo, en la parte sureste de Estados Unidos, es
híbrido entre el coyote y el lobo".
Para Trinkaus, la resistencia a considerar a los
neandertales como nuestros antecesores no tiene que ver con la biología o con
el registro fósil, sino con esa percepción de que somos tan especiales. Tenemos
que estar separados del resto del mundo y no podemos mezclarnos con los
neandertales. "Cuando publicamos los resultados del niño de Lagar Velho
hace 12 años hubo gente que reaccionó de una manera entusiasta a la
interpretación que dimos del esqueleto". Para este experto, el cruzamiento
entre seres humanos modernos y neandertales constituía la interpretación más
sencilla de la evidencia fósil. Y si hubiera ocurrido al revés, "lo habría
aceptado de buena gana. Muchos de los que rechazaron lo que yo y otros
mostramos como una clara evidencia lo hicieron en términos filosóficos.
Hablamos de los orígenes humanos y el lugar que ocupamos en el mundo. Si lo
abordas de forma científica o religiosa hay un prejuicio del que uno debe ser
consciente".
La
historia de los neandertales, a la luz de las nuevas pruebas científicas, es un
fascinante relato de prejuicios. Diez hitos de la recuperación de unos
'parientes'.
El primero. 1856. Valle de Neander, cerca de Düsselford (Alemania).
Estrictamente no fue el primer fósil de neandertal -se habían descubierto otros
restos-, pero cuando la pala de un trabajador tropezó con un cráneo nació la
paleoantropología moderna. Caló la idea de que era una versión brutal de la
humanidad.
leyenda de brutos. 1864. Los neandertales fueron clasificados como especie
distinta del Homo sapiens, y el británico William King escribió un
histórico artículo incluyéndolos por debajo de los nativos de la isla de
Andamán, entonces en el nivel más bajo de las razas.
primer enterramiento. 1908. Los restos de un anciano
sin apenas dientes y con claras patologías fueron hallados en La
Chapelle-aux-Saints (Francia) en lo que parecía ser una tumba. Su análisis,
publicado por el científico Marcellin Boules, concluyó que estaba más próximo
al mono.
Villanos y héroes en la literatura. 1909.
Los
neandertales irrumpen en la ficción. Los hermanos franceses Joseph Henry Honoré
Boex y Séraphin Justin François Boex firman una novela clásica de la
ciencia-ficción, En busca del fuego, llevada al cine con éxito por
Jean-Jacques Annaud en 1981.
Cambia el paradigma en St. Cesaire.
1979. Un
esqueleto encogido en un enterramiento hallado en Francia junto con
instrumentos de piedra, que por su elaboración habían sido adjudicados a
humanos modernos, muestra que los neandertales ya tenían cierta cultura 45.000
años atrás.
El buen neandertal. 1983. El paleoantropólogo Erik
Trinkaus publica un sensacional estudio sobre los restos de Shanidar (Irak) que
incluye a un individuo discapacitado que sobrevivió gracias a los cuidados de
los suyos.
Primer ADN. 1997. Corresponde a los restos
del famoso ejemplar de Neander (Alemania). La genética entra en juego, aunque
habría que esperar años para alcanzar una tecnología más perfeccionada.
niño de Lagar Velho. 1998. Se enciende el debate. João
Zilhão y Erik Trinkaus publican un histórico artículo en el que sugieren que sí
existió hibridación y mezcla. Un niño de hace unos 24.000 años contiene rasgos
neandertales, a pesar de ser de nuestra especie.
la hibridación. 2010. El primer borrador del genoma
neandertal
extraído
del núcleo celular arroja una profunda sorpresa: los seres humanos actuales
comparten entre el 1% y 4% de los genes neandertales.
inteligencia simbólica. 2010. Se pintaban y adornaban con
colgantes de conchas en la península Ibérica hace 50.000 años. Se derrumba la
tesis de que no tenían pensamiento simbólico.
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