Excavación de una fosa común en el cementerio viejo de Sant Joan. / J. QUETGLAS (MEMORIA HISTÓRICA) |
La emoción traspasó los límites de la contención habitual
entre el personal de los juzgados de Palma al revivir hechos dramáticos de 1936,ejecutados por los golpistas de Franco. Las lágrimas
mojaron los ojos de quienes estaban a ambos lados del estrado mientras una
víctima del franquismo Bel Antich, de 83 años, narró el asesinato de su padre.
El edil republicano Llorenç Antich, tiroteado en las piernas y después quemado
vivo. Su cuerpo nunca fue identificado y se ignora donde fue enterrado.
Bel era una niña de cinco años y recordó el drama y la
represión que amargaron toda la vida de su familia en Algaida. Explicó que su
padre le dijo, al ser conducido, “voy a comprarte un vestido“. Y jamás retornó.
La juez Piedad Marín le tomó testimonio, por delegación, gracias a la comisión
rogatoria internacional librada por la juez Maria Servini que instruye la
llamada querella argentina de las víctimas del franquismo.
Quienes acompañaron a Bel dijeron
que durante su relato y los detalles del crimen y la angustia y tristeza
materna todos lloraron dentro del juzgado. La juez no lo negó al salir al
pasillo mientras la testigo era jaleada por 40 jóvenes de la marea verde de la
enseñanza que fueron juzgados por ocupar, en 2013, la sede de la consejería de
Educación. Bel Antich se atrevió a alzar el puño solidario.
Al tiempo que con Bel, otros descendientes de víctimas,
niños huérfanos de la guerra, han ejercido la acción penal en Argentina. En el
juzgado de Manacor declararon Francisca Mas, de 87 años, por el asesinato de su
padre el edil de Montuiri, Joan Mas i Verd y, también, Catalina Moyá, de 80
años, por la ejecución de su progenitor, Baltasar Moyá, ambos fusilados eran activistas
republicanos.
Entre los miembros de la asociación de la
Memoria Histórica de Mallorca y del 36 se han vivido semanas de gran
carga emocional por acontecimientos de calado simbólico. Hasta una isla las
olas de las noticias y los efectos de los hechos históricos llegaron siempre
con retraso, por la distancia y el mar. Ahora, en la edad de Internet y la
noticia global instantánea, aun hay ecos de lejanía.
Más tarde que en el resto de España se ha excavado la primera fosa común de fusilados de 1936. En el
cementerio viejo de Sant Joan se hallaron, el 20 de junio, los restos de tres
agricultores republicanos del pueblo Maria ligados a UGT, Joan Gual, Jaume Gual
y Miquel Salom, que fueron “paseados“, tiroteados, lanzados a un pozo rural y
enterrados en el anonimato en un pueblo vecino.