LAS BOMBAS QUE NO MARATON


Trabajadores españoles y alemanes se jugaron la vida en la Guerra Civil saboteando obuses en los que dejaban notas de ánimo para los republicanos. Alfonso López García publica un interesante reportaje sobre este tema el el DIARIO VASCO (12-Diciembre-2010).

Paul Preston, afamado historiador, dice: "Es una prueba más de que la República fue un simbolo de la lucha antifascista para los demócratas de todo el mundo".

Así comienza el reportaje:

"Un obús había tocado el edificio, pero no había estallado. Había pasado a través de las viejas gruesas paredes y se había tumbado a descansar a través del umbral del dormitorio de los guardias. La madera del piso estaba humeante aún y en la pared de enfrente había un roto. Una hilera de volúmenes del diccionario Espasa-Calpe había brincado en un remolino de hojas sueltas. Era una granada de 54 centímetros, tan grande como un recién nacido. Después de conferencias sin fin aquí y allá, vino un artillero y desmontó la espoleta; el obús vendrían a recogerlo después. Los guardias transportaron el enorme proyectil, ahora inofensivo, al patio. Alguien tradujo la tira de papel que se había encontrado en el hueco entre la espoleta y el corazón de la bomba. Decía en alemán: 'Camaradas: no temáis. Los obuses que yo cargo no explotan -Un trabajador alemán'".

Éste es un párrafo perdido dentro del libro del escritor español Arturo Barea (Badajoz, 1897-Londres, 1957), autor de La forja de un rebelde, una de las novelas que describe con mayor precisión cómo se desarrolló la vida en Madrid durante la Guerra Civil. Los sabotajes de armamento con mensajes de ánimo a las filas republicanas en el interior aparecen también descritos en obras como El asedio de Madrid (1938), de Eduardo Zamacois; Gavroche en el parapeto (1937), de Elías Palma y Antonio Otero, o en periódicos de la época como El Socialista o Milicia Popular.

Tras una larga tarea de investigación en archivos nacionales (Madrid, Alcalá, Ávila y Salamanca) y hemerotecas, V ha localizado abundante documentación oficial donde la Policía Militar, quintocolumnistas y milicianos que cambiaban de bando informaban a Franco de numerosos casos de obuses que no explotaron en el frente y que contenían mensajes de ánimo. Los escritos, hasta hoy inéditos, certifican que estos episodios fueron reales, a pesar de que hasta ahora habían pasado desapercibidos para los historiadores, que los consideraban producto de la propaganda republicana o de la invención de los autores. Incluso un personaje tan relevante como Santiago Carrillo no dudó en afirmar, preguntado por el asunto, que todo este tipo de historias sólo podrían ser producto de "bulos y leyendas urbanas" ya que en su opinión "nadie se atrevería a poner en riesgo su vida escribiendo mensajes de este tipo en obuses que fácilmente se pudieran ver".

Pero la Guerra Civil no deja de sorprender, y los archivos históricos aún conservan en sus entrañas numerosas 'joyas' que demuestran que los hechos descritos por Barea, Zamacois o Palma sí tuvieron lugar. Documentos oficiales que dan fe de sucesos humanos extraordinarios, en unas circunstancias límite en las que no fueron pocos los trabajadores que arriesgaron sus vidas en fábricas de armamento españolas (en zona franquista) y alemanas para no causar dolor o muerte, y que además tuvieron el valor de escribir una nota de ánimo al 'enemigo' en un medio tan destructivo como un obús.

Y sigue el reportaje:

El nerviosismo de Franco al ser informado de estos sabotajes fue en aumento. Primero mandó distribuir una orden que instaba a su ejército a poner en marcha medidas de precaución para evitar los actos de sabotaje en polvorines y depósitos de municiones. En un documento posterior, Franco llega a instar a que "el personal que entre para manipular armamento deberá ser no sólo de absoluta garantía sino que debe además estar convenientemente vigilado".

A estos hombres que irritaron a Franco y se jugaron el pellejo cargando obuses que jamás explotaron, la historia no les guarda un lugar de honor. Jamás se les hizo un homenaje ni se les puso una calle. Algunos fueron localizados y los mensajes de ánimo significaron su sentencia de muerte. Hoy, generaciones de españoles, aunque no lo sepan, viven gracias a ellos. No temáis, vuestras bombas salvaron vidas.

Lee el reportaje entero en este enlace.