El 5 de junio de 1983 se sentaron a almorzar en el
restaurante Café de la Paix, de París, cerca de la Ópera, los dirigentes de ETA
Político-militar Juan Miguel Goiburu y Fernando López Castillo, junto con su
abogado, Juan Infante; el dirigente de Euskadiko Ezkerra Javier Garayalde,Erreka;
el jefe del Mando Único de la Lucha Antiterrorista, Manuel Ballesteros, y su número
dos, Domingo Martorell. Aquel encuentro, prácticamente desconocido, fue
propiciado por el jefe de la lucha antiterrorista que quería “ver las caras” de
los dirigentes polimilis y confirmar que su voluntad de “disolución”
iba en serio. A su vez, los dirigentes polimilis querían tener
garantías de que el Estado cumpliría sus compromisos con sus presos y huidos.
Pero además Ballesteros quería mantener ese encuentro para
pedir a los dirigentes polimilis que escenificaran una entrega de las
armas para dar credibilidad al cese definitivo de actividades de su
organización. Un cese que habían anunciado meses antes, el 30 de septiembre de
1982, hoy hace exactamente 30 años.
A cara descubierta, 10 dirigentes y militantes de ETA
Político-militar, entre ellos Goiburu y López Castillo, se presentaron con ese
mensaje en una espectacular rueda de prensa celebrada en la localidad
vascofrancesa de Biarritz, cuyo treinta aniversario coincide con el proceso
terminal de la otra rama, la Militar, que ha anunciado su cese definitivo, pero
tiene pendiente su disolución. Los treinta años no han pasado en balde y la
celeridad con que se zanjó el proceso final de lospolimilis es impensable
hoy en día con los milis porque la exigencia social, plasmada en la ley, hacia
los terroristas, aunque se acojan a la reinserción, ha aumentado mucho el
listón.