La posición del obispo ante el fenómeno brujeril fue
valiente y clara: «Mucho de lo que publican de niños y mujeres mozas y de
hombres es imputado falsamente»
Hace 400 años, el 9 de julio de 1610, don Antonio Venegas de
Figueroa, obispo de Pamplona, contestó con documento de su secretario, Gonzalo
de la Palma, a la petición que le habían dirigido los alcaldes y regimiento,
cabildo y clerecía de Azpeitia, en nombre de la villa. Le habían requerido al
Padre Ignacio de Loyola como Patrón y Abogado y deseaban guardar fiesta el día
31 de julio, aniversario de su muerte, con culto de altar e imagen. Basaban su
deseo en que el nuevo beato era natural de la villa y «en otras razones y
causas, que hay para ello muy urgentes».
Contestó el obispo de Pamplona dando licencia a lo que se
pedía, vistas las razones que se aducían y «otras, que en particular nos
mueven». Desde entonces, Azpeitia celebra la fiesta de San Ignacio y le honra
como Patrón, juntamente con San Sebastián, titular de la parroquia local. A lo
largo de la historia, la fiesta y la devoción han tenido sus más y sus menos,
que en este espacio no es posible relatar: ni en sus comienzos, pues ya en 1611
los festejos taurinos fueron tema de discusión; ni en su realidad actual, que
es espejo de la compleja y contradictoria sociedad nuestra. Al recordar el
contexto histórico en el que surgió el Patronazgo ignaciano, señalaremos tres
puntos que suscitan especial interés :
1º) Azpeitia pertenecía a la diócesis de Pamplona en 1610,
como también en tiempo de San Ignacio y durante siglos. Todavía más: por lo
menos desde el siglo XII la mayor parte de Gipuzkoa perteneció a la diócesis
iruñesa. Sabemos que Arnalt de Puyana, obispo de Pamplona, fue el primer obispo
del que dependió la parroquia de Azpeitia, al ser creada la villa, en 1310
(ahora hace 700 años). Con razón escribió José Goñi Gaztambide, el más
cualificado historiador de los obispos de Pamplona: «Porque así como Navarra
fue madre de reinos, el Obispado de Pamplona lo fue de diócesis». Como es
sabido, Azpeitia pertenece ahora al Obispado de San Sebastián, nacido en fechas
recientes.
2º) Don Antonio Venegas trabajó notablemente en el cultivo
del euskara en la catequesis y en las predicaciones de su diócesis, con un
notable sentido del valor de la cultura. Ya que «no se puede hacer bien lo que
es bueno, ni evitar lo que es malo, si no se sabe». Además, como atestigua Koldo
Mitxelena, promovió el obispo un concurso literario en lengua vasca con ocasión
de la fiesta del Corpus, «porque no es razón que la lengua matriz del Reino
quede desfavorecida».
3º) No parece acorde con la historia el silencio que se ha
hecho en torno a don Antonio en el tema de la brujería vasca, por ejemplo en
los actos que tuvieron lugar en Zugarramurdi, el 27 de marzo del presente año,
en recuerdo del aniversario del auto inquisitorial de Logroño, de 1610 (ver DV,
28.03.10, pg. 14). La posición del obispo ante el fenómeno brujeril fue
valiente y clara, como escribió en más de una ocasión: «mucho de lo que
publican de niños y mujeres mozas y de hombres es imputado falsamente, nacido
todo de la demasiada diligencia que los comisarios de la Inquisición han hecho,
ahora sea movidos de buen celo, ahora con fines particulares».
FUENTE: DIARIO VASCO (JAVIER ZUDAIRE | SANTUARIO DE LOYOLA),
14 JULIO 2010