El historiador Ángel Viñas, autor del libro La conspiración del general Franco. /RICARDO GUTIÉRREZ |
Angel Viñas está convencido de que Franco ordenó asesinar al
general Amado Balmes Alonso, responsable militar en Gran Canaria, para dejar
expedito su paso e iniciar la Guerra Civil el 18 de julio de 1936.
El historiador no tiene los documentos, pero mantiene que de
otro modo sería inexplicable la versión que el franquismo dio desde un
principio de que el militar se había disparado su pistola al desatascarla
contra su bajo vientre.
Franco hizo que el Dragon Rapide, el avión que le
sirvió para salir de Canarias y empezar la rebelión en África, aterrizara en
Gran Canaria. Balmes murió el 16 de julio; Franco dejó Tenerife para estar en
el entierro, y desde la isla de enfrente emprendió un viaje que cambió su destino,
y el de la República.
Viñas es catedrático, ha ejercido la diplomacia, es autor de El
escudo de la República (sobre el oro de Moscú),El honor de la República (sobre
el acoso fascista, la hostilidad británica y la política de Stalin), y
recientemente publicó la edición de las memorias de Paulino Azárate, político y
diplomático muy ligado a Juan Negrín.
El libro en el que explica sus sospechas sobre el posible
asesinato de Balmes que ordenaría Franco está publicado, como la mayoría de los
suyos, por Cátedra, se titula La conspiración del general Franco y
nació de su deseo de investigar la hostilidad británica hacia la República.
Como tuvo que buscar en el origen inglés del Dragon Rapide y de su
tripulación, halló que este avión voló a Las Palmas en circunstancias que
permiten dudas; esas dudas le llevaron a hacer pesquisas que están a medias
entre el historiador y el detective. Juntos en la misma persona el historiador
y el detective, Viñas llegó a conclusiones que arrojan dudas muy serias sobre
la versión oficial: la muerte de Balmes pudo haber sido un asesinato
premeditado y alevoso.
En el libro, además, Viñas se muestra muy enfadado con parte
de la historiografía española que dio por sentado que Balmes murió en un
accidente sin hacerse las preguntas que hubieran incriminado a Franco, y
también con la desfiguración interesada de los inicios de la guerra para
ocultar lo más oscuro de la conspiración.
Pregunta. Está usted indignado, se ve en el libro.
Respuesta. Soy de los que creen que el franquismo montó
una historia, un dogma, un corpus de doctrina para explicar los orígenes y el
desarrollo de la Guerra Civil y sus consecuencias. Y ese dogma no tiene mucho
que ver con la realidad.
P. Lo manipularon.
R. Sí, manipularon ese pasado un tanto mitológico en
función de sus conveniencias políticas. Un poco como lo que pasó en la URSS en
la época de Stalin. En el caso soviético fue mucho más exagerado porque también
los crímenes eran de otra magnitud, pero en la sustancia, cuando rascas, el
enfoque de Franco no es diferente del enfoque de Stalin, o de los servidores
del poder en uno y en otro caso. Inventaron ambos una historia que sirviera
para explicar lo que es difícilmente explicable. Por ejemplo, la muerte del
general Balmes.
P. Dota usted a Franco de una enorme capacidad
maquiavélica.
R. No, no. No es que Franco sea maquiavélico; es un
hombre astuto. Tampoco es que sea un gran general; no tiene experiencia en el
manejo de la guerra, la suya es una experiencia con la Legión en Marruecos, que
es una guerra colonial completamente subdesarrollada. Es un general cortesano y
un general político. Eso es lo que hace en la República. El hombre de Estado
que sabe anticipar el futuro... eso son bobadas inventadas para alimentar su
ego. En tiempos de la República tiene muy claros cuáles son sus intereses, a
los que sirve con disciplina y rigurosidad. Un hombre disciplinado.
P. Que se subleva.
R. Si es cierto lo que Pedro Sainz Rodríguez ha dicho
en varias ocasiones, toda la operación que Franco monta en Las Palmas está
orquestada para ponerse al frente del ejército de Marruecos. Hace tiempo, antes
de morir, don Pedro me contó que quizá lo que quería Franco era ser alto
comisario de España en Marruecos y que ese era su objetivo inmediato en julio
de 1936. Ponerse a la cabeza de esa poderosa máquina de guerra que le hubiera
dado un peso muy importante en el conjunto de los sublevados. Luego las cosas
no fueron como él pensaba. Le fueron mejor. Lo que le allana el camino es la
muerte del general José Sanjurjo, en accidente. Ese sí que fue un accidente.
P. Porque usted cree que la muerte de Balmes no fue un
accidente.
R. Yo estaba siempre con la mosca detrás de la oreja
mientras estudiaba la imbricación de los servicios de inteligencia británicos
en el vuelo del Dragon Rapide. Y empecé a buscar documentos hasta que
llegué al suceso de Balmes...
P. Y ahí empezó su pesquisa, como un detective.
R. Sí, puede decirse así. Estaba muy sensibilizado con
el tema de Balmes. Que se pegara un tiro en las condiciones que se lo pegó me
parecía raro. Fui a Canarias, hablé con unos y con otros y me encontré con
alguien emparentado con el ayudante de Balmes en julio de 1936. Este me contó
que hubo una entrevista a solas Balmes-Franco en torno al mes de mayo de 1936.
Fue a solas. Balmes salió muy serio de esa entrevista... En la familia del
ayudante del general se comentó mucho esta circunstancia: qué le diría Franco a
Balmes que salió tan circunspecto de una reunión supuestamente amistosa.
P. ¿Y qué le pareció raro a usted mismo?
R. Que habiendo tanta literatura sobre esa época, nunca
se dijera nada de esa reunión secreta. Lo comenté con Gabriel Cardona, el
extraordinario historiador militar que acaba de fallecer. "¿Cómo te
suena?", le dije. "¡Me suena muy mal!", me dijo. Y me aconsejó
que leyera el libro de Pinto de la Rosa, que era, cuando murió Balmes, el juez
militar que se hizo cargo de aquel accidente. Claro, por el hilo tiras del
ovillo. Y aquellos disparates que él cuenta, apoyados por las cosas aún más
absurdas que publicaba la prensa de la época, me encendieron las luces. No fue
una muerte casual. Alguien empujó la pistola, parece evidente.
P. Dice usted que Franco estuvo activísimo y una de sus
actividades podría haber sido acabar con Balmes...
R. Su objetivo era sublevar las guarniciones de
Tenerife y de Las Palmas. La de Tenerife la tenía en su mano porque él estaba
allí, pero no disponía de la de Las Palmas, necesitaba hacerlo a través de
personas interpuestas. Yo sospecho de las personas interpuestas. Por ejemplo,
de Rafael Díaz-Llanos, que está en una misión de larga duración en Las Palmas,
enviado por Franco. Eso aparece en la hoja de servicios de Díaz-Llanos. Podría
haber ido para otras cosas, pero a mí me resulta sospechoso. La mayoría dice
que todos los oficiales de Las Palmas estaban a favor de la sublevación. No,
no, no. No lo sabemos. Es posible que algunos lo estuvieran, otros no lo
estaban.
P. ¿Y Balmes?
R. Balmes era el general. Pues Balmes no estaba
convencido. Luego se dice que sí, pero eso todo es a posteriori. Este es un
asesinato, creo yo, bien planeado, bien ejecutado, pero hay que disimularlo. No
solo el día 17 de julio. Pues al día siguiente es el alzamiento y ya hay que
preparar argumentos para que la historia se diga como Franco quería. Así que
cuando se decreta el bando de guerra (¡y qué bando!), a ver quién se mueve para
explicar lo de Balmes.
P. Pero Franco va al entierro.
R. Va al entierro porque quiso matar a Balmes y quiere
estar en su sepelio en Las Palmas. Allí lo espera el Dragon Rapide; él
hace la carambola de obligar a que el avión británico aterrice ahí porque ese
es su plan, y para eso ha de tener un pretexto que le lleve a Las Palmas.
P. Todo planificado, pues.
R. Exactamente, lo tiene todo planificado. Además, lo
sabemos por el testimonio del marqués de Luca de Tena, que tiene que ir a Las
Palmas a principios de julio. El marqués no tiene por qué saber lo que está
pensando Franco, y Franco, naturalmente, no le diría nada. Lo que Franco sí
dice es: "Quiero el Dragon Rapide en Las Palmas". Ahí es
cuando puede planificar también su acción sobre Balmes.
P. ¿Y quién mata a Balmes, según sus sospechas?
R. Hay unos papelitos en el Gobierno militar. Dicen que
ese día de la muerte Balmes está revistando armas de la sección de destino. ¿Un
general revistando armas de los cuatro gatos que hay en esa sección? ¡Un
general no hace eso! ¿Por qué lo hace? Probablemente porque se quiere cerciorar
de que su guardia, los que están más cerca de él, estén armados. En el
regimiento hay un oficial que se encarga de la gestión de armas. Su nombre no
aparece. Por consiguiente, debería haber estado allí, y a él se dirige Franco
unos días después, y acomete misiones ultrasecretas... Pudo haber sido él.
P. ¿Y por qué no dice el nombre?
R. Porque no tengo la certidumbre. Es que en realidad
no sabemos cómo murió Balmes, pero sí sé que la versión que siempre se ha
manejado no se sostiene bajo ningún concepto... Al liquidar a Balmes, Franco se
hace con la guarnición y deja el camino expedito, pues con Balmes en contra se
trastocan todos los tiempos del golpe, y ese era un riesgo grave.
P. Como el asesinato.
R. Por eso lo disimulan. Si trascendía el asesinato,
era un asunto de importancia capital: mataba, o mandaba matar, a un compañero
suyo antes de que se haya declarado el bando de guerra. Parece algo banal tal
como fueron las cosas, pero no, ¡es un asesinato con premeditación y alevosía.
Y punto!
P. Pues el silencio dura hasta hoy.
R. Convenía. Fíjate que cuando la viuda de Balmes pide
la pensión completa, los juristas del Cuartel General se la niegan porque no
murió en acto de servicio, sino por "una gran imprudencia" al ponerse
el cañón de la pistola con la mano izquierda en el bajo vientre... ¡A quién se
le ocurre! Y Franco se hace el distraído. Y a quién se le ocurre no indagar qué
pasó con la pistola, que el chófer se deja olvidada en algún sitio...
P. Lo que llama la atención es que sus sospechas sean
inéditas...
R. Sí ha levantado sospechas. Paul Preston se las hace
en su biografía de Franco. ¿Por qué Balmes no tiene un monumento, ni está entre
las víctimas de los caídos? Algunos desaprensivos dicen que esa manera de
tratar la pistola era una técnica del general... ¡Pamplinas!
P. Trabajó usted como un detective.
R. Sí, he trabajado como un detective, pero que no me
pidan la orden de asesinato. Eso se dice de palabra, se da una orden y ya está.
Personalmente no tengo ninguna duda. Pero eso no lo puedo decir, no puedo decir
que haya encontrado la orden de asesinato. Además, eso no se encuentra.