EL DESASTRE DEL BARRANCO DEL LOBO: SEMANA TRÁGICA DE BARCELONA 1909

Soldados españoles durante la guerra en el Rif. / Archivo
La mañana del 26 de julio de 1909 miles de obreros levantaron las barricadas en las calles de Barcelona para evitar el reclutamiento forzoso decretado por el Gobierno. La situación en Marruecos se había deteriorado y el Ejecutivo había ordenado movilizar más tropas. Aunque todos los jóvenes estaban obligados a acudir al llamamiento, aquellos que pagaran un canon de 6.000 reales podían eludirlo. Una cantidad que solo las familias más pudientes podían abonar para evitar que sus hijos partieran al frente. Ante tal injusticia, la población se rebeló dando origen a la Semana Trágica. Lo que no sabían es que a miles de kilómetros de allí, en las inhóspitas montañas del Rif, se estaba preparando una batalla que afectaría al devenir de los acontecimientos en la Ciudad Condal.

A comienzos del siglo XX el Gobierno español decidió aumentar su presencia en el norte de Marruecos como fórmula para elevar la moral de la población y las tropas tras las pérdidas de las últimas colonias americanas (Cuba y Puerto Rico). Sin embargo, más allá de cuestiones de prestigio internacional, en la decisión pesó mucho más el interés de las empresas mineras en explotar las minas de esa región rifeña. En aquellos años Marruecos estaba inmerso en una lucha interna entre el sultán y un líder levantisco llamado Bu Hamara.

El cacique rebelde controlaba las tierras del Rif que interesaban a las empresas mineras españolas y también francesas. Por tanto, desde Madrid decidieron apoyarle a cambio de recibir la concesión de las explotaciones. Bu Hamara accedió, pero no contó con la reacción de sus compatriotas. Y es que lo rifeños, tras acusarle de traición, le entregaron al sultán. Así las cosas, la situación pronto se deterioró sobre el terreno.

Estallido

El 9 de julio de 1909 los rifeños atacaron a varios trabajadores españoles que construían un ferrocarril para conectar las minas con el puerto de Melilla. Nada más conocer la noticia, el Gobierno decretó una movilización general que se topó con la indiferencia y, posteriormente, el rechazo de la población, disconforme con una guerra que no le aportaba ningún beneficio. La exención para ir al frente de los jóvenes adinerados capaces de pagar la tasa estipulada solo crispó aún más unos ánimos que estallaron en forma de sublevación popular en Barcelona el 26 de julio.

Un día después de que los manifestantes tomarán las principales arterias de la Ciudad Condal, lejos de allí, en Marruecos, una columna dirigida por el general Guillermo Pintos se adentró por el conocido Barranco del Lobo. En ese escarpado terreno las tropas españolas sufrieron una dura derrota tras una emboscada devastadora. En la refriega las bajas españolas alcanzaron el millar, incluido el propio general Pintos. 
Cuando la noticia llegó al comandante general de Melilla, José Marina, mandó reforzar la ciudad por miedo a un asalto. El pánico también se apoderó del Gobierno que veía peligrar Melilla y, además, tenía abierta una sublevación popular en Barcelona. La decisión del Ejecutivo fue sofocar con mano dura las protestas internas para evitar su propagación y garantizar también así el envío de tropas a Melilla.

De esta forma, la Semana Trágica finalizó con casi un centenar de muertos al tiempo que en Melilla se acantonaron hasta 40.000 soldados, número suficiente para devolver la tranquilidad a la región tras algunas escaramuzas. Eso sí, por poco tiempo. Y es que los absurdos, estériles y sangrientos combates en el norte de Marruecos fueron una constante de la política española en el primer tercio del siglo XX.


FUENTE: DIARIO VASCO (D. Valera, La otra historia) 27 JULIO 2013