Cráneo del 'Australopithecus prometheus' conocido como 'Little Foot' / JASON HEATON |
Hasta ahora, la película que cuenta los orígenes de la humanidad tenía
un primer protagonista clarísimo.
Antes de que hubiese humanos sobre la faz de
la tierra, existieron los australopitecos, monos con cerebro de chimpancé que
andaban erguidos y apenas superaban el metro de estatura. Entre todos ellos
destacaLucy,
la australopiteca que vivió hace entre tres y cuatro millones de años en
Etiopía y que es el supuesto ancestro de todos los miembros del género humano,
incluidos los Homo sapiens.
Este protagonismo de Lucy (y el tronco del árbol
genealógico de la humanidad) acaban de tambalearse debido a la nueva datación
de los fósiles de Little Foot. Se trata de otra especie de mono erguido
que vivió en Sudáfrica y que, según sus descubridores, tiene unos 3,6 millones
de años, es decir, fue coetánea de Lucy y candidata a ser el primer
ancestro conocido de todos los humanos.
Little Foot era una australopiteca, como Lucy, pero de
una especie más grande y alta (medía algo menos de metro y medio). Tenía los
hombros muy fuertes, los brazos largos y, aunque bípeda, sus pies aún estaban
diseñados para colgarse de los árboles. Su nombre científico es Australopithecus
prometheus.
Un mal día, Little Foot cayó en una sima y murió
en lo que hoy es Sterkfontein, a 40 kilómetros de Johannesburgo. Sus restos no
se localizaron hasta 1997, en la oscuridad de una cueva a más de 20 metros de
profundidad y sepultados en roca. Ron Clarke, uno de sus descubridores, explica
que su equipo tardó 13 años en separar los huesos del mineral y poder subirlos
a la superficie, aún sepultados en un ataúd de sedimentos. Desde entonces han
pasado tres años limpiando los fósiles y reconstruyéndolos, aunque todo ha
merecido la pena: ha resultado ser el esqueleto más completo de un australopiteco.
Está casi entero y, además de un brazo y una mano en articulación y los
pequeños huesos del pie de los que recibe su apodo (pie pequeño en inglés),
destaca su espectacular cráneo.
La gran pega para aceptar a Little Foot como
protagonista de los primeros compases de la evolución humana es su
controvertida antigüedad. El terreno de la cueva se ha removido y cambiado
mucho, tanto por fenómenos geológicos como por la dinamita de los mineros que
sacaron de la roca esquirlas de hueso que ayudaron, un siglo después, a que
Clarke encontrara el esqueleto. Su equipo y el de otros especialistas han hecho
diferentes dataciones. Las más favorables apuntan a que podría tener hasta
cuatro millones de años. Otros grupos le dan poco más de dos millones de años,
es decir, posterior a la aparición de los primeros humanos.
En
2014 se publicó una nueva datación de sedimentos supuestamente de la
fecha de su muerte que indicaba una edad de al menos tres millones de años.
Ahora, el equipo de Clarke recurre a la última técnica de datación que quedaba
disponible: la cosmogénica. Se basa en el tipo de átomos de aluminio y berilio
contenidos en el cuarzo que encapsula el fósil. Esos elementos cambian por el
bombardeo de los rayos cósmicos llegados del espacio y los convierte en una
especie de reloj dentro de la piedra. Los resultados, publicados hoy en Nature,
concretan una antigüedad de 3,67 millones de años con un margen de error de
160.000 años, todo un embrollo científico, según Clarke.
“Hasta ahora la gente consideraba que los australopitecos
más antiguos que se conocen [como Lucy] eran los ancestros directos de todo lo
que vino después”, explica a Materia el paleoantropólogo de la
Universidad del Witwatersrand (Suráfrica). “Ahora podemos demostrar que no eran
las únicas especies que vivían hace 3,5 millones de años y la verdad es que no
podemos saber cuál de ellas es nuestro ancestro directo”, recalca.
Caras poco humanas
Los rasgos físicos tampoco parecen ayudar demasiado. “Lucy es
mucho más pequeña que Little Foot y menos parecida a un gorila, pero
ninguno de los dos tiene rasgos humanos en su cara, es imposible decir cuál de
ellas está más cerca de nosotros”, añade.
Así las cosas, el origen de los
humanos antes de ser humanos se bifurca. Pudo empezar con Lucy en
Etiopía hace entre tres y cuatro millones de años y luego desembocar en los
primeros miembros del género Homo, una opción reforzada por el
reciente hallazgo allí del humano más antiguo, hace 2,8 millones de años. Por
otro lado, la nueva datación en Sudáfrica “mete a Little Foot de
nuevo en la carrera” y podría ser este australopiteco que vivió en una zona
reconocida por la Unesco como la Cuna de la Humanidad el que diese lugar a “Homo
habilis, nuestro ancestro”, explica Laurent
Bruxelles, coautor del presente estudio.
Expertos independientes reconocen la importancia del
trabajo, pero recalcan que lo mejor está aún por llegar. “Este estudio casi
cierra definitivamente la polémica de la datación”, opina Carlos Lorenzo,
arqueólogo de Atapuerca e investigador del IPHES. El verdadero plato fuerte
llegará, dice, cuando el equipo de Clarke desvele el estudio completo de todo
el esqueleto de Little Foot, en especial de su cráneo y sus dientes que
contienen rasgos claves para saber cómo de parecido era a los humanos que
surgirían después y si se le puede considerar nuestro ancestro.
Clarke espera publicar las primeras descripciones de este
excepcional espécimen el próximo año, aunque se la coge con papel de fumar
desde ya: “Es posible que nuestro verdadero ancestro no sea ninguno de los
australopitecos que conocemos”.
En 1948, el pionero de la paleoantropología Raymond Dart
clasificó un homínido encontrado en Makapansgat, Suráfrica, como
‘Australopithecus prometheus’. El origen de su nombre científico viene de un
error. Dart pensó que había huesos quemados en el yacimiento e interpretó que
su australopiteco dominaba el fuego. Por eso le puso el nombre del titán griego
que roba el fuego a los dioses para dárselo a los humanos. En realidad los
huesos se habían ennegrecido por el manganeso.