Objetos expuestos en la exposición que se podrá visitar hasta mediados de octubre en Vitoria. /L. RICO |
Conocer quienes fuimos para entender quienes somos. La
historia del ferrocarril ha estado estrechamente relacionada con la evolución
de Euskadi, un medio de transporte que actuó como uno de los motores de la
industrialización y como una llave hacia el futuro de la región. “Es
inimaginable pensar en la historia de Euskadi sin la historia del ferrocarril”,
señala Maitane Ostolaza, directora del Museo vasco del Ferrocarril.
Acercarla a la ciudadanía es el
objetivo con el que Vitoria acoge hasta el día 18 de octubre, en el palacio
Escoriaza Esquivel, la exposición 150 años de ferrocarril en Euskadi, que
conmemora la inauguración, en abril de 1862, del primer tramo Miranda de Ebro-Olazagutía
de la línea Madrid Irún (dos años después se abrió la línea al completo), con
la que el ferrocarril llegó a Euskadi.
En esa fecha se hizo realidad el sueño frustrado que ya en
la década de 1830 empezó a forjarse en las mentes de empresarios vascos,
queriendo copiar el tren de Manchester a Liverpool que dio el pistoletazo de
salida en 1825 al transporte ferroviario en el Viejo Continente. Ahora, en un
momento en el que se “está recuperando el tren como medio de transporte
sostenible y de futuro, en el que las comarcas que perdieron sus líneas se
lamentan del cierre”, según la directora, es momento para recordarlo.
La entrada de la exposición hace las
veces de oscuro túnel ferroviario y, al salir de él, el visitante se encuentra
con traviesas orientadas hacia el norte, un guiño a la Compañía del Norte, una
de las muchas que operó en Euskadi. Es entonces cuando se adentra en un relato
que va desde las diligencias que tardaban días en hacer un recorrido que se
acortaría a unas pocas horas con el ferrocarril, cuyos tramos fueron
construidos por obreros con nacionalidades como la italiana, hasta la
actualidad y el futuro ferroviario de Euskadi, la Y vasca. El comisario de la exposición,
el historiador Carlos Larrínaga, recuerda que, en todo este tiempo, se han
producido cambios gracias al tren, como la configuración de los mercados
nacionales.
Ostolaza añade que “aunque nos centremos en la relación del tren
con la industria y la minería, también tuvo su influencia para configurar la
sociedad de masas; permitió a la gente de los pueblos alejados acudir a
partidos de fútbol”.
También otro tipo de cambios: “en 1862 el ámbito de
referencia de las personas no era superior a 30 kilómetros a la redonda”,
ejemplifica el historiador, poniendo en contraste con la situación actual.
Entre mapas, dibujos de la maquinaria de los trenes, silbatos, cornetillas,
relojes, tacógrafos, gorras de jefe de estación, taladros para los revisores,
cartillas y billetes mensuales, el visitante puede encontrarse pequeñas joyas,
como un proyecto de tranvía para Vitoria. El de 1901. El tranvía no fue una
realidad en la ciudad hasta 2008.
FUENTE: EL PAÍS (Ania Elorza) 10 SEPTIEMBRE 2012