Raquel Marín |
Entre las numerosas necrológicas aparecidas inmediatamente tras el
fallecimiento de Santiago Carrillo algunas siguen haciendo hincapié en
Paracuellos. Los lectores de este periódico quizá estén interesados en conocer
los resultados de nuestras investigaciones que nos permiten arrojar dudas
acerca de la pervivencia del canon franquista en varias de entre ellas. Las
categorizamos en tres rúbricas: contexto, chispazo para la acción y
responsabilidades y supervisión.
1. A comienzos de noviembre de 1936 las columnas franquistas habían
llegado a las puertas de Madrid, sembrando de cadáveres su camino. Los
bombardeos causaban estragos en la población. Entre los presos en las cárceles
había centenares de militares dispuestos a unirse a los rebeldes. Su liberación
parecía inminente.
2. El chispazo que condujo a Paracuellos provino de uno de los agentes
de la NKVD llegado a Madrid mes y medio antes. La liquidación masiva de
enemigos había sido una práctica habitual en la guerra civil rusa. Aplicada al
caso de una ciudad al límite, la NKVD no dudó en recomendar la misma
“profilaxis”. A finales de octubre de 1936 el embajador soviético ya sugirió
recuperar a los presos dispuestos a servir a la República. Como se había hecho
con los oficiales zaristas para que se unieran a los bolcheviques.
3. El agregado militar, coronel/general Goriev, informó crípticamente a
Moscú de la labor desarrollada por la NKVD durante el asedio de Madrid en un
despacho del 5 de abril de 1937 y mencionó un nombre, el de “Alexander Orlov”.
Lo envió por la vía reglamentaria a su jefe, el director del servicio de
inteligencia militar. Lo descubrió en Moscú antes de 2004 Frank Schauff. Hay un
borrador en el archivo histórico del PCE, en la Universidad Complutense. No
conocemos a ninguno de quienes mantienen enhiesto el canon franquista que lo
haya consultado. Hoy se quedaría con un palmo de narices. Falta la página con
la referencia a la NKVD. Una casualidad. Se nos ha dicho que cuando un
investigador ruso quiso consultar el despacho en los archivos moscovitas el
legajo había sido declarado inaccesible. Otra casualidad.
4. La recomendación de la NKVD la puso en marcha Pedro Fernández Checa,
secretario de Organización del PCE. Fueron militantes comunistas y
anarco-sindicalistas quienes se encargaron de los aspectos operativos. Los
primeros actuaron a través de los órganos de la DGS. Los segundos, que
controlaban la periferia madrileña libre de asedio, aseguraron la realización.
Fuera o no por igual, todos colaboraron en la liquidación de la presunta quinta
columna excitados por las bravatas del general Mola acerca del potencial de sus
partidarios en la capital.
5. Las primeras “sacas” se examinaron en una de las periódicas
reuniones de la Junta de Defensa de Madrid. Ninguno de sus componentes pudo
alegar desconocimiento sobre lo ocurrido. Dado que la presidía el general Miaja,
sería difícil exonerarle de responsabilidad. También a los demás componentes.
Uno de ellos, el consejero de Orden Público, Santiago Carrillo, recibió
instrucciones que no se transcribieron. Como otros jóvenes socialistas, acababa
de solicitar el ingreso en el PCE. Las “sacas” se paralizaron por intervención
del anarquista Melchor Rodríguez. Volvieron a reanudarse después de que este
quedara desautorizado por el ministro de Justicia, el expistolero cenetista
García Oliver.
6. La supervisión quedó en manos no de la DGS, relegada como brazo
ejecutor, sino del miembro más prominente del Buró Político que permaneció en
Madrid: Fernández Checa. Uno de los policías, Ramón Torrecilla Guijarro,
declaró posteriormente que solía informar a Organización sobre cómo iba la
operación. Esto respondía estrictamente al modus operandi comunista.
El secretario de Organización era, en los diferentes partidos comunistas
nacionales, el enlace con los servicios de inteligencia soviéticos. Lógico. En
la concepción comunista de la lucha contra la reacción, la NKVD era al partido
lo que el partido era a las masas: su vanguardia.
7. Fernández Checa era también el responsable de una sección
consustancial a toda organización de corte leninista: el aparato secreto o
ilegal, compuesto de “cuadros especiales” que se activaban según el contexto en
que se desenvolviera el partido. Uno de los consejeros militares en España,
Mansurov (Xanti), rememoró haber trabajado con él en la capacitación
de tales cuadros. Algunos se formaron in situ; otros, como Santiago
Álvarez Santiago (participante en las reuniones del consejo de la DGS en
noviembre de 1936 y uno de quienes engranaban con los delegados en las
prisiones para seleccionar a los presos que irían camino del matadero), se
instruyeron en la sección especial político-militar de la Escuela Leninista de
Moscú o en su seminario político. Fue el caso de Isidoro Diégez (responsable
del PC madrileño). También los de Lucio Santiago (jefe de las Milicias de
Vigilancia de la Retaguardia, movilizadas para las “sacas”), Andrés Urrésola
(policía encargado de efectuarlas en Porlier), Agapito Escanilla (secretario
del Radio Oeste del PC) o Torrecilla (miembro del consejo de la DGS y enlace
con el Buró Político). El aparato se incrustó en la DGS mucho antes de noviembre.
Todos se habían ya curtido en la eliminación de falangistas.
8. El nombre y doble papel de Fernández Checa no han aparecido, que
sepamos, en los centenares de páginas vertidas sobre Paracuellos por los
autores profranquistas. Pero su responsabilidad tanto en el chispazo inicial
como en la supervisión y vigilancia de la operación es innegable. La dualidad
de cadenas de mando nunca existió para quienes la ejecutaron: su lealtad no la
debían a la Junta de Defensa sino exclusivamente al partido, vanguardia
consciente de la lucha antifascista. El operativo fue netamente comunista. Los
anarquistas más bien auxiliares.
9. Tanto desde el punto de vista profranquista, como después para
autores en busca de notoriedad, siempre fue más “productivo” centrar la
atribución de responsabilidades en Santiago Carrillo. Fernández Checa murió en
México en 1940. La mayoría de los “cuadros especiales” fueron ejecutados en
España en 1941-42. Todos quedaron amortizados como elemento arrojadizo de la
publicística antirepublicana. Sorprende un tanto la absolución otorgada a
Miaja. Sin duda no cabía extraer mucho capital propagandístico poniéndole en
solfa. No ocurre lo mismo con Carrillo, hasta el punto de desfigurar
arteramente hace poco tiempo las referencias que a él hizo Felix Schlayer,
cónsul honorario de Noruega y súbdito alemán que publicó sus memorias durante
el cálido régimen del maestro Goebbels. Curioso es también que el número de
citas a Carrillo sea más abundante en las glosas posteriores de la Causa
General que en la propia documentación del procedimiento. No tuvo un expediente
propio hasta su promoción como ministro en el gobierno Giral en el exilio en
1946. Un mero repaso a la hemeroteca digital de Abc llevará al lector
a la conclusión de que su nombre aparece tanto más vinculado a Paracuellos
cuanto más se aproximaba la transición. Una batalla del pasado que sigue
librándose en tono presentista.
10. El énfasis que continúa poniéndose sobre Paracuellos cumple dos
funciones esenciales. En primer lugar, sirve para epitomizar el “terror rojo”.
Paracuellos aparece como norma en lugar de lo que realmente fue, una dramática
excepción que continúa presentándose como algo de lo que fue responsable el
Gobierno de la República. En segundo lugar, sirve de inmejorable tapadera para
ocultar la represión franquista, mucho más sangrienta y duradera. Los
“mini-Paracuellos” de que están esmaltadas las regiones en que triunfó la
sublevación no cuentan. Su recuerdo hay que obliterarlo con humo e incienso.
Es molesto leer, particularmente en este periódico, cómo en las cunetas
y fuera de los cementerios, a veces en modernas urbanizaciones, las “fosas del
olvido” tienen la desagradable ocurrencia de emerger tan pronto se excava.
España es en esto un caso único, y auténticamente vergonzoso, en la Europa
occidental. Paracuellos se ha convertido en la contraseña taumatúrgica para
oscurecer, de forma pavloviana, un terror mucho más brutal.
Fernando Hernández
Sánchez, José Luis Ledesma, Paul Preston y Ángel Viñas son
contribuidores en la obra En el
combate por la historia (Pasado y presente, 2012).
FUENTE: EL PAÍS 22 SEPTIEMBRE 2012