DESCUBREN UN SANTUARIO DEL PALEOLÍTICO EN BIZKAIA


El 25 de septiembre del año pasado, durante una prospección rutinaria en la cueva de Atxurra, un espeleólogo y un arqueólogo vislumbraron surcos tallados en la pared. Estas muescas, imperceptibles al ojo inexperto, perfilaban el lomo de un bisonte paleolítico. El hallazgo hizo saltar todas las alarmas, se avisó al Servicio de Patrimonio Cultural de la Diputación Foral de Bizkaia y, dos días después, volvieron a la cueva con el equipo y los instrumentos pertinentes. Tras un rastreo concienzudo, los científicos descubrieron las más de 70 figuras que han permanecido escondidas durante 14.000 años. Inmediatamente se construyó una verja que protegiese la cavidad de los ataques furtivos. Niños, vecinos, aventureros, espeleólogos, arqueólogos. Hasta entonces nadie se había percatado de que la cueva de Atxurra, en el lejano y enzarzado territorio de Berriatua, es uno de los grandes santuarios del Cantábrico.

Diego Garate fue uno de los descubridores. Dirige el proyecto arqueológico de Atxurra, es doctor especializado en Arte Parietal y trabaja ininterrumpidamente en el Museo Arqueológico de Bilbao. El piercing en su ceja izquierda acentúa una mirada hambrienta: «Haciendo un símil futbolístico, aquí estamos jugando la Champions League. Los últimos hallazgos parecidos se remontan a La Garma, en 1995, o a Altxerri, en los años 60. Y todavía no podemos saber qué sorpresas nos depararán sus paredes. Por ahora solamente tenemos 20 figuras bien leídas y 70 identificadas en un primer rastreo. Estoy convencido de que se convertirá en uno de los conjuntos más importantes del País Vasco».



La cueva, localizada a tres kilómetros de Lekeitio, la habitan caballos meticulosamente perfilados, bisontes heridos por decenas de proyectiles, cabras y criaturas híbridas. Los animales se superponen unos sobre otros y componen un mosaico complicadísimo de trazos y restos de carbón. Las figuras se encuentran muy patinadas, los trazos han perdido viveza y son difíciles de diferenciar. Además, para alcanzar los paneles decorados hace falta coronar unas estrechas repisas a cuatro metros de altura. Se trata de un santuario invisible para el ojo anodino y un reto para la mirada experta.

La arqueóloga cántabra Olivia Rivero, especialista en el delicado género del Arte Mueble (ese que analiza los objetos prehistóricos sueltos), explica que la inaccesibilidad de los paneles ha salvado a los grabados del vandalismo y del deterioro. «La historia de Atxurra es un milagro. Por ahí habrá pasado media humanidad, vecinos, espeleólogos, niños… Afortunadamente, los grafitis se han quedado en la zona baja y, como las repisas están colgadas, los grabados se han salvado». A Rivero le preocupa, sin embargo, que la lectura de los paneles sea muy complicada. Las repisas donde los grabaron –demasiado pequeñas y peligrosas– impiden la posibilidad de observar las figuras desde una perspectiva general.

La fotografía en 3D y el calco manual ayudarán a reconstruir las figuras de manera fidedigna y permitirán a los arqueólogos trabajar fuera de la cueva. Descifrar las paredes de Atxurra supone un desafío científico. En palabras de los expertos, «requerirá paciencia, tiempo y la experiencia de quienes ya hemos trabajado conjuntos de una dificultad similar».


FUENTE: DIARIO VASCO (MARTIN IBARROLA)
25 MAYO 2016