Bermudo III nunca tuvo mucha suerte. Ni en la vida, ni en la
muerte. Lo nombraron rey de León a los 11 años y a los 20 ya era historia. Lo
mató su cuñado, el conde castellano Fernando I, porque el monarca leonés se
lanzó a la batalla contra él con tanto ímpetu que dejó atrás a sus huestes y se
quedó solo. Así que Bermudo y su caballo, Pelayuelo —conocido hasta ese día por
su velocidad— se vieron rodeados de enemigos y murieron lanceados en la batalla
de Tamarón el 4 de septiembre de 1037. Fue una guerra con un solo muerto
destacado: él. Pero la mala estrella del monarca ya lo seguía antes: tuvo un
único hijo, pero falleció al poco tiempo, así que Bermudo III se convirtió en
el último rey de la historia de la dinastía asturleonesa. Y cuando fueron a
enterrarlo alguien se hizo un lío y ahora dos impresionantes panteones reales
(Nájera y León) pugnan por ser los depositarios de los restos. Pero ni siquiera
se ponen de acuerdo en el nombre del finado, al que unos lo enterraron como
Bermudo el Mozo y los otros como Don Vermudo de León.
Su tumba en San
Isidoro de León no contiene ni una sola inscripción que haga referencia a
él. La cubierta del sepulcro es lisa y lo que podría ser su epitafio se halla
en otra parte del edificio sin que nadie sepa muy bien por qué. En él se puede
leer: “Aquí está sepultado Bermudo el Mozo, Rey de León, hijo del Rey Alfonso.
Este tuvo guerra con su cuñado el gran Rey D. Fernando y fue muerto por él. Año
de mil treinta y siete”.
A 250 kilómetros de León, en Nájera (La Rioja), también hay
un panteón real donde reposan todos
los monarcas y los infantes del desaparecido reino de Nájera-Pamplona. Se
trata de un espectacular conjunto renacentista de piedra blanca con las figuras
yacentes de los nobles navarros. Y de Bermudo, que nadie sabe por qué descansa
ahí. La inscripción en su tumba es clara: “El Rey Don Vermudo de León”.
Raquel Jaén, directora técnica del Museo de San Isidoro, lo
tiene claro. “No tiene sentido que lo enterrasen en Nájera. Nosotros tenemos el
epitafio en latín y su sepulcro”. La especialista recuerda que las crónicas
relatan que su “hermana Sancha lo trajo a León tras su muerte para que reposase
junto a su padre, Alfonso V. Y desde entonces, aquí están los dos”.
Una opinión que no comparte Gloria
Treviño, gestora del museo del monasterio de Santa María la Real de Nájera,
para quien “no hay ninguna duda” de que el rey leonés descansa en esa ciudad.
“Su tumba se encontraba en el antiguo convento románico de la localidad. Cuando
el edificio desapareció, los cuerpos de todos los reyes fueron trasladados al
actual panteón. Es histórico”.
Treviño recuerda que Nájera fue entre 923 y 1076 capital del
reino navarro, por lo que era el lugar elegido para dar sepultura a los
monarcas. Cuando se le pregunta si cuentan con algún documento que demuestre
que Bermudo III fue enterrado en la localidad riojana, responde: “Sí, tenemos
uno, la tumba de piedra con su nombre”. E insiste: “Cuando algún leonés se
acerca por Nájera y nos dice que Bermudo III está en su ciudad, le decimos que
no, pero que al venir aquí ha tenido la oportunidad de conocer un pabellón real
con los restos de los monarcas del reino de Nájera-Navarra". Y de Bermudo
III.
Como epitafio de su mala suerte, en 1808 las tropas de
Napoleón Bonaparte saquearon el pabellón real de León (el de Nájera, también) y
los soldados abrieron numerosas tumbas para extraer las joyas y el oro que
supuestamente se guardaba dentro de ellas. Así que abrieron la sepultura de
Bermudo y “lo revolvieron todo”, explica Jaén.
En 2006, se hicieron pruebas de ADN para intentar poner
orden en el batiburrillo de huesos que habían quedado, pero los resultados aún
no están terminados. “Eso sí, Bermudo III está en León porque el esqueleto de
su tumba mostraba heridas de guerra”, añade Jaén, a lo que Treviño replica que
está en Nájera porque “siempre ha estado aquí y ¿quién se va a inventar una
tumba de un rey que ni siquiera era de este reino?”.
Una familia poco de fiar
La familia de Bermudo III era un poco extraña. Si el monarca
murió en una situación difícil —de 40 lanzadas inferidas por los ejércitos de
su cuñado el conde Fernando y su concuñado (hermano del anterior), el rey de
Navarra, Sancho Garcés—, su padre, Alfonso V, tampoco le fue a la
zaga El 10 de agosto de 1028 el monarca leonés puso cerco a la portuguesa
Viseu, y como tenía calor (cosas del pleno verano) se quitó la armadura y le
atravesó la primera flecha enemiga que hizo blanco en su cuerpo. Sus
desconsolados súbditos se llevaron el cadáver a León y lo enterraron con el
abuelo de Bermudo III, Bermudo II. Pero el lío de reinos, reyes, familias,
intercambio de títulos, fallecidos violentamente y guerras dejan lugar a la
duda. Cualquier cosa es posible.
Y es que Alfonso V, además de ser padre de Bermudo III,
también lo era de Sancha. Al morir su hermano, se convierte en reina y decide
casarse con el conde castellano García. Mientras tanto, Sancho Garcés III, rey
de Navarra, se ofrece a acompañar a García (que además era su cuñado) a la
capital leonesa y ser testigo de su boda. Por si acaso, se hace acompañar de un
ejército, que acampa a las afueras de la ciudad, ya que no se fiaba de su
parentela. Pero el conde García decide, sin encomendarse a nadie, acercarse a
la iglesia San Isidoro para platicar con su prometida, Sancha. Los hijos del
conde Vela (enemigos de los castellanos) aprovechan y lo matan. El que le da el
estoque final, Rodrigo Vela, fue, además, su padrino de bautismo.
A García también lo enterraron en el panteón Real de San
Isidoro. Su epitafio es un resumen: “Aquí descansa el Infante Don García, que
vino a León a recibir el título real y fue muerto por los hijos del conde
Vela”.
Por lo que se ve, a Sancho Garcés III de Navarra no le
afectó mucho la muerte de su cuñado, porque aprovechó para casar a su hijo
Fernando (el que había matado a Bermudo III) con Sancha, viuda antes de
casarse. Además, ya que García fue hasta su muerte conde de Castilla, Sancho
Garcés pidió para su esposa, Muniadona, el gobierno de Castilla (era hermana
del finado García). Tras obtenerlo se lo cedió a su hijo Fernando, que se
convirtió así en rey de Castilla porque el caballo de Bermudo III corría mucho
y en rey de León por alcoba. Una familia de cuidado.
FUENTE: EL PAÍS (Vicente G. Olaya), 5 OCTUBRE 2018