¿Qué término define con mayor exactitud el
escenario vasco: Euskadi o Euskal Herria? Aunque escrito con zeta, el primero
lo inventó el fundador del PNV, Sabino Arana, si bien ha evolucionado con los
años hasta ser aceptado por casi el conjunto de la sociedad. Quizá por ese
motivo, el entorno abertzale se desmarcó hace un par de décadas y
recuperó, como símbolo diferencial, el segundo, que hasta entonces había tenido
un matiz más folclórico que político. Esta es solo una de las paradojas que
rodean al soberanismo y sus señas de identidad en Euskadi. Las principales se
recogen en el Diccionario ilustrado de símbolos del nacionalismo vasco,
que ayer se presentó en el paraninfo de la UPV.
Editada por Tecnos, la obra ha tenido como
coordinadores a cuatro expertos de la universidad pública en historia
contemporánea y movimientos sociales: Santiago de Pablo, José Luis de la
Granja, Ludger Mees y Jesús Casquete. Cuenta, además, con entradas elaboradas
por otros ocho expertos. Gernika, Lizarra, el Aberri Eguna, los Fueros, laikurriña,
el lauburu, la hoja de roble, el arrano beltza... Así, hasta medio
centenar de iconos, entre los que se incluyen personajes, fechas, himnos o
lemas. Unos, consolidados e históricos; otros, manipulados; y algunos, hasta
“inventados” con el único fin de contribuir a la causa, según los autores.
¿Cuál de todos ellos es el más transversal?
“La ikurriña”, coinciden los expertos. Y lo es pese a su historia. Ideada
por Sabino Arana y su hermano Luis en 1894, como símbolo para un nacionalismo
vasco todavía incipiente, nació con la pretensión de convertirse en bandera de
Bizkaia. “De ahí la cruz de San Andrés que simboliza”, explica De la Granja.
Con la Guerra Civil, sin embargo, las izquierdas vascas pasaron a aceptarla
como enseña institucional para el conjunto de Euskadi. La derecha no lo hizo
hasta la Transición. Fue en 1979, con el Estatuto de Gernika, cuando se
oficializó. Hoy es uno de los pocos símbolos que comparten las distintas
corrientes del nacionalismo y los no nacionalistas, en contraste con lo que
ocurre en otras comunidades españolas con una identidad diferenciada, como
Galicia o Cataluña.
Aunque los menos y sin la misma relevancia,
otros símbolos del nacionalismo son también aceptados y compartidos por el
conjunto de la sociedad vasca. Como la figura del primer lehendakari, José
Antonio de Aguirre, que es respetada y asumida por los distintos partidos
políticos. O el Agur Jaunak, una melodía popular que se ha interpretado,
con el paso de los años, de una forma transversal. Bien para saludar o despedir
a dictadores como Franco o Hitler, como a dirigentes de la antigua Herri
Batasuna o el Partido Comunista. “Ha sido adoptada desde la extrema izquierda
hasta la extrema derecha”, destaca Casquete.
En el escenario opuesto se sitúan figuras
controvertidas como las de Sabino Arana, idolatrada en el PNV pero criticada
fuera del partido, o personajes vinculados a la izquierda abertzale y
ETA, que incluso generan un rechazo generalizado. A medio camino se sitúa la
villa de Gernika, aceptada como símbolo de la paz por toda la sociedad vasca,
aunque con distintos matices en función de cada corriente ideológica que
recurre a ella como icono.
A lo largo de sus casi 900 páginas, la obra
refleja un trabajo de seis años de investigación en el que los historiadores
han rastreado numerosos documentos. Buena parte de ellos, facilitados por los
archivos de la Fundación Sancho el Sabio y la Fundación Sabino Arana.
FUENTE: EL PAÍS (Unai Morán) 7 JUNIO 2012