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Las Navas de Tolosa fueron el escenario de la
mayor victoria de los reinos cristiano sobre el Islam
· Castilla, León, Aragón, Portugal y el imperio
almohade se aliaron contra el califa Al-Nasir
Cuentan las crónicas que los caballos no podían avanzar sin
tropezar con los cadáveres amontonados en el campo de batalla. Los cuerpos sin
vida de miles de guerreros musulmanes y cristianos eran la consecuencia más
dramática de las más de seis horas de desaforada lucha. La cruz contra la media
luna y al revés. Un combate entre dos inmensos ejércitos que representaban dos
culturas. Y un final épico propio de otra época con tres reyes al frente de una
desesperada carga de caballería que resonaría en los ecos de la historia.
El 16 de julio de 1212 la fuerza de las armas decantó el
futuro político-religioso de España con la victoria de los reinos cristianos
sobre el islam en la batalla de las Navas de Tolosa, cuyo 800 aniversario están
conmemorando por todo lo alto en Jaén. Sin embargo, su impronta en la memoria
colectiva no alcanza el lustre de Bailén o de Lepanto. Para rememorar esta
fecha se han celebrado durante todo el año actos culturales que tienen como eje
central una recreación de la batalla este fin de semana muy cerca de la
localidad jienense de la Carolina, el municipio más próximo al campo de batalla
original.
A comienzo del siglo XIII la península Ibérica estaba
dividida en cinco reinos: Castilla, León, Aragón, Navarra, Portugal y el
imperio almohade, (bereberes procedentes del norte de África que llegaron a
Al-Ándalus en 1147). Lejos de luchar contra los musulmanes, los cristianos se
enzarzaban en guerras fratricidas. Sin embargo, en 1212 la amenaza almohade que
representaba el califa Al-Nasir era tan seria que el mismísimo Papa Inocencio III atendió la petición de Alfonso VIII de
Castilla y declaró la cruzada en España.
Mucho tuvo que ver con esta decisión el carácter insolente
del líder almohade que mandó una misiva a los distintos reinos en el que amenazaba
con «poner sus caballos en Roma», es decir, en el epicentro mismo del
cristianismo.
El gigante Sancho
El primero en unirse al ejército castellano fue Pedro II de
Aragón. Después lo hizo Sancho VII de Navarra, más conocido como 'El Fuerte'
Este apodo se debe a su impresionante altura que su biógrafo, Luis del Campo
Jesús, estableció en los 2,22 metros y cuya tumba puede verse en Roncesvalles.
La literatura popular habla de enemigos que salían corriendo al ver su
imponente figura.
Las órdenes militares, especialmente las de Calatrava y
Santiago, pero también templarios y hospitalarios, aportaron cientos de caballeros.
La lucha santa provocó la incorporación de miles de hombres procedentes de más
allá de los Pirineos. En Toledo, punto de encuentro, se concentró un ingente
ejército de entre 50.000 y 70.000 hombres. Enfrente, Al-Nasir reunió una hueste
de 100.000 soldados. Aunque los últimos estudios han rebajado estas cifras, la
concentración de tropas fue altísima para la época y todavía es posible
encontrar puntas de flecha, hebillas o botones en el lugar del enfrentamiento.
Pero una gesta no sería tal sin sus mitos, y las Navas no es
una excepción. Reza la leyenda que cuando las tropas cristianas se preparaban
para atravesar Sierra Morena -momento muy delicado por el riesgo de emboscadas-
apareció un arcángel (otras fuentes hablan de un pastor) que les enseñó un paso
desconocido y sin riesgos, el llamado Puerto del Rey. La tradición también
castiga a quienes no se unieron a la cruzada como el rey Alfonso IX de León. A
este monarca enemistado hasta la obsesión con Castilla se le aparecieron,
mientras rezaba en la iglesia de San Isidoro, los fantasmas de El Cid y de
Fernán González montados en cadavéricos corceles.
Mitos a un lado, la batalla se inició con la llegada del
alba. El rey Alfonso VIII comandaba el centro del ejército cristiano junto a
las órdenes militares. A su izquierda, Pedro II de Aragón y a su derecha Sancho
VII de Navarra. Las dos primeras oleadas fueron repelidas por los musulmanes
con una táctica envolvente. Cuando la segunda estaba a punto de fracasar los
tres reyes cristianos tomaron la determinación de realizar una última y casi
desesperada carga de caballería. «¡Arzobispo, muramos aquí vos y yo!» dicen que
espetó Alfonso VIII al prelado de Toledo Jiménez de Rada.
La ofensiva logró su objetivo y Sancho VII llegó al palenque
de Al-Nasir para romper las cadenas que rodeaban su tienda protegida por la
guardia negra -esclavos fanáticos procedentes del Sahel-. Para recordar esta
hazaña las célebres cadenas se incorporaron al escudo de Navarra. El número de
bajas abarca un amplio abanico, desde las apenas dos docenas que hablan los
textos cristianos hasta los 2.000 que manejan los historiadores modernos. Los
caídos en el lado almohade se multiplicarían como mínimo por tres y ya
auguraban el inexorable declive que acabaría con las lágrimas de Boabdil casi
tres siglos después
FUENTE: DIARIO VASCO (David Valera) 16 JULIO 2012