JOSE MARI ARIZMENDIARRIETA, UNA VIDA AL SERVICIO DE LA JUSTICIA



El 5 de febrero se cumplieron 70 años de la llegada de José María Arizmendiarrieta a Mondragón. Tan sólo dos semanas antes había oficiado su primera misa este joven sacerdote de 26 años. Y no hacía ni cuatro que se había librado de engrosar la lista de dos docenas de sacerdotes vascos fusilados por sus convicciones nacionalistas. Un destino que no lograron eludir los tres sacerdotes que precedieron a Arizmendiarrieta en la parroquia de San Juan.
Movilizado al inicio de la guerra en 1936, el seminarista ciego de un ojo acabó destinado al departamento de prensa del PNV, concretamente a la redacción del periódico en euskara Eguna en Bilbao. El historiador Fernando Molina, en su biografía sobre José María Arizmendiarrieta (Caja Laboral, 2005), reseña que los editoriales y el tratamiento de la información del periódico «coincidían en la defensa a ultranza de la patria vasca y de sus componentes más importantes: la lengua y la religión». José María se encargaba de traducir al euskara las noticias internacionales que llegaban por teletipo, «adaptadas a las necesidades de la propaganda por un censor». Además elaboraba noticias deportivas centradas, sobre todo, en fútbol, pelota y ciclismo. Pero los grandes asuntos que completaban el análisis de la guerra y la exaltación de la identidad vasca eran la religión y la cuestión social. En ellos fue donde José María participó con una serie discontinua de artículos firmados con el seudónimo Arretxinaga. Y fue justamente la paternidad de ese seudónimo lo que el juez instructor franquista encargado de tomarle declaración trataba de averiguar en julio de 1937. Arizmendiarrieta había sido detenido tras la delación de un taxista de Markina de simpatías falangistas. Ante el juez declaró desconocer quién era Arretxinaga. Él se «limitaba a transcribir al euskera lo que alguien, bajo el seudónimo Arretxinaga, le enviaba en castellano». Con ese argumento, el hecho de haber sido movilizado forzosamente y cobrar su sueldo como miliciano en lugar de hacerlo del PNV, el joven seminarista encaró un consejo de guerra sumarísimo del que logró salir bien parado. Lo hizo gracias a los documentos exculpatorios que el párroco de Markina -carlista pero amigo de Arizmendiarrieta- logró arrancar al alcalde y a dos prominentes falangistas de la localidad. Y también al telegrama del comandante militar de la plaza que comunicaba que, pese a ser «hijo de separatistas y de la misma tendencia», el joven seminarista no era militante nacionalista activo. Salió libre el 12 de agosto de 1937.
FUENTE: DIARIO VASCO, 20 NOVIEMBRE de 2011