LAS LECCIONES DE JOAQUÍN COSTA (Gabriel Jackson)

Durante mis estudios en la Universidad de Toulouse entre 1950 y 1952, escribí mi tesis doctoral sobre la carrera intelectual y política de Joaquín Costa (1846-1911), y en febrero de este año mis colegas españoles me invitaron a dar una de las conferencias conmemorativas del centenario de su muerte, ocurrida el 8 de febrero de 1911.

Siempre he recomendado fervientemente la lectura de Costa a los estudiantes que leen español, porque considero que fue uno de los analistas más singulares y brillantes de los problemas que tuvo su país a finales del siglo XIX y en la década posterior a la desastrosa guerra hispano-estadounidense de 1898. Pero hasta que no preparé esa conferencia conmemorativa no comprendí, de repente, la relevancia de la personalidad y el pensamiento de Costa para los problemas a los que no solo se enfrenta España, sino toda la humanidad, un siglo después de su muerte.

En los siguientes párrafos me ocuparé primero de sus muchos talentos y pasiones, para después centrarme en el valor de su ejemplo. Desde su más tierna infancia hasta el día de su muerte fue un lector voraz, de ficción y de ensayo, interesándose por la historia de las instituciones, la importancia de la naturaleza, el desarrollo a lo largo de los siglos, tanto de la agricultura y la industria, como del derecho y las instituciones políticas, y también por la importancia de la filosofía, la poesía y la religión. Ya en sus años de estudiante dominaba el latín y el griego, y de adulto aprendió por su cuenta a leer inglés, francés y alemán. Sus ensayos sobre temas políticos y sociales contienen multitud de citas de importantes autores del momento que escribían en esas lenguas.

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FUENTE: EL PAÍS, 1 OCTUBRE de 2011