A la izquierda, el brigadista Mordechay Milman. ERETZ MUSEUM |
A sus 93 años, a Tove Shlosberg aún le destellan los ojos
cuando habla de su marido Shmuel y de su muerte en el que para muchos es uno de
los frentes más olvidados de la Guerra Civil española, el de Extremadura. En
1937 ambos eran ciudadanos judíos de la Palestina del Mandato Británico,
comunistas por convicción y se acababan de casar por un vínculo más poderoso
que el establecido por la ordinaria relación contractual: sus sólidos ideales
antifascistas y sus ansías de cambiar el mundo. “Queríamos demostrar que no se
podía permitir que Hitler, Mussolini y Franco lo conquistaran todo. Éramos tan
jóvenes...”, cuenta nostálgica esta vitalista nonagenaria.
A unos metros bucea en las vitrinas, mira con calma y señala
una de las postales que le envió Schmuel desde el frente. “Siempre quise ir con
él a España pero mi madre estaba muy enferma y bastantes problemas le di ya a
mi familia”, explica. A los 13 años Tove ya formaba parte de las juventudes
comunistas de Polonia, su país natal; a los 15 ya había estado en prisión. “No
me importó que mi familia tuviera dinero, tampoco sabía muy bien quienes eran
Marx o Engels, pero sí sabía una cosa: que yo sí estudiaba y mis amigos pobres
no”.
Poco después su familia decidió
viajar a la Palestina Británica para evitar que la benjamina roja volviera a
sublevarse en Polonia, un país donde en los años 30 abundaban las detenciones
de quienes eran sospechosos de abrazar el ideario comunista. “En Palestina
también hice amigos y a los 17 años me afilié al partido (partido comunista
judío de Palestina, creado en 1919) Aquí conocí a Schmuel y antes de cumplir
los 18 nos casamos para evitar que los británicos me deportaran por comunista”.
Con sus gafas en la mano, Tove recorre pausada las vitrinas,
retratos y carteles de la época por la primera exposición dedicada en Israel a
la contribución de los 200 brigadistas de Palestina que sirvieron en el bando
republicano, mayoritariamente de procedencia polaca y ucraniana (otros cinco
árabes y doce armenios también sirvieron en sus filas)
“No solo eran comunistas, también antisionistas, por eso su
memoria se ha borrado de los libros de historia de Israel”, explica Eran
Torbiner, el director del documental, Madrid antes que Hanita (2006),
proyectado durante la inauguración de la muestra el pasado jueves en el Museo
Eretz Israel de Tel Aviv.
Durante décadas, las vivencias de
estos brigadistas permanecieron únicamente en los relatos de sus descendientes
o calladas en las páginas de los diarios escritos por algunos de ellos en edad
ya avanzada. Es el caso de Israel Centner, un polaco que luchó junto a los
republicanos en España, del lado de los rusos en la Segunda Guerra Mundial, que
paró en Alemania para escribir sus vivencias bélicas (De Madrid a Berlín, 1966)
y que terminó regresando a la Palestina Británica.
“Por casualidad un día conocí a Israel. Me impresionó tanto
toda su historia, la de sus compañeros en su afán solidario de acabar con el
fascismo que me sentí obligado a recoger sus testimonios y compartirlos con mi
generación”, asegura este realizador autodefinido como “socialista, de
izquierdas y antisionista como ellos, porque ni ahora ni entonces queremos un
Estado solo judío, sino uno en el que el vecino de Jaffa (ciudad árabe de Tel
Aviv), de Nablus o de Hebrón tenga los mismos derechos que nosotros como
judíos”, apostilla.
Bajo los focos de la muestra y en
escasos 100 metros cuadrados se suceden las historias, a cada cual más
sobrecogedora y siempre flanqueadas por carteles donde se leen lemas como “Un
solo mando contra el enemigo común (del Partido Socialista) o “Camarada,
trabaja más y mejor”.
A unos metros, Vega Lechtmann observa atenta el panel con
los retratos de una treintena de brigadistas. En la fila de arriba, con un
parecido asombroso, está la foto de Sioma, su padre, un judío de origen
austriaco que sirvió en el frente republicano de Barcelona, que terminó siendo
capturado en la Francia ocupada por los nazis y trasladado al campo de
concentración de Auschwitz. “A mi madre, a mi hermano y a mí nos sacó del tren
un gendarme francés. Gracias a él nosotros nos salvamos”, explica en perfecto
francés, mientras extrae de un sobre amarillento y cuarteado por el tiempo
varias fotos de sus padres en Haifa, al norte del actual Israel.
Brigadistas olvidados que incluso llegaron a crear la
Compañía judíaBotwin, nacida en el seno del batallón Palafox —de la XIII
Brigada Dombrowski, integrada principalmente por polacos y ucranianos— y que
llegó a editar su propio periódico en yidish (lengua de las comunidades judías
centroeuropeas) Un homenaje tardío que podrá visitarse hasta el próximo 30 de
octubre en Tel Aviv.
FUENTE: EL PAÍS (Ana Garralda) 24 AGOSTO 2012