Fernando Puell, historiador. / SAMUEL SÁNCHEZ |
A principios de año, Fernando Puell, profesor de Historia
Militar en el Instituto Universitario Gutiérrez Mellado de la UNED y coronel
retirado, recibió una petición de la Real Academia de la Historia(RAH):
completar la biografía del general Miaja, escrita por Rafael Casas de la Vega,
militar franquista, que concluía en 1935, un año antes de que Miaja, como
defensor de Madrid frente a los sublevados, esté a punto de “entrar en la
Historia”. Otro despropósito del Diccionartio
biográfico español que, en esta ocasión, no llegará a imprenta porque los
desaguisados de los 25 tomos publicados han reforzado la supervisión sobre los
25 aún inéditos.
Pero la reseña no solo fallaba por incompleta. “Desde el
punto de vista estilístico, era lamentable, seguía al pie de la letra la hoja
de servicios, que acababa en 1935, y no decía ni qué hizo en el exilio ni
cuándo murió. Les dije que necesitaba ser rehecha. Luego me pidieron firmarla
en comandita con Casas de la Vega, al que conocí y me parecía encantador, y no
me importó”.
La RAH trata de enmendar en silencio lo que aún no ha
publicado. Pero ¿qué hacer con los volúmenes que ya están en la calle, que ya figuran
en lugares tan eminentes como la Biblioteca Nacional(BNE) y que engrosarán los
fondos de bibliotecas de universidades extranjeras? “Cuando un estudiante de
Yale quiera buscar a un personaje español se va a encontrar ese bodrio”,
censura Fernando Puell. “No entiendo que se hiciera una versión en papel. ¿Qué
objeto tiene hoy? La adenda me parece absurda. La única solución es
digitalizarlo y corregir los errores y no distribuir la impresa. Si fuese posible,
yo pararía la versión en papel y la retiraba de la BNE”.
A lo largo de este año, la Real Academia de la Historia
anunció varias medidas contradictorias para corregir algunos estropicios:
difundió que habría algunas biografías complementarias, lo que supondría
ofertar una definición de Franco crítica y otra hagiográfica (la de Luis
Suárez, académico y miembro de la Fundación Francisco Franco). Un disparate,
para la Asociación de Historia Contemporánea.
Tras el varapalo, la institución se desdijo y limitó los
cambios a meros retoques. Pero varias iniciativas parlamentarias han forzado al
ministro de Educación, Cultura y Deportes, José Ignacio Wert, a reclamar a la
institución que informe sobre la revisión. La corrección era un requisito
imprescindible para que la RAH recibiese de nuevo ayudas públicas para el
Diccionario, que fueron congeladas en 2010 por decisión de la mayoría de los
grupos parlamentarios (con la oposición del PP). Con el cambio de Gobierno se
reactivó la subvención sin que los diputados tuviesen noticia de la corrección
de errores.
Los reproches de Puell tienen un valor singular. Además del
texto de Miaja, escribió para el Diccionario —que por lo demás considera una
obra “imprescindible” y “muy complicada”— unas 40 biografías de militares,
entre ellos el general Gutiérrez Mellado y el general Varela, amigo de su
padre. “Me enviaron una lista para escoger, pedí a los personajes que conocía
bien o me resultaban simpáticos, pero podría haber cogido a Almanzor sin tener
ni idea. Los verdaderamente importantes estaban dados, cogidos por los
académicos. No entiendo con qué criterio se asignaron las biografías”, cuenta a
pocos metros de la escultura más antigua de Madrid dedicada a Daoíz y Velarde,
la de la plaza del Dos de Mayo.
Puell realizó un minucioso examen de las entradas sobre
militares del siglo XX y de sus autores, que le llevó a descubrir múltiples
deficiencias. Entre los biógrafos más fallidos —y que más voces firma— figura
José Martín Brocos Fernández, profesor de Filosofía Moral en la Universidad Dan
Pablo CEU, que escribió algunas reseñas “tendenciosas”, “agresivas” y con
confusiones “de bulto”.
FUENTE: EL PAÍS (Tereixa Constenla) 23 AGOSTO 2012